Capítulo 13: Eres el mar

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La casa está sola, no debería sorprenderme.

El eco de mis pasos se deja escuchar en medio del vestíbulo y me pregunto por qué mi corazón sigue latiendo de forma tan insistente. Supongo que esperaba verlo aquí. Soy tan tonto. No puedo negar que lo he extrañado y que, aunque sé que mi corazón se romperá cuando lo haga, necesito que Chay se refleje en mis ojos. Pero él no está aquí. No debe haber dormido en esta casa. Porsche le permitió salir y supongo que, después de su cita, mi amigo encontró la manera de pasar más tiempo con su nuevo novio.

Una sonrisa amarga se dibuja en mis labios, es horrible volver a ser humano. Ahora debo sentir el dolor con más intensidad porque me he prohibido a mí mismo aferrarme a mi forma lobuna. Si voy a superar esto, si tengo que aprender a vivir con el dolor en el pecho es mejor que lo haga de una vez. No tiene sentido prometer que seré el mismo de siempre si no hago un esfuerzo verdadero por intentar alejar de mi mente todas estas cosas que no me hacen bien.

Estoy pensando demasiado. Estoy sintiendo demasiado y me gustaría que mi poder como alfa, ese que me permitirá gobernarlos a todos, también me dictara cómo es que debo gobernarme a mí mismo.

Suspiro con desgana mientras subo las escaleras hacia mi habitación. Ahora mismo siento la necesidad de hacer algo, lo que sea, cualquier cosa que me permita no pensar en lo que tendré que hacer a continuación. Sé que no fue casual que mis hermanos y Porsche dijeran que era sumamente importante que mis sobrinos fueran revisados por un médico humano apenas llegáramos a la ciudad. Sé que mis hermanos saben de la plática que tuve con Porsche. Sé que ellos están animándome para no retrasar más el momento en el que deba hablar con Chay.

Siento un temblor recorrer mi piel, estoy nervioso y bastante asustado. Es increíble pensar que tan solo ayer, era un chico seguro de sí mismo que fue presentado ante todos los lobos Alfa de este país. Es increíble pensar que de hecho di un discurso acerca de la importancia de mantenernos unidos y luchando por no escondernos de los cazadores. Es increíble que ayer, lobos adultos festejasen cada una de mis palabras y que hoy solo sea un muchacho asustado por hablar con una persona a la que le ha contado todo desde que es niño.

Pero ese es el problema, ¿no es así? Ni Chay ni yo somos los niños que podían contarse sus secretos a todas horas bajo la sombra de los árboles del bosque. Es triste pensar que los dos perdimos eso, la capacidad de confiar en el otro ciegamente. Crecer es horrible, ahora puedo verlo. Ni siquiera recuerdo cuándo empezó a ser tan difícil hablar con mi mejor amigo.

Pero quizá no tenga que hablar mucho. Durante el viaje de regreso a casa estuve pensando que en realidad solo debo escuchar a Chay y después, pase lo que pase, le explicaré por qué es tan doloroso pensar en él siendo novio de otra persona. Debo decirle a Chay que llevo años pensando que él es mi compañero, debo decirle que por meses y meses estuve soñando con entregarle mi lobo de piedra. Sí, sé que no tiene sentido que lo diga, sé que solo sentirá lastima por mí, pero él debe saberlo, quizá de ese modo sea más sencillo para él entender por qué duele tanto verlo al lado de otra persona.

Abro la puerta de mi habitación que me recibe con un aroma a limpio. La ventana está abierta y la luz del sol se derrama sobre mi guitarra la cual espera quieta sobre uno de los dos sillones blancos de la alcoba. Me dirijo a ella y me digo que será buena idea distraerme tocando canciones. Realmente no he planeado nada para esta conversación, creo que no hay nada que planear.

Lo que tenga que suceder, sucederá.

Tomo la guitarra en mis manos y toco las cuerdas con suavidad. Durante los últimos días he estado pensando en cómo continuar con una canción que Chay cantó hace mucho tiempo. No he dejado de pensar en esas palabras que mi mejor amigo pensó cantarle a mi hermano mayor, las palabras que rompieron la magia oscura que tenía preso a Khun.

La Canción del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora