Manos cálidas

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El frio quemaba, el dolor en su cuerpo lo entumecía, pero eso no era nada, cuando sus ansiados ojos miraban a todos lados, asustado.

En su mano portaba la dulce mano de un ángel, veía de reojo su vestido azul y piel pálida y suave cual nieve, encerrados en una prisión de hierro. Sentía como su respiración le ahogaba, como si el corazón amenazara con dislocarse de su pecho. Tan aterrado por perderla.

Tomando su mano, corrio, corrio tan rapido como podia mientras escuchaba como los soldados que amenazaban con sus vidas se acercaban, demasiado rapido...

El sonido de un disparo le hizo levantarse de golpe gritando el nombre en sueño de ella para alzar su mano, intentando aferrarse a un fantasma que al llegar a la realidad, desapareció.

Su pecho subía y bajaba irracional, sin aun poder reaccionar a esa pesadilla inminente. Aun así, siempre, cada maldita noche lo atormentaba, una y otra vez, abriendo la herida en su pecho, la misma que ardía cada vez mas hasta que el dolor fuera insoportable, hasta que lo único que pudiera pensar en esos momentos fuera en que parara.

Solo sosteniendo el dolor por encima de las vendas en su pecho podia sentir que disminuía un poco, podia creer que su corazón dejaba de bombear sangre y detenerse un segundo para no matarlo.

No le habia contado de estas constante pesadillas a Amy, no era relevante que se enterara, que el dolor de la herida lo hacia gritar dos segundos después de levantarse. Ese mismo dolor que Maria habia causado con su partida. Sabia que al no superarla y perdonarse perderla no podria amar a Amy, no, no seria merecedor de ser amado por ella.

Estaba muy confundido respecto a sus sentimientos, todo era nuevo y desconocido, y demasiado rapido para seguirle el paso, pues, hace poco se habia enterado que apreciaba a la eriza, la, amaba de una manera diferente, se habia dado cuenta de su atractivo por fuera y ahora no podia decir que era mas que perfecta.

Una vez el dolor disminuyo, quiso dejar de lado aquella pesadilla para levantarse de su cama y tomar aquel suéter tendido sobre el escritorio. Al ponérselo y mirarse al espejo, una delgada sonrisa alumbro sus labios antes de caminar fuera del cuarto.

El sol habia salido desde hace bastante tiempo, pues los rayos dorados que atravesaban las nubes apenas alumbraban la casa, misma casa, que de dentro a afuera era acogedora y caliente, siendo el mismo guiado por el tenue aroma de vainilla.

En silencio bajo las escaleras, y tan hermosa, la vio bailando en la cocina, tarareando una canción por lo bajo de aquí y haya, sin notar su presencia.

Llámenlo reflejos, o instinto, pero al verla no quiso mas que descargar toda aquella oscuridad que en el ataba y ella misma lograba romper.

Con cuidado, lentamente se acerco a ella y dejo caer su rostro entre su hombro y su cuello, aferrándose a su cintura con algo de fuerza, solo con la intensión de descansar, sintiendo al instante su calor y su dócil cuerpo.

Al principio se sobresalto al sentir al contrario abrazándola, pero casi al instante, igual que un intenso color rojo en sus mejillas se instalaba, trato de darse la vuelta para mirar a Shadow, mas, este la retuvo y le abrazo con mas fuerza.

—Solo....Quédate así un poco mas.

Apenas alcanzo a escuchar su petición, generalmente no estaba acostumbrada a este tipo de tactos, pero por Shadow quiso intentar, y por ende se detuvo de lo que estuviera haciendo y con ambas manos sostuvo las frías y desnudas de el. Sentía su fuerte respiración sobre su cuello, su cálido cuerpo a su espalda recargando todo de si en ella, pero no era pesado, sentirlo tan cerca era agradable, que incluso se permitió  soñar un poco y cerrar sus ojos, no haciendo mas que disfrutar su agradable acto. 

Una bella eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora