Profundos ojos rojos

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Pensar que la mañana habia iniciado tan bien, tan cálida, como un sueño eterno del que no quería despertar nunca, era un lírico pensamiento románico entre muchos por la situación, pero serán, mas preciados y bellos que las gemas que le rodeaban.

Que irónico pensar que aquel bello sueño se lo arrebataría un huracán, que aquel paraíso le abandonara tan rapido que ni siquiera habia podido aferrarse a nada.

Creyó que seria mas duradero, ese fue su error, es por eso que el dolor atravesó su corazón como una bala, destrozando todo lo que consumía a su paso, incinerando con ello todo, todo en pequeñas lagrimas sin sentido para el. No sabia cuando fue la ultima vez que habia llorado, y ahi estaba, destrozándose para el, creyendo ingenuamente que eso arreglaria algo de las miles de cosas de las que se arrepentía.

En un lugar oscuro, completamente sola, temblando entre lagrimas, derrotada, mientras se aferraba a algo que no existía para derrumbarse.

Ese gran huracán que ocasionaría el final de todo dentro de su pecho, en su pequeño corazón...

Eso es algo que nadie pudo entender, es algo que restaron ignorancia o solo ignoraron, nunca fueron consientes del verdadero daño que harían sin siquiera darles la palabra. Cegados por el odio como una espesa niebla de la que ninguno podia salvarse, en la que no podian salvar nada.

Todo ese odio, toda esa ira, esa tormenta, llegaba rápidamente corriendo antes de que todo ocurriese.

Conocía el lugar en donde últimamente Rouge y Nuckless compartían, una cueva lejana de la isla de la que debes en cuando presumía, y es que con los ojos bien abiertos recordaba cada entusiasmada palabra de su amigo.

''—He buscado por toda la isla las gemas mas preciosas para ella y las puse en una gran cueva. Así le demuestro que soy un gran partido y que estoy dispuesto a hacerla sentir una Reina, mi Reina.''

No mentiría, le desagradaba recordar lo que le había dicho hace unos dias y eso no hacia mas que incrementar sus ansias y su enojo. Pensar que todo esto para ellos solo era un medio para conseguir las esmeraldas ¡Ah! ¡Le enfurecia! Que todas los combates mano a mano, que todas las salidas, que todos ellos no habia significado nada. Eso solo causaba que fuera mas rapido y que la nieve a su alrededor creara destrozos, un fuerte sonido del viento partirse a su paso dejando su estela azul en el aire. En cuanto llegara, le explicaría a Nuckless la situación, estaba seguro, el y todo el pueblo le seguirían.

Desterraría al fin a Shadow y a Rouge de la isla. No le importaba si habia sido por un bien mayor, lo que habían hecho con ellos estaba mal. No se arriesgaría nunca mas en confiar en ellos.

Así tal vez les haga menos daño.

En menos de lo que quiso llego frente a la gran cueva a faldas de una montaña, cerrada con una gran puerta.

Estaba, demasiado lejos de sus casillas, demasiado enojado para pensar con claridad como usualmente hacia, por lo que rapidamente se acerco a la puerta y la golpeo con rapidez y fuerza. Y pensar que Rouge estaba allí, engañándolo mientras Nuckless le creía ciegamente.

—¡Nuckless! ¡Vamos, sal! ¡Necesito que salgas ahora!— Sono tan desesperado como estaba, habia mantenido la compostura con Tails hace un momento, pero esto era diferente, después de helarse los pies y salir de ese repentino shock, ahora lo unico que queria hacer es golpear a esos dos.

Escucho unos rápidos pasos acercarse a la puerta antes de abrirla, dejando ver a Nuckless despeinado y soñoliento, pero con un claro desdén de molestia.

El enojo nos guia, nos traga nos controla, y muchas veces nos arrepentimos, siempre demasiado tarde. Sin ser suficiente consientes que la ira es solo un guardaespaldas de la tristeza.

Una bella eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora