El ruiseñor cantando en la ventana, junto a aquella gélida brisa del invierno a pesar, a los brillantes rayos de sol iluminando los cristales de nieve que hacían parecer paraíso esa parte del bosque, solo esa parte, que le traía paz intensa a su corazón oscuro y quebrado, una parte de aquellos noventa y nueve pedazos restantes.
Podia permitirse cerrar los ojos tranquilo, escuchar el mundo rodeándolo sin pertenecer a ningún lado, despejándose de todo aquello que lo ataba, solo era el, y ese frívolo invierno en un enorme lugar vacío. Hasta, claro, escuchar como la puerta de su habitación se abría lentamente, obligándole a por inercia abrir aquellos ojos escarlata brillante y levantarse con plenitud para verla, vestida con un vestido rojizo y una radiante sonrisa, saludándole como todas las mañanas con una bandeja de comida en sus manos, acariciando un poco con aquel calor su pecho herido.
—Buenos días Shadow— Le saludo, y una dulce sonrisa cargada de amor le regalo dejando con cuidado su desayuno sobre la mesa de cama.
Miro su plato curioso, incluso alzando sus cejas un poco para tomar aquella brocheta de frutas cubierta con chocolate, a un lado una taza de café amargo en una taza de porcelana roja, una que prácticamente era suya, y girar levemente su cabeza para verla a ella, sosteniendo sus rodillas feliz mientras se balanceaba de un lado a otro, viéndolo con entusiasmo como si fuese lo mas interesante de este mundo.
Mierda. Suspiro y dejo su pecho caer con desgano, agachando su cabeza y ojos, sus mejillas de rojo mientras, Amy, lo veía sorprendida, preocupándose por el.
Ese sentimiento no le gustaba, era extraño, tan, desconocido, y al levantar la mirada, al ver aquel matiz esmeralda tan hermoso y brillante deslumbrando para el con preocupación, con amor...Un amor que seguramente el se invento. Y no podia evitar dolerle.
—¿Todo bien Shadow? ¿Te duele algo?
Si, pero al no poder contestarle se sentó correctamente, en la explosión se habia dañado algo en el, algo que creyó muerto, le causaba mas dolor que la herida en su pecho, un constante taladro perforando su cabeza y un aliento sobre sus labios a tristeza, una profunda tristeza de la que constantemente huía, durante mas de 50 años.
Era de miserables y hacia que le doliera la cabeza, apartar su mirada para volver a verla, como un maldito imán en su contra para conectar con dos brillantes piedras preciosas, mas hermosas incluso que la Chaos Esmerald, no ellas, tenian un brillo especial que lo atraían.
Sintió un gran escaparate chocar a su espalda, abriendo sus ojos con sorpresa al darse cuenta y apartar su rostro que se cubría de rojo, mierda, el era tan miserable.
—Gracias por...La comida— Hablo entre cortado, sin el valor de verle a la cara pero escuchando su leve risa reír complacida, tan extraño como para hacerla sentir bien con algo tan trivial como agradecerle.
—Gracias, me hace muy feliz que te haya gustado, intentare prepararte cosas mas dulces entonces, a mi me gustan mucho los panes del pueblo en esta temporada, de cenar podemos comer uno con un chocolate caliente, yo te traería tu café para que lo disfrutes mucho mas ¿Te parece?
—Me gusta la idea.
No se permitía nunca sonreír, pero una pequeña gota de felicidad se resbalo en su rostro, mirando con aquel mismo brillo la comida en sus piernas.
Habían pasado años sin una comida así, una a la que no se negara, aquella calidez en su pecho que lo abrazaba, tan similar a la felicidad en el Arka, con Maria. Sabia que no se merecía esto, y que el abusaba solo de la chica. Pero de alguna forma lo admitía, extrañaba sentirse amado. Aquella calidez mágica que te dañaba lentamente, que con su ausencia, te destruía, era una apuesta arriesgada, demasiado si simplemente desaparecía.
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Una bella eternidad
FanfictionElla tenia un corazón dorado, el tenia una pieza del suyo entre millones. Lastimado, nadie permanecería a su ayuda, excepto ella. Y no sabia lo mucho que el habia pasado ni lo mucho que profunda era su herida, pero lo intentaría, intentaría curarlo...