VOLVIENDO AL PASADO III

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Escoger, era algo que debería hacer en aquel momento, no tenía a nadie más que a mí misma y aquella pequeña criatura que al parecer no quería soltar mi mano.

—¿Usted está segura de lo que quiere hacer?

En ese instante no lo estaba, aunque dos años habían pasado y no tenía nada para darle de lo que se merecía, la señora frente a mí me miraba triste, sin embargo consciente de lo que hacía, porque ese era su trabajo, mientras analizaba mis movimientos, también fijaba sus grandes ojos almendrados en la pequeña que estaba de mi lado.

—Tenemos un centro de apoyo, si quiere, podemos ayudarle.

Parecía que leía mi mente, pero tal vez no era solo eso y sí mis ojos no dejando los de Melisa.

—¿Puede ayudarnos?—Nunca me había sentido tan aliviada, el peso que sentía sobre mí se inclinaba para salir de mi cuerpo. Por un momento pensé que parte de mi vida se resolvería y que podría por fin estar en paz, sin aquel hombre en el que había amado, confiado, entregado parte de mí para después dejarme al saber que llevaba parte de él en mi cuerpo, estaba demasiado ilusionada.

—Claro que sí.

Confiar no era algo que se me daba bien, no obstante, lo había hecho, porque ella era la única opción que yo tenía para salir adelante, ya que me habían despedido de mi trabajo, a mi padre lo había matado y a mi hermano mi progenitor le había dado el mismo final, estaba siendo buscada, aún así nadie sabía quién era la asesina de aquel hombre, porque aquella adolescente ya no era la misma que ellos querían entre las rejas.

Me aferré a Melisa de una manera inexplicable, nadie nos separaría, o eso pensaba yo, no demoraron mucho para aprovecharse de la situación, mi salvadora, en realidad había terminado siendo una traficante y yo, su mula para que no mataran a mi hija. Tal vez esa no fue la peor parte, sino, protegerla de aquellas personas que querían acercarse como cazadores.

—Es mejor que no me defraudes, Himari.

Tres meses, era el tiempo suficiente para intentar escapar de aquel lugar en el que nos había metido a ambas, Melisa por otro lado no se enteraba de nada, porque se dedicaba a cuidar su jardín, a ella le encantaba la naturaleza, no solo las mariposas, así como todos los animales, no importaba lo cuan peligrosos podrían ser.

—No lo haré, Raiko.

Su nombre era tan hermoso, pero la belleza que sostenía llegaba a ser venenosa. La hija de la mujer que nos había ayudado al comienzo era la que comandaba todo aquél tráfico, no podía evitar aprovecharme de la situación, sabía lo que a ella le gustaba y que gracias a ello, podía llegar a escaparme, pero no sin antes quitarla del medio.

«La única manera de librarse de ella, es matándola»

Aquella voz surgía en mi cabeza de vez en cuando, no sabía explicar la sensación que pasaba por mi cuerpo cada vez que la escuchaba, aún así, imaginaba que era yo misma hablándome como si estuviera loca. Entonces solo la ignoraba así como llegaba, porque en el fondo sentía que ella era parte de mí.

«Si no fuera por mí, todavía estarías allí, ¿no es cierto, copito?» El apodo que me había puesto era como un cáncer incurable, solía recordarlo, para saber lo que era capaz de hacer aún teniendo mis manos como armas.

—Te veo más tarde, preciosa— .Sus insinuaciones no me molestaba, de hecho me gustaba saber que podía tener algún poder sentimental sobre ella, al final, sería una presa más fácil de lo que podría esperar, porque de hecho, no es el amor el que te debilita, pero sí, el enamoramiento, el éxtasis y el placer en general. Esas tres cosas podían llegar a ser puntos débiles en las personas ciertas que los tuvieran.

—Adiós—fue mi última respuesta antes de depositarle un beso en los labios, Raiko caía, yo no la culpaba, la vida me había enseñado a ser una buena seductora en los peores casos.

Recordaba como por primera vez en esa noche después de mucho tiempo había tenido aquella pesadilla, aunque el rostro cambiaba, era Melisa quién caminaba con los pies descalzos llenos de sangre, aún siendo pequeña, el cuerpo de mi madre continuaba en el suelo, mientras yo veía la escena lloraba, Melisa, Melisa, le gritaba a la niña, dejala, por favor hija, no la mates.

Le imploraba, la pequeña niña me ignoraba, no me escuchaba, mientras más intentaba acercarme, más se alejaba de mí, de pronto me vi rodeada por sangre, ella ya no estaba, era nuevamente yo escuchando los gritos de mi padre al ver la situación.

—¿Mamá, nos podemos ir?—preguntó y así me desperté, al hacerlo me asusté, porque su cuerpo no estaba a mi lado, Melisa dormía conmigo, ya que en la cama que le habían dado no podía dormir. La intenté buscar con desespero por todo el cuarto sin gritar, para no despertar a nadie, no era la única en aquella situación, habíamos sido todas engañadas de la misma manera.

—¿Melisa?—Pregunté al ver la escena, el pasillo que había percorrido estaba totalmente oscuro, ni siquiera la luz del móvil que les había robado a mis superiores era la mejor, aún así eso no me importaba, porque allí estaba mi hija, al lado de su cuerpo.— Hija...

—¡Mami, mami!— Tenía miedo, estaba tan asustada que no podía reaccionar a lo que estaba viendo frente a mí—tengo miedo.

Raiko estaba tirada en el suelo, llena de sangre, muerta, por otra parte el cuerpo de mi hija estaba manchado y oliendo a líquido viscoso.

No dudé en hacer lo que ya tenía en mente, primero le robé todo lo que la chica tenía en su cuarto, desde algunas ropas hasta dinero, lo segundo que hice fue llevarme su arma y lo siguiente cambiar a Melisa, no sin antes limpiarla rápidamente, habíamos demorado treinta minutos, los cuales quince fueron para quitarles el coche a los de la seguridad. La adrenalina recorría mis venas, mi corazón acelerado por ella me mantenía firme, pero mi pequeña seguía

asustada, cómo le explicaría lo que había pasado, no quería ni cuestionarlo, porque temía.

Primero las damas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora