ENTRE SUEÑOS Y PESADILLAS II

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Sabía que mis miedos podrían perjudicarnos a todos, sin embargo, no me imaginaba que los de Adriano pudieran ser tan letales, por primera vez lo vi paralizado, las bestias lo estaban rodeando, aún así, no le hacían nada, «no es él», me dije.

Y entonces el príncipe desapareció, porque la sombra lo escondió, jajaja.

Su voz me molestaba, por más que no quisiera escucharla o evitarla, ya no podía hacerlo más, sentía que Byeol tenía razón, mi cabeza estaba llena de hilos finos.

—¿En dónde lo has dejado?—Le oí decir a Byeol irritado. El hombre le estaba gritando al ser que teníamos frente a nosotros, delante de aquellos animales, sus ojos eran tan perturbadores, su pelaje se movía a cada paso que daban.

Estás perdida, Himari.

La voz no me dejaba en paz y mi cuerpo no aguantaba la presión, «sueños, no miedos», pensaba intentando enfocarme en ello.

—¿Quieres saberlo, realmente?—Respondió él ser que se estaba frente a nosotros, tenía colmillos, los ojos azules de Adriano desaparecían, se convertían en un amarillo intenso, un poco más grande de lo normal, la ropa que llevaba puesta se rompía mientras eso crecía, el pelo rosa cambiaba a uno negro y sus orejas tenían una forma de elfo. Pero no era uno, ni siquiera podía descifrar lo que esa cosa era.

Yokafo , es un ser capaz de convertirse en seres cómo elfos, zorros, lobos, cualquier animal con la mitad de algún monstruo—mientras Yuki me explicaba, yo intentaba concentrarme en no revivir mis mayores miedos—no matan a sus presas, primero las torturan, entonces Adriano debe estar escondido en su aldea, al parecer las Luvulpinis son su compañía. Concéntrate, Himari, sé que puedes, necesito que puedas, porque si no lo haces, no vamos a poder pasar por las puertas, ni salir de aquí.

—¿Se van a quedar ahí parados sin hacer nada?—preguntó Byeol irritado, ya avanzado hacía el objetivo, sus ojos se encontraban diferentes, así cómo su cuerpo.

¿Sabes lo que va a pasar? Byeol te va a matar, pero sigues al lado de todos ellos, deberías matarlos Himari, no ayudarlos.

«Sueños, no miedos», me decía intentando callar la voz.

Tu me puedes callar, pero no vas a poder evitar verme.

De pronto, tenía a la sombra frente a mí, al lado de aquél ser que estaba sustituyendo a Adriano.

—Sabía que esto pasaría—dijo Byeol con llamas, en dedos habían llamas azules, «¿cómo es posible», me pregunté mientras veía que Yuki hacía exactamente lo mismo, ambos cuerpos ardían. La diferencia entre los dos eran las alas, de pronto el primero liberaba dos de ellas grandes, verdes, hermosas, ambas se incendiaba de la misma manera, Byeol estaba pareciendo una mariposa.

—Quédate atrás, Himari—me ordenó de pronto Yuki—solo no pienses en tus miedos, piensa en cosas lindas.

«Cosas lindas, si pudiera recordar algo bonito...» Lo intentaba, sin embargo un escalofrío recorría mi columna vertebral.

—No puedo quedarme sola, parada—dije en voz alta para que Byeol también me escuchase—yo también puedo—concluí en ese momento. Ambos me miraron por última vez y antes de comenzar, de sostener la cuchilla que en mis manos había aparecido cómo la quería, aquella frase salió de él removiendo algo dentro de mí que no entendí, «escuché eso, pero ¿en dónde?».

—Ya que quieres ser tan participativa Himari, entonces, primero las damas.

—Estás loco, Byeol—le escuché decir a Yuki, pero ni siquiera eso me detuvo, di tres pasos para adelantarme y también sentí algo arder dentro de mí.

«Momentos felices», pensé antes de que mi cuerpo ardiera, recordé a Melisa, su risa y cómo a pesar de los momentos difíciles que habíamos pasado nos manteníamos unidas.

—¿Qué estás pintando hija?—le había preguntado, ese recuerdo se mantenía en mí nítido, principalmente por ser uno de los últimos, ya que había sucedido dos meses antes de su muerte.

—A papá con nosotras, mira, ¿no me ha quedado bonito?

Mi corazón en ese momento lloró, porque sabía que ese no era Harry y sí un padre imaginario que Melisa había creado, en ella no habían lágrimas, ni tristeza, pero sí felicidad, el hombre mal dibujado estaba de espaldas, mientras nosotras nos encontrábamos sonriendo. No entendía cómo podía tener tanta imaginación, su inocencia era traslúcida. Eso me mataba.

—¿Y cómo se llama papá?—Le pregunté en ese momento mostrando interés aunque eso me rompiera, pero al mismo tiempo me trajera felicidad.

—Mmmm, no lo sé, pero es muy bonito.

—¿Sí?

—Siii, es muy muy bonito y así de alto—intentaba ponerse de pie lo máximo que podía para describirlo, «gracias, hija», quise decirle en ese momento, sin embargo, la abracé, sentir sus brazos me tranquilizaba.

Volví al lugar en el que estábamos, la imagen del falso Adriano avanzaba hacia mí sin miedo, en ese instante sonreí, mientras mis movimientos comenzaban, la cuchilla se había convertido en una espada que parecía ser pesada, pero que a mí no me afectaba sostenerla.

—Nunca lo van a encontrar—fue lo que el ser dijo intentando defenderse, no podía, era mucho más veloz que él y no entendía porqué, el primer corte se lo hice en el brazo, la bestia sangraba, pero a diferencia de nosotros, su sangre era amarilla, lo siguiente que hice fue quemarlo, iba a terminar con mi trabajo, sin embargo su mano me detuvo.

—¿Qué haces? ¿Eres idiota? Lo necesitamos vivo para encontrar a Adriano—Byeol estaba enfurecido, aunque eso no duró mucho, porque los otros seres se aproximaron a él y a Yuki, no le dio tiempo para continuar con su discurso.

—Al parecer no han cambiado nada—me dijo en ese momento la bestia, sin entender nada la continúe sosteniendo con fuerza, la única que me restaba para no soltarlo ni matarlo.

—¿Qué dices?

—Pero no te preocupes, que al final uno siempre muere—sonrió, herví y a lo lejos divisé a Yuki, pronto mis ojos pasaron para Byeol y por mucho que no quisiera, mi cuerpo lo hizo, lo incineró, la bestia gritaba mientras su cuerpo se quemaba bajo el fuego que salía de mí.

Por un momento pensé que los animales iban a avanzar hacía mí, pero en vez de eso, todo el mundo se quedó quieto, aquellas fieras que antes estaban luchando contra los hombres los cuales se encontraban paralizados parecían calmarse, sus ojos cambiaban de color, así cómo su pelaje, de pronto una voz conocida apareció, entendía quién era, así que no dudé en avanzar hacía su cuerpo.

—Mamá—Melisa se encontraba entre mis brazos, sabía que era un sueño, un deseo que tenía, de pronto, ya no había oscuridad, el cielo se había puesto azul, su pelo estaba atado en dos coletas cómo en aquel recuerdo que había pasado por mí cabeza—mamá—me susurró en ese instante de pronto mientras mis brazos la envolvían—¿te has peleado con papá?—Quise responderle, no obstante no dije nada, no me dio tiempo de hacerlo. Su cuerpo había desaparecido de pronto, así como los animales y el cuerpo de la bestia que había matado.

—Tenemos que encontrar a Adriano para pasar la siguiente puerta—sentí su mano en mi hombro, su voz me hacía entender que él sabía de lo que se trataba, Yuki me miraba, mientras tanto yo me levantaba para que pudiéramos continuar, por otro lado Byeol no tenía palabras, aún así, su mirada podía decir todo lo que él pensaba de ese momento.

—Antes de que la bestia muriera pude leer lo que pensaba, sé en dónde está Adriano—dijo de pronto el hombre que se encontraba alejado de nosotros. Lo único que hice fue caminar hacía dónde estaba el nombrado, porque en el fondo yo también lo había hecho y sabía que nosotros no habíamos sido los únicos.

—Todos escuchamos lo que la bestia dijo—concluyó sin dudar Yuki.

"No importa cuantas veces lo intenten, uno siempre va a morir, uno se va a quedar atrapado y quién salga, va a volver para intentar salvar a los otros dos, ciclo se va a repetir, todos, van a continuar en este mundo"

«Pero solo hay tres, entonces, uno de ellos es un traidor», pensé en ese momento, la bestia me sonrió de punta a punta antes de morir, en aquellos ojos pude ver el mal, «quiso decir algo, pero lo maté», en ese momento me sentí una idiota, porque había borrado una pista.

Primero las damas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora