UN MAR DE LÁGRIMAS ROJAS III

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Eso no le traía buenos recuerdos, porque había perdido en un mano a mano.

"—Eres demasiado débil, mira, tú hermano pequeño te ha ganado", esa frase la había dicho nuestro padre, yo tenía dieciséis años, él veinte.

—Estás muerto, August.

—Intenta matarme, Nicolau, pero hazlo con honra, sí es que aún la tienes, hermanito.

La ira de mi hermano era mucho más fuerte que su objetivo, en pocos segundos lo tuve enfrente, en un mano a mano, seguro de que podría ganarme, ya que me había inyectado algo anteriormente.

Vi como sus ojos se encontraban en llamas, la chispa de rabia conseguía quemar todo el lugar, Nicolau dio tres pasos atrás para dejarme espacio, en su mente, yo iba a perder, pero en mi mente, no habría lucha y sí un escape improvisado, no importaba si el lugar estaba poco iluminado, ya había memorizado lo poco que podía ver, la puerta se encontraba a un metro de mí, justo atrás de él, lo que hice por instinto fue apagar la vela, quedarnos en la oscuridad era mi propósito.

—Eres listo, August. Pero recuerda, no vas a salir de aquí, escucho tus pasos, hermanito—y por ese motivo, lo que me restaba era usar mis manos, sí, había aprendido a mantenerme boca abajo mientras caminaba con mis brazos, pero de hecho, nunca lo había practicado en la oscuridad—¿Realmente piensas que no escucho tu respiración? Ay hermanito, eres tan inocente, no vas a poder escapar de aquí, hay guardias, no vas a salir con vida si lo intentas.

«No creo que los guardias quieran sacrificar su vida por una persona cómo tú», quise argumentar, pero me mantuve en silencio, mis manos me dolían, la sensación de que me iba a caer contra el suelo era tan grande que no sabía cómo podía parar de respirar de manera tan profunda.—Es una pena, porque la vela no se enciende sin...

—El encendedor—susurré ya poniéndome de pie, estaba a su lado, mi respiración tocaba su nunca y aunque mi hermano intentara darse la vuelta, era demasiado tarde, mis brazos estaban envueltos en su cuello, dejándolo sin respiración.

«Directo al trono, eres igual a ellos», me castigaba mentalmente, sin embargo, era mi única salida, de pronto pude encontrar la luz, encenderla y ver cómo era el cuarto, o mejor dicho, el sótano.

—Mierda—dije de pronto, no tenía ninguna arma, nada. Mi hermano no estaba preparado ni mentalmente ni físicamente. «Una cuchilla», pensé al ver el objeto, «por lo menos algo que puede ayudarme». Tenía que salir de allí de cualquier manera y lo hice, el pasillo era lo suficientemente grande para pasar, demoré cinco minutos hasta llegar a una puerta.

La misma me llevaba a una escalera, estaba en una casa grande, «seguramente compraron algo lejos del centro», lo habían hecho, parecía que estaba una mansión, no recordaba cómo se sentía tener todo eso, entendía que los guardias reales y mis padres estarían llegando entonces no dudé en correr.

«No hay nadie», me dije al ver que el lugar estaba totalmente vació.

No puedes hacer nada, August.

Una voz fue lo que escuché y por primera vez pensé que me estaba volviendo loco.

Si quieres volver, tienes que matarla.

«¿Matar a quien?» Quise preguntarle, aunque desistí en ese exacto momento, cuando me di cuenta que estaba hablando solo.

Tienes que matar a Himari, August.

Pero no lo estaba, aquello no era una alucinación, alguien me estaba hablando.

Si no la matas, vas a morir tú.

—No voy a matar a Himari. Prefiero morir antes que matar a alguien que amo.

Acabas de matar a alguien que en el fondo amabas, ¿por qué no hacerlo con ella para salvarte?

—Nicolau ya no era una persona, era un asesino.

Y tú eres otro.

—Lo soy—me repetí—e igualmente no significa que vaya a matar a Himari, déjame en paz.

En realidad no puedo dejarte en paz, porque vas a tener que matarla.

—No lo haré.

—Sí, lo harás—de pronto otra voz se asomaba, era un hombre, parecía que no tenía ojos.

—¿Y tú quién eres?

—La persona que te va a salvar el pellejo, vamos.

—¿Por qué no hay nadie en este lugar, yo...?

—Acabas de matar a tu hermano, pero nunca llegaste a la puerta que te llevaban a las escaleras, porque te han intentado matar sin que pudieras defenderte, estás en coma.

—Pero...

—Había otra persona en el sótano, Au...

—Adriano.

—Había otra persona en el mismo lugar, Adriano.

—¿Y cómo sé que no me estás mintiendo?

—Ya me gustaría que esto fuera una mentira—suspiró.

—¿A dónde vamos, en dónde estamos?

—A matar a Himari, para que no te mate y en tu mente.

—No la voy a matar y tú tampoco.

—¿Y eso quién lo decide, tú? Yo voy a matarla, porque necesito regresar a mi cuerpo y tú, bueno, tú ya estás muerto básicamente. Solo falta que tus padres te quiten la máquina y ya está, muerto.

—Te he dicho que prefiero morir a matarla a ella.

—Ni siquiera la conoces, ¿por qué quieres protegerla tanto?

—¿Y tú sí?

—La conozco tan bien, que por culpa de ella, estoy en este maldito lugar intentando protegerte de ella.

—Estás loco y yo lo estoy más por creerte.

—No, Adriano. Ni yo estoy loco, ni tú tampoco, ya verás.

Cuando aquel hombre me dijo eso nunca creí, que ese sería mi destino, pero allí estábamos, mientras la nieve caía sus botas la pisaban.

«¿Con quién está hablando?» Me cuestioné, aunque la presión en mi pecho aceleró en ese momento la poca respiración que me quedaba al ver aquella escena.

—¡Himari!—Intenté gritar, no funcionó, «ese no soy yo».

—En realidad sí lo eres, la criatura clonó tu cuerpo.

—¿La criatura?

Te dije que la tenía que matar, August.

—¿La estás escuchando, verdad?

Himari tiene que morir.

No lo pensé dos veces, mientras veía cómo su cuerpo recaía en el de aquella hermosa mujer aproveché para noquearlo, por algunos segundos pude ver aquellos hermosos ojos, se estaban cerrando, «la he lastimado», me dije viendo cómo su cuerpo estaba lleno de sangre, «la maté».

—No tú—respondió de pronto el hombre, mirala—a mi lado una sombra sonreía, no tenía ojos, solo una boca filosa, no sabía qué era, pero cuando me acerqué...—Si lo haces, tú y yo estaremos muertos. Todavía le quedan las otras.

—¿Las otras?— Le pregunté viendo cómo el cuerpo de la mujer se iba desangrando, mientras yo no podía hacer nada, porque parecía estar en un sueño.

—La criatura va a intentar matarla en todas las otras dimensiones.

—¿Dimensiones?

—Sí, al igual que nosotros, Himari se encuentra en otras dimensiones, todos pasamos por ellas a través de los sueños que tenemos mientras estamos en coma, tú, Himari y yo estamos los tres encerrados en nuestra cabeza y uno de ustedes va a tener que morir, para que los otros se salven. No voy a ser yo, así qué tú tampoco.

—No pienso matar a Himari.

—Pues sí tú no lo haces, la criatura lo hará primero y sí ella la mata primero, después seremos nosotros los muertos, entonces tú decides que vas a hacer.

De cualquier manera estaremos muertos.

Primero las damas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora