AMARSIGARE III

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AÑOS ANTES DEL ASESINATO.

«¿En dónde estoy?» Fue lo primero que me cuestioné, mientras caminaba descalzo, no había nadie, ni voces, ni color, ni vida, no había absolutamente nada, «este no puede ser el mundo de los sueños...»

No lo es, de hecho, te encuentras en tú mente.

—¿Quién eres tú?—Le pregunté, mientras veía mi cuerpo, no solo estaba descalzo, así cómo desnudo, la bruja me había encerrado en un mundo aparte. Maldita bruja.

No culpes a la bruja, ella no tiene nada que ver aquí, de hecho, si no fuera por ella, probablemente estarías muerto.

—¿Muerto? ¿De qué hablas?

Tu objetivo era matarla, ¿verdad? Siento decirte que ella te mató primero. La bruja por otro lado te puso una protección para cuando te la encontraras nuevamente.

—¿De quién estás hablando?

De Himari, la salvadora de tú pueblo, aquella que carga consigo una maldición, a la que no quieres ayudar, pero sí matar...

—¿Cómo...

Pudo hacerlo? Pues bien, haciéndolo, la Himari de tu mundo no tiene control sobre sus acciones, ni siquiera recuerda quién realmente es, pero sí sabe, que no es cómo las otras personas, eso lo tiene claro. Realmente, ¿no la recuerda, príncipe? Es la salvación de su pueblo, ha escuchado leyendas sobre ella, pero...No recuerda quién fue en su vida...

—¿Quién eres tú?, muéstrate—mientras le ordenaba, mis recuerdos se mezclaban intentando saber quién era realmente Himari. Aún así, volvía a cerrar el intento, cuando la frase "ella es la salvación" volvía a mi cabeza como si aquello fuera un arma filosa advirtiendo que no podía volver atrás.

Yo, soy tú Byeol y sí no me escuchas con atención, acabarás muriendo.

—¿Qué quieres decir, por qué me hablas cómo si tuviera que descubrir algo?¿No sería más fácil si me lo dijeras directamente?

Sabemos que a ti te gustan los juegos, somos la misma persona.

—Pues en este momento quiero que el juego se acabe.

Eso no será posible, la bruja te dio una misión, tienes que cumplirla.

—Si eres yo, deberías saber que no voy a salvar a Himari.

Porque soy tú, es que sé que vas a salvar a Himari y tal vez, también a tu hija.

«Hija», era una palabra que resonaba en mi cabeza al recordar las palabras de Harry, Melisa, así era su nombre y mismo que desconociera su aspecto una parte de mí vibraba, porque en el fondo quería que aquello fuera real, tal vez quería alimentarme de alguna esperanza, aún pensando que no existiera.

—¿Qué es lo que tengo que hacer?

Salvar a Himari y matar al príncipe.

—¿De qué hablas?

Vas a ser el guardián de la bestia, para ganarte su confianza, vas a tener que estar a su lado, habrá lagunas, el tiempo volverá, pasará y se trancara, cuando sientas que debes hacerlo, actúa, pero no mates a Himari.

—¿Y cómo puedo matar a la bestia?

Tienes que regresar al mundo de los humanos para ello. Solo allí, vas a poder matarla, porque lo que vas a tener al lado va a ser su alma, la esencia que no envenenaron todavía, no obstante, en el mundo de los humanos la bestia está encerrada en su propia mente y ellos la están manejando como quieren.

—¿Ellos?

Lo vas a entender cuando vuelvas al mundo de los humanos.

—¿Y cómo puedo confiar en tu palabra?

Ya lo haces, Byeol, tú nunca desconfías de tus palabras o instintos, entonces yo sé que vas a confiar en la mía, por ser la misma que la tuya. Te espero.

Mientras aquella voz desaparecía, imágenes de mi memoria aparecían. Toda mi infancia en el mundo de los humanos, junto a mi adolescencia y juventud.

Aquellos recuerdos me quemaban por dentro, cada uno significaba algo, había momentos de felicidad, frustración, envidia, felicidad, rencor, odio, tristeza, rabia y amor. Todo que quería olvidar la voz me lo recordaba, mi yo insistía como si eso fuera importante para continuar la vida.

De pronto los flashes de mi madre se juntaban a todo lo que estaba siendo caótico para mí.

—Tú puedes salvar a nuestra salvadora—me había dicho, yo en ese momento era tan pequeño que ni siquiera entendía lo que quería decir.—Byeol Nakirlegir, heredero del trono Blessora y salvador de nuestra salvadora, eso es lo que tú eres y quién tú eres, hijo. Que tus alas verdes puedan cubrir las heridas del fuego rojo.

Una vez decía eso, sus lágrimas caían en mi rostro, por otro lado, yo la acompañaba, vivenciando después de ello a mi padre, sacándola de mi habitación con seis guardias atrás, por su parte mi madre no se defendía, pero podía sentir como la tierra se movía a la par de su enfado, nadie podía controlarla, mi madre era la única en nuestro mundo capaz de comunicarse con la naturaleza. Yo, solo podía escucharla, el espíritu de ella me decía lo que debía o no hacer.

La naturaleza me había llevado hacía la bruja.

Ella me había dejado despedirme de mi madre.

«No debería haberte enamorado de un humano, ni yo de una humana», me decía a mí mismo con pesar, me culpaba por mi nacimiento y culpaba a ese mundo lleno de mentirosos.

Poco tiempo después de ello, lo único que quedó dentro de mí fue el silencio, parecía un funeral, todo los sentimientos se habían mezclado dejándome solamente en el vacío.

Primero las damas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora