El odio y la rabia
Lo sabe. Wesley Foster lo sabe.
Hacía años que nadie me lo echaba en cara.
Mi hermana, aunque nunca me perdonó ni me perdonará, dejó de reprocharme lo que le hice poco después de que me viniera a Alaska. En realidad, dejamos de hablar cuando me mudé.
Mi madre se olvidó del tema incluso antes. Mi padre, igual.
Y, en cuanto a Preston, lo cierto es que mi contacto con él se cortó de cuajo en cuanto Mia supo que nos estábamos acostando a sus espaldas.
Pero ahora el capullo que tengo delante acaba de insinuar en voz alta lo que llevo tanto tiempo sin hablar con ninguna otra persona, ni siquiera con Yuka que, tras contárselo, decidió ignorar todo ese asunto.
El miedo es más fuerte que el enfado. La sangre me abandona el rostro y me quedo muy quieta, mirando al chico con los ojos muy abiertos, intentado no empezar a hiperventilar.
—¿Cómo...? ¿Cómo te has enterado de eso? —consigo preguntarle.
Aquí solo mi mejor amiga lo sabe. Y dudo mucho de que ella se lo haya dicho.
—¿De que te follabas al prometido de tu hermana? —inquiere Wesley, y la aclaración me sienta como una patada en la boca. Acto seguido, se encoge de hombros, despreocupado—. Solo he leído entre líneas la información que Ashoona me dio sobre ti.
De modo que, aunque haya sido sin pretenderlo, sí que ha sido Yuka quien se lo ha dicho.
—Haz el favor de callarte —le ladro—. No tienes ni idea de lo que hablas.
Como no podía ser de otra manera, me ignora olímpicamente.
—Para eso me necesitas, ¿no? —indaga—. No puedes ir a la boda sola. La gente creería que todavía tienes o quieres tener algo con él y eso no daría muy buena imagen que digamos.
—Cierra la puta boca, Foster —repito, más dura, porque, por supuesto, ha dado en el clavo.
El cabreo le está ganando terreno poco a poco a lo aterrorizada que estoy por estar volviendo a mantener una conversación sobre todo esto después de tantos años y, encima, con esta persona que me odia y a la que odio tanto.
—¿Ves como sí que sé de lo que hablo? —replica—. Todavía te gusta, ¿no? ¿Estás enamorada de ese tío?
Soy inacapaz de contestar a eso. ¿Todavía me gusta Preston? ¿Sigo enamorada de él? ¿Lo estuve alguna vez? No tengo ni idea. Lo que sí que sé es que no quiero que me guste ni quiero sentir nada por él. Absolutamente nada.
Está tan mal que hasta Wesley parece escandalizado al respecto. Casi me entra la risa. Si esto le parece fuerte... ¿Qué pensaría si supiera que he hecho algo incluso peor? ¿Si supiera lo que le hice a Audrey Graham?
Se toma mi silencio como una respuesta afirmativa y asiente ¿asqueado? ¿Indignado? No sé muy bien qué siente ahora mismo, pero tengo bastante claro que no está de mi lado.
—Ya veo —dice—. Te das cuenta de lo ridículo que es eso, ¿verdad? Va a casarse con otra.
Ahora sí, me rio.
Soy más que consciente de lo patética que es mi situación, no tengo ninguna necesidad de que este imbécil me lo recuerde.
Es tan humillante que termino dejándome llevar por la rabia. Las ganas de devolverle el daño que me está haciendo y lo mucho que me cabrea que tenga la capacidad de herirme con sus estupideces eclipsan a todo lo demás.
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Dime que me odias
RomanceDesde que hace cuatro años se mudó a Alaska, Sierra vive aislada para mantener a raya la culpa y los remordimientos, pero la boda de Mia amenaza con hacer estallar su burbuja de control y secretos. Desesperada, Sierra decide seguir los consejos de...