El favor
Yuka da una palmada entusiasmada en el aire.
—¡Te queda de fábula!
—Seré una estatua de hielo fabulosa —refunfuño yo.
El vestido es precioso, sí, el más bonito de todos los que tengo, pero también el menos abrigado. No resulta adecuado en absoluto para asistir a una boda que va a celebrarse a varias docenas de grados bajo cero.
—Para presumir hay que sufrir —repone mi mejor amiga, encogiéndose de hombros—. Y, si tienes que congelarte el culo para dejarlos a todos con la boca abierta, que así sea.
—Preferiría no tener que congelarme nada —gruño, peleándome con los tirantes de la prenda, que me aprietan demasiado.
—Pues yo prefiero que Preston se arrepienta al instante de haberte dejado tirada cuando te vea —insiste ella—. Este es el vestido de la venganza. Lady Di estaría orgullosa de ti.
Pongo los ojos en blanco. Por supuesto, además de aficionada a las comedias románticas de hace décadas, Yuka también es una friki de la cultura pop, desde los cotilleos de famoseo de Hollywood hasta teorías conspiratorias del área 51, pasando, por supuesto, por saberse la vida entera de cada miembro de la familia real británica.
—No quiero vengarme de nadie —mascullo.
Al contrario, más bien, y estoy a punto de explicárselo a Yuka por enésima vez mientras intento quitarme el vestido, pero el sonido de la puerta principal abriéndose detiene mis manos en el aire y me hace cerrar la boca de golpe.
Cuando quiero darme cuenta, Wesley ha entrado en el salón.
—Anda, ¿cómo tú por aquí? —saluda a Yuka.
—Estoy ayudando a Sierra a elegir vestido para la boda —es su contestación—. ¿Qué te parece? ¿A que le queda genial?
Entonces sus ojos marrones se desvían de mi mejor amiga para pasar a clavarse en mí. En mi rostro primero, que empieza a sonrojarse. Y después su mirada desciende para examinar el vestido, recreándose en cada centímetro de mi cuerpo. Cuando su vista vuelve a encontrarse con mis ojos, Foster está sonriendo con la boca cerrada, haciendo un bulto en un mejilla con la lengua.
—Al final parece que sí que tienes algo que merece la pena ver.
Yuka frunce el ceño, sin entender el comentario. Pero yo lo entiendo demasiado bien.
—Eres un pedazo de gilipollas.
—Si así es como aceptas un cumplido, no me quiero imaginar cómo recibirás un insulto de verdad.
—No quiero tus putos halagos. Y ya me has insultado mil veces como para saber de sobra cómo recibo yo los...
—Vale, vale, chicos —me interrumpe Yuka—. Gracias por darnos tu opinión, Wes —añade, despachándolo con una sutileza que yo jamás podría demostrar.
El aludido lo capta y no parece molestarle que mi mejor amiga le esté echando. Al contrario, se despide con una sonrisa.
En cuanto desaparece por el pasillo, Yuka se deja caer en el sofá.
—¿Sabes qué? Olvídalo. Puedes ponerte lo que quieras —suspira—. De todas formas, nadie se va a fijar en ti con él a tu lado.
—Vaya, muchas gracias —le ladro.
—Oye, es verdad —se defiende ella—. Tú eres una tía guapísima, pero él... Uf, imagínatelo trajeado.
Aunque no quiera, mi mente obedece de todas formas. Sacudo la cabeza para borrar esa idea.
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Dime que me odias
RomanceDesde que hace cuatro años se mudó a Alaska, Sierra vive aislada para mantener a raya la culpa y los remordimientos, pero la boda de Mia amenaza con hacer estallar su burbuja de control y secretos. Desesperada, Sierra decide seguir los consejos de...