Capítulo 15

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La llamada

Ninguno de los dos dice ni una sola palabra mientras esperamos para pagar, ni cuando metemos toda la compra en las bolsas de plástico reutilizables que ha traído el chico, y mucho menos abrimos la boca al salir del súper. Cargamos las bolsas en el maletero a toda prisa bajo una nevada que va ganando intensidad por momentos.

Me quedo mirando cómo Wesley guarda la última bolsa y cierra el maletero con un golpe que me hace dar un respingo.

—¿Estás bien? —me pregunta—. ¿Quieres que conduzca yo?

Debería contestar a la pregunta. Debería ponerme la capucha del abrigo antes de que los copos me empapen el pelo. Debería moverme, hacer algo, lo que sea. Pero soy incapaz.

No me puedo creer que acabe de reencontrarme con mi hermana después de cuatro largos años y ni siquiera me haya dado la oportunidad de pedirle perdón otra vez.

—¿Visentin? ¿Quieres que conduzca yo? —repite Wesley.

Se acerca y se agacha un poco para abrocharme la cremallera del abrigo y es eso lo que me hace reaccionar por fin. Le aparto las manos y me subo la cremallera yo misma, molesta.

—Vale —respondo, sin embargo.

No tengo tanto orgullo como para no admitir que ahora mismo no estoy en condiciones de conducir de vuelta a Birchwood. No lo estaría ni aunque no fuese de noche y la carretera estuviera limpia de hielo.

Foster asiente y rodea el coche para ponerse al volante, mientras que yo ocupo el lugar del copiloto.

Lo primero que hace nada más arrancar es poner la calefacción a tope y encender la radio. Está buscando una emisora por la que se escuche algo que no sea pura estática cuando yo rescato mi móvil de las profundidades de mi bolso.

—Tengo que hacer una llamada —le aviso.

Deja de toquetear la ruedecita de la radio al instante, apagándola.

—Claro.

Sé que va a resultar de lo más incómodo hacerlo con él presente, pero no puedo esperar a estar en la intimidad de mi cuarto para hablar con mi madre.

Marco su número de memoria, demasiado nerviosa para buscarlo en la agenda de contactos, y ella atiende la llamada al tercer tono.

—¿Qué pasa, cariño?

...

—Mamá —resuello y sueno patética. Me obligo a seguir hablando tras unos segundos de silencio—. Acabo de ver a Mia.

—¡Ah, sí! —suelta ella, cantarina—. Ya te dije que iba a estar por allí durante estas semanas previas a la boda, ultimando los preparativos.

—No... No me dijiste nada —la contradigo, a duras penas.

Que Wesley me esté mirando de reojo mientras balbuceo en voz baja no me ayuda para nada a sentirme menos tonta. Más bien al contrario.

—Claro que sí —repone mi madre—, te escribí un mensaje el otro día. Creo O puede que... Oh. Vaya, lo siento, cariño. Se me olvidó comentártelo.

Intento tratar saliva, pero tengo la boca tan seca que lo único que consigo es hacerme daño en la garganta y emitir un sonido desagradable.

—¿Dices que se va a quedar aquí hasta la boda? —indago.

—Esa es la idea, sí —confirma ella—. Pero tranquila, ha encontrado alojamiento en Fairbanks.

Asiento, despacio y le echo un vistazo a Foster al escucharle cambiar de marcha. Lo pillo con los ojos marrones clavados en mí y aparta la vista al instante.

Dime que me odiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora