Decisiones
Wes no me ha soltado la mano desde que salimos de nuestra habitación hace unas horas, siguiendo a mis padres. Sus dedos han permanecido entrelazados con los míos durante la ceremonia, que ha resultado ser de lo más aburrida y ñoña. También hemos saludado de la mano a mis parientes más cercanos en el aperitivo que le ha seguido y, ahora que se está acabando y tenemos que dirigirnos al restaurante del hotel para la cena, sigo aferrándome al chico como a un clavo ardiendo.
Hasta que veo al señor y a la señora Graham caminando un apenas un par de pasos por delante de nosotros. Entonces aparto mi mano de la de Wes con suavidad.
—¿Vas a...?
Asiento.
—Voy a hablar con ellos.
Voy a hacerlo de verdad.
—Tranquila, ¿vale? —me anima él—. Saldrá bien.
Esa sonrisa suya podría convencerme de casi cualquier cosa. Casi. Pero no de esta.
De todas formas, le devuelvo el gesto. Curvo los labios en una sonrisa mucho más débil y temblorosa que la suya, pero que es espero que sirva para transmitirle mi agradecimiento por su apoyo.
—Te espero aquí.
Le doy un beso tan rápido en la mejilla que no le da tiempo a añadir nada cuando me aparto. Yo tampoco pronuncio ni una sola palabra más antes de ir a alcanzar a los Graham.
Llamo su atención cuando estoy lo bastante cerca para no tener que gritar y ambos se dan la vuelta. No me cabe duda de que les sorprende que haya acudido a ellos, aunque ninguno lo demuestra.
—¿Sierra?
La señora Graham suena confusa, eso sí.
Decido que lo mejor es ir directa al grano, decir lo que tengo que decir antes de que me ponga más nerviosa todavía y no sea capaz de sacar ningún sonido de mi garganta.
—Yo... Quería disculparme con ustedes —confieso—. Sé que es ridículo, que pedir perdón no sirve de nada, pero...
—¿Pedir perdón por qué, cariño? —me corta la mujer, más desconcertada que hace un momento, si es que eso es posible.
—Por lo que pasó con Audrey —aclaro, como si no fuera obvio—. Por... Por lo que hice.
La miro a los ojos. Esos ojos claros como los de su hija. Se le humedece a causa de las lágrimas y capto el momento justo en el que lo entiende. Entiende cómo me siento y frunce el ceño, de modo que su mirada adquiere un matiz de algo que está tan fuera de lugar que no me lo creo. Es... ¿Compasión?
—Ay, Sierra, no fue culpa tuya —repone, tomándome de las manos, que vuelven a temblarme—. No fue culpa de nadie.
—Pero yo...
—No —me interrumpe, tajante—. Ella no querría que te sintieras culpable, ¿sabes? Sé que esos últimos meses dejasteis de llevaros bien, pero Audrey te quería muchísimo, Sierra. Eras su mejor amiga.
—Por eso lo siento tanto —replico, y no me doy cuenta de que he empezado a llorar hasta que se me rompe la voz—. Le fallé. Ojalá pudiera cambiar cómo la traté antes de que...
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Dime que me odias
RomanceDesde que hace cuatro años se mudó a Alaska, Sierra vive aislada para mantener a raya la culpa y los remordimientos, pero la boda de Mia amenaza con hacer estallar su burbuja de control y secretos. Desesperada, Sierra decide seguir los consejos de...