Se acabó
Yuka me despierta unas dos horas después para informarme de que los vídeos han sido eliminados. Mi madre me llama, alarmada, preguntándome qué tal estoy tras haberse enterado de todo cuando Wes se ha presentado en el hotel. Le miento y le digo que estoy bien para tranquilizarla. Ella me comenta que han tenido que llevar a Preston al hospital.
Pero, cuando Wes regresa, otro par de horas más tarde, lo único que indica que ha sido él quien ha enviado a Preston Nichols a urgencias son sus nudillos abiertos, en carne viva. Tiene las manos hinchadas y los dedos ensangrentados, a juego con algunas salpicaduras carmesíes en sus mejillas.
Mi mejor amiga palidece al verlo bajo el umbral de la puerta del salón, pero yo sé que no es por miedo por lo que se me ha acelerado el corazón. Más bien todo lo contrario.
—¿Estás...? ¿Estás herido? —le pregunto, levantándome del sofá para ir a reunirme con él.
Wes niega con la cabeza, a pesar de que le siguen sangrando las manos.
—Él está peor, créeme.
Le sostengo la mirada. Ahora hay tranquilidad en sus ojos, en contraste con la ira que ardía en ellos cuando se fue. Pienso en darle las gracias, pero no me salen las palabras.
—Al abogado que he encontrado no le va a hacer ninguna gracia que le hayas pegado una paliza al tío al que vamos a denunciar —interviene Yuka, y ambos nos giramos hacia ella que sigue sentada de piernas cruzadas en el sillón—. No digo que no me alegre de que le hayas partido la cara, eh. Pero no sé si nos va a beneficiar en algo.
—Ha borrado los vídeos, ¿no? —replica Wes, a lo que Yuka asiente—. Pues ya nos ha beneficiado en algo. Dame el número del abogado, quiero hablar con él.
—Oye, que estamos en el mismo bando, Foster —bufa ella.
Él cierra los ojos con fuerza. Parece agotado.
—Lo sé —repone—. Pero Nichols va a ponerme a la policía detrás en cuanto recupere la consciencia. Así que quiero preguntarle amablemente a ese abogado tuyo si puede representarme a mí también.
Ahogo un grito. No escucho nada más a partir de lo de que ha dejado a Preston inconsciente a golpes. A Yuka se le corta la respiración de la impresión, pero asiente con vehemencia y le pasa el contacto del abogado.
Wes se va a hablar por teléfono fuera y, al rato, Yuka sale y se pasan casi media hora en el porche, mientras yo me quedo tumbada en el sofá, observando a Izzy dormir en su jaula. No sé qué están tramando, y no sé si debería preocuparme que no me preocupe lo más mínimo. Confío en ellos.
Al volver, Yuka parece abatida. Viene a hablar conmigo mientras Wes se encierra en el baño para lavarse y curarse las manos.
—El abogado necesita saber si... Si lo que hacéis Preston y tú en los vídeos fue consentido o no —me dice, despacio.
Entro en pánico.
—¿De eso habéis estado hablando tanto? —grazno, y entonces se me ocurre algo horrible—. ¿Wes los ha visto?
Yuka asiente.
—Y el abogado también. Y yo, claro. Los hemos visto todos. Pero solo tú sabes si te forzó o no.
Me da vueltas la cabeza. Creo que me voy a morir de la vergüenza.
—No —consigo decir.
No. Preston Nichols podrá ser muchas cosas, pero eso no.
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Dime que me odias
RomanceDesde que hace cuatro años se mudó a Alaska, Sierra vive aislada para mantener a raya la culpa y los remordimientos, pero la boda de Mia amenaza con hacer estallar su burbuja de control y secretos. Desesperada, Sierra decide seguir los consejos de...