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— Respira hondo, Ellie — su madre Nerobasta, la tomo por los hombros mirandola y tomando bocanadas de aires junto a ella.

Elizabeth había estado toda la mañana junto a su madre, intentando olvidar que el día de mañana era su boda y que todo estaba más que planificado lo que se haría. Tenía miedo, y ambas lo sabían, pero no se pudo resistir a tener un ataque de angustia pensando muy rápido y hablando sin deliberar sus palabras.

Era tan temprano para saber que estaba transtornando su mente por saber que pasaría si no lo hacía bien, si no podía darle un hijo a Meliodas o simplemente, rendirse y perder la herencia que le dejo su padre. Pero en casos extremos como esos, si valía la pena intentar lanzarse en ese abismo. La peli rosa acudió a su hija cuando la miro tan de mañana en el patio trasero, mirando el cielo combinado en la noche y el amanecer que florecía, pero el paisaje no le importo cuando miro a la peliplata sentada sobre el pasto, intentando saber que murmuraba y porque enterraba sus uñas en la tierra y arrancaba la hierba verde.

Apesar de haberla casi obligado a entrar a la vivienda y no tomar un resfriado por la fresca mañana, escucho a Elizabeth cada que balbuceaba lo que haría mal.

— ¿Te imaginas que sea estéril y no me de cuenta?— tan dramática pero angustiada estaba que solo podía morder su mejilla izquierda.

— Elizabeth, sabes que eso no es asi— imploró la mayor, sirviendo un té tibio y ordenado a su gusto— No es una obligación tener hijos tu y Meliodas comenzando su matrimonio.

— ¡No tengo opción!— chilló despavorida y tomo su cabeza, cerrando los ojos e implorando.— ¿Por qué papá me hizo todo esto?

Nero respiro profundo y pesado, que lo único que le quedó fue acariciar la cabeza de su hija, pero sus ojos la miraron y solo hicieron que volviera a renegar su existencia. Ambas vestían en pijama pero su mente estaba tan activa como para querer volver a dormir lo que restaba de la mañana. Elizabeth sorbió su té y suspiro entre el cálido vapor de su taza.

— deberías dormir está tarde, mañana tendrás que levantarte temprano para la ceremonia — la peliplata refunfuñando asintió y rodó los ojos.

— Si por mi fuera, me quedaría dormida hasta el otro día — pero esa frase no le venía muy bien a ella, se había levantado de su cama tan temprano que las estrellas aún lograban verse y ella imploraba la relación que tenía con su cómoda cama. Su madre asintió dándole el lado y haciendole creer que la apoyaba, sabiendo que podía ser más responsable que ella u otras personas.

— Por cierto — comentó mirandola y acercándose a ella — Meliodas dijo que está tarde vendría, creo que traerá algunas cosas.

— Mhm ¿Que querrá?

— No lo sé, pero vuelve a la cama niña, se que no podrás conciliar el sueño pero al menos intenta pasar tu último día de soltera recostada sin que te obligue a hacer algo productivo — Elizabeth sonrió y asintió, escondiendo sobre sus brazos la taza de té y yendose a su habitación sin que su madre se diera cuenta, posiblemente cuando mirara la taza en su cuarto la reprenderia o solo le recordaría el porque no puede hacerlo sin tirar la cerámica o recordar su torpeza.

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El rubio estaba mirandola tan confundido, pero con el mismo rostro serio que conocía y sabiendo que pronto preguntaria algo sin sentido.

Pero como Elizabeth siempre fue obediente a su madre, le hizo caso con el fin de quedarse en cama todo el día, sin cambiarse la pijama o peinar su cabello. Pero Meliodas estaba impecable, con su traje habitual sin ningún dobladillo o mancha en su camisa blanca. Si no lo conociera tan bien, diría que ya estaba listo para la ceremonia del día siguiente.

Prometidos Desafortunados (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora