XVI

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La noticia que su luna de miel había terminado, dejó a Elizabeth devastada por ese suceso. Había disfrutado tanto de esos días que le hubiese gustado haber tenido mas tiempo. Claro, pero sus responsabilidades como ahora la esposa de Demon estaban más allá que sus encantadores sueños. Pero Meliodas parecía tomarlo ligero, disfrutando del comportamiento tan infantil que la chica proyectaba y solo dejarla con mas ganas de quedarse allí por otra semana.

— Escuché que cerca de aquí, hay una cascada — comentó con una sonrisa, mirando de reojo la reacción de su esposa.

— ¿¡Qué!? ¿Por qué no me dijiste?— le lanzó una almohada sobre su rostro y el rio con mofa.

— Solo bromeó, Nishishi.—Dijo y lo último que miró antes de que ella le lanzara otra almohada fue ese habitual rodeo de ojos y sus labios fruncidos. Pero antes de poder hacer otro de sus chistes o comentarios que la sacaban de sus casillas, recibió una llamada.— Uh, Que quieres Zel.— ella miró al rubio, con el teléfono al costado de su cabeza y esa mala manera de contestar, pero eso no le importó después de mirar las expresiones de él— ¿Estás seguro?— talló su rostro y suspiró. Podía escuchar la preocupada voz de zeldris al otro lado de la línea, pero no sabía u intuía de que podrían estar hablando — Esta bien, déjalo yo me encargaré al llegar.

Colgó y Elizabeth se acercó a él.

— ¿Qué pasa?

— Mágicamente, zeldris perdió las cuentas que le diste antes de venir aquí, y también resultó que tengo... bueno, tenemos una junta mañana temprano — gruñó hostigado.

— Tranquilo, haré una nueva documentación y mañana no estarás solo, intentaré ayudarte con lo que sea— apretó sus hombros suavemente y lo escuchó jadear.

Sus maletas ya estaban listas, pero su vuelo salía por la tarde, así que no veían la necesidad del porqué frustrarse en ese momento. Las manos de ella bajaron hasta su camisa y comenzó a desabotonar la fina tela. El la miró y ese brillo perverso le declaró sus pensamientos.

— ¿Quires hacerlo ahora?

— ¿Me tomas por una insatisfecha?— las palabras se remediaron con el solo mover su cabeza negativamente — Solo te daré un pequeño masaje, tranquilo no te profanaré.

.

Los ojos verdes del pelinegro miraban a todas partes para encontrar solución a su problema. Su esposa, no podía detener ese pequeño cuerpo de él tan ágil e inquietante, ayudando de la forma más rápida que pudiera para no mirar más esa cara de angustia que también la perseguía a ella. Un pequeño suspiro de sus labios y zeldris gruñó de manera cansada con los ojos cerrados. Pero la cuestión de que esos papeles hubiesen desaparecido le daba en su mal genio.

— Por todos los demonios — protestó el ojiverde con las cejas fruncidas.

— Zel cariño, habrá solución para esto.—El pequeño cuerpo del hombre se acercó a su esposa, tomándola por la cintura y descansando su cabeza sobre los suaves pechos de la rubia.

— Me da mucha vergüenza haberle fallado a mi hermano — suspiró y ella acarició su cabello — Estoy seguro que ahora mismo me estará odiando.

— Meliodas reconoce tu esfuerzo, mañana lo verás— dijo y dejó que el se separará para no tomarle importancia a ese asunto. Zeldris era una persona muy carismática con los que lo rodeaban, con la comparación de su hermano mayor que se suponía que no debía hacer lo mismo, tal vez solo era su supuesta opinión que ambos eran polos opuestos, pero estaba segura que el rubio no se comportaba igual cuando estaba con Elizabeth y eso era algo bueno para los recién casados.

Prometidos Desafortunados (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora