XIX

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— ¿Aniversario? — la mujer peli rosa preguntó, sorbiendo de su te caliente y su hija suspirando por su manera habitual de hacerlo.

— Meliodas me lo dijo ayer— tocó su frente y bufó maldiciendo a su esposo por el acortado tiempo de hacerlo. — Su padre no me agrada pero Lily Demon es un amor.

Su madre sonrió de la misma manera que Elizabeth lo hizo. Habían pasado algunos días sin verse o llamado por teléfono, por ello la albina se tomó el día libre de trabajo y visitó a su madre con la excusa perfecta para decirle que la familia del rubio estaba invitando a Nerobasta al aniversario de Demon mayor. No sabía con qué intereses lo hacían, solo sabía que su madre estaba a punto de darle su respuesta.

— Claro que iré, después de todo, tengo mucho de que hablar con Lily— se hundió de hombros y terminó de beber su té.

— Olvidaba que la conocías de hace mucho — la de ojos azules asintió y la peliplata arqueo una ceja— ¿Cómo fue que lo hiciste?

— ¿Recuerdas que Meliodas en preparatoria quebró la maqueta de tu clase de ingeniería?— Elizabeth hizo una mueca, sin recordar lo que su madre estaba diciendo — Por todas las Diosas... De cualquier manera, Lily se disculpó conmigo y dijo que no volvería a pasar, después de eso en las reuniones del consejo siempre la miraba, fue así que comenzamos a hablar.

La chica no dijo más, tan solo rio nerviosa porque su mente ya había analizado lo suficiente para entender que no fue el quien había roto la maqueta, fueron ambos con un arranque de hormonas y la fuerte necesidad de tenerse. Después de eso, la excusa más lógica fue decirle a su maestro que el problemático Demon había hecho de las suyas, más el rubio solo dejó que la culpa cayera en sus hombros porque después la albina lo pagaría en su habitación.

Una presciencia hizo que las dos mujeres voltearan a mirar y visualizaran los dos mechones rubios que una de ellas conocía a perfección, un suspiro y jadeo soltó la joven y rio cuando miró la cabeza asomada de Meliodas.

— No quería interrumpir, lo siento.— entró y Elizabeth se acercó a él— ¿Dónde está tu teléfono? Llevo diez minutos afuera.

— Uh, esta en mi bolso, lo siento.— dijo pero Meliodas solo hizo un gesto sin importancia a ese asunto— Mamá, vendré este fin de semana, pero mañana nos vemos.

Se acercó a la peli rosa y dio un beso en su mejilla. Meliodas solo se había despedido con un habitual saludo de manos, pero la mayor le dio abrazo que lo hizo avergonzarse por unos segundos. Tras despedirse por última vez, el rubio tomó de la mano a su mujer y salió de la casa.

— ¿Te gustaría ir alguna parte? Aún es medio día tenemos la tarde para disfrutar — ella lo pensó mientras agradecía el gesto del rubio por abrir la puerta para ella de copiloto.

— Me gustaría ir a casa... Quiero relajarme — cruzó las piernas y sonrió abiertamente. El rubio rio en bajo y comezón a manejar con un propósito esta vez.

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Un suave suspiro salió de sus labios rosas cuando sintió la mano de Meliodas deslizar sus prendas. Estaba desnuda ante sus ojos, pero no le daba la satisfacción suficiente cuando el estaba vestido. Con los ojos heterocromaticos de su esposa, comenzó a quitarse la ropa disfrutando de la mirada lasciva de ella.

Su abdomen se se endureció cuando la femenina mordió su labio en un beso apasionado. Cuidando de hacer un perfecto corte sobre su labio inferior y hacerlo gemir.

— Estás siendo muy agresiva— murmuró ronco al sentir un sabor metálico.

— Dejó en claro lo que es mío— lo empujó suave a la cama e hizo que abriera las piernas— Y todo lo que es mío, necesita una recompensa...

Prometidos Desafortunados (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora