La mañana fue incómoda cuándo Meliodas cumplió su puntualidad al llegar por la chica a su casa. No quería tomar importancia sobre el asunto que había pasado la noche anterior. Pero tarde o temprano lo inesperado saldría de la boca de uno de ellos. Carraspeo incómodo y la miro de reojo.
— ¿Cómo estuvo tu mañana? — Meliodas pregunto, con voz suave.
— Bastante bien — ironizo Elizabeth alzando ambas cejas. No quería sonar grosera ante la amabilidad que el rubio le regalaba, suspiro y lo miro — ¿Y tu?
— Lo mismo digo — y volvieron a guardar el silencio que había costado romper. Elizabeth había estado procurando llamar a Meliodas y cancelar el trabajo por ese día. No quería ver esos ojos que miraron lo inevitable de la noche anterior y procuraron no volver a hacerlo. Conocía perfectamente a que se refirió cuando tocó su lunar. Y aunque había pensado que el lo había olvidado, su mente se vio invadida por un torbellino emocional cuando lo menciono. Llegaron a la empresa en un par de minutos, siendo sus ojos unas rendijas de vergüenza cuando lo tuvo que tomar del brazo y pasar sobre las caras nuevas de muchas personas.
— Hermano — la voz de zeldris los hizo mirar donde se encontraba el peli negro. — Tienes una junta colectiva, está tarde.
— ¿Tengo otras juntas que atender?— Zeldris negó y el rubio relajo sus hombros. — Gracias, Iré a mi oficina y te daré los nuevos datos de esta semana.
Volvieron a caminar juntos y está vez, en vista de la peli plateada, no fue necesaria la idea de seguir tomados de la mano. El tacto que los juntaba se deshizo cuando ella lo soltó y el la miro fugazmente. El brazo de Meliodas se centro en la cintura de ella y Elizabeth gruño exasperante.
— ¿Es necesario?— pregunto ella con las cejas fruncidas. Ambos entraron al ascensor y dos personas que estaban allí solo hicieron más incómodo el tema.
— Sabes que si, Elizabeth — gruño el, en un bajo susurró. Sus dedos se apretaron levemente en la cintura de ella ocasionado un rodeó de ojos en la femenina.
Sin embargo, fue más molesta la idea en la cual ella manejo la situación después de ese gesto tan peculiar en ella. Acarició el cabello rubio de el y paso una mano por su frente, recorriendola hasta la punta de su nariz. Siendo inevitable un fruncido de labios y cejas de Meliodas. Las puertas se abrieron en el piso que las personas habían indicado, una oportunidad perfecta para que Elizabeth pudiera quitar al rubio de ella.
— No está mal tener un poco de distancia cuando haya personas a nuestro alrededor.— Elizabeth retomo el tema y Meliodas suspiro tallando sus cejas.
— Dirán que lo nuestro es una farsa. Aunque así lo sea, debemos tener cuidado.
No dijeron más y esperaron hasta que llegó su turno de salir. Ambos llegaron a su oficina, refunfuñando por más trabajo y tareas dejadas a la suerte de la noche anterior. Elizabeth suspiro y paso sus dedos por el cabello blanco que caía sobre sus hombros.
— Diosas...— Aún no podía concentrarse en lo que tenía que hacer. Y, aún que Meliodas no había hecho algún comentario ambiental sobre lo que había pasado, aún tenía esa espina en su conciencia que no le permitía tener una charla normal.
Su madre aún no sabía lo que había pasado. Y era mejor no saberlo por el bien de ambas. Porque así ella no tendría que lidiar con evadirla en todo momento y Nerobasta con una crisis maternal.
.
Meliodas jadeó, estresado por la fuerte jaqueca que había comenzado desde haber pisado la empresa. Tenía un genio oponente que le decía que echara todo por la borda y no se preocupara del mañana. Pero no podía tapar el sol con un dedo, y no era simple la idea de hacerlo.
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Prometidos Desafortunados (Pausada)
RomansaEn el corazón del vibrante mundo empresarial, Meliodas, un influyente y exitoso empresario, vive una vida que muchos envidiarían. Sin embargo, su destino da un giro inesperado cuando se compromete con Elizabeth, una enigmática joven con un secreto p...