Elizabeth camino lento y descalza sobre la alfombra que había en el suelo. Mordiéndose el labio y pasando sus dedos por su cabello, nerviosa. Estaba frente al tocador del baño, mirando su conjunto y meditando en lo que haría. «Gelda ¿Por qué no estás aquí?» sabía que si la rubia estuviese con ella, todo le resultaría más fácil. Había decidido usar una de esas prendas que la ojirojo le había obligado a traer consigo en su maleta, pero ahora comenzaba a arrepentirse.
No solo tenía lencería de dos piezas, el Babydoll quedaba encima sobre la ropa interior, transparentando su cuerpo y sintiendose descarada. Le había prometido esa noche al rubio, y daría lo mejor de si. Claro, no haría un espectáculo para sentirse así de nerviosa, solo estaba preparandose mentalmente para lo que viniera. Con pasos flojos y temblorosos, salió del baño y busco la mirada verde de Meliodas.
Una suave brisa dio a su espalda, y cuando miro las persianas abiertas, supo que su labor sería más difícil cuando miro el cuerpo del rubio en el balcón. Dio un suspiro, y camino hacia el, descubriendo que solo miraba la luna reflejada en el mar y sus leves olas a la orilla.
Solo basto pegar su cuerpo a su espalda y pasar sus brazos por su pecho para hacerle saber que ella estaba allí. Meliodas con delicadeza giro su cuerpo, bajando su mirada y subiendola lentamente cuando se dio cuenta que su color favorito pasaba a estar en el cuerpo esbelto de su esposa y figurandola con la ropa interior que apenas visualizaba por el Babydoll.
— Veo que aún lo recuerdas— susurró sobre su piel cuando el suave viento hizo que la tela transparente del Babydoll se moviera y dejará ver el color rojo de su ropa interior.
— ¿Cómo podría olvidar algo así? — lo jalo de la muñeca y lo introdujo dentro de la habitación para tenerlo más de cerca y sentir su calor corporal.— Como olvidar cuando me obligaste a usar unos parecidos en casa de tus padres, aprovechando que no estaban.
— Me sorprende que lo recuerdes.
— Eso y más — lo empujo a la cama y se sentó sobre su cadera.— Recuerdo que nuestra primera vez fue en tu habitación, con la excusa de hacer la tarea de química.
Comenzó una vaivén en sus caderas, robandole un jadeó a Meliodas.
— Era hacer la tarea de química, no de anatomía humana — río ronco y acarició las piernas de la peliplata.— ¿Que más recuerdas?
Dejo salir un suspiro de sus labios y sintió como su miembro comenzaba a reaccionar de manera rápida a las oscilaciones de su esposa.
— Estábamos en clases de matemáticas, pero decidimos saltarnosla y terminamos en la bodega del conserje.— Está vez, Elizabeth río y miro la cara avergonzada de Meliodas. Un pequeño gemido salió de la boca de el, causándole intriga a la femenina por escuchar más y tratando de no ser muy expresiva por conseguir más de ese dulce cantó.
— Después llegó el verano, y... ¿Que haces?— pauso el, mirando a la de ojos bicolor bajando sus vestiduras y apresurandose para que el no la detuviera.— Ah...
Un dulce beso sobre su torso le hizo jadear, pero más aún cuando miro la pequeña sonrisa de ella ocultando su satisfacción al escucharlo. Meliodas incorporo su cuerpo, sentándose a la orilla y haciendo que su esposa acomodara su cuerpo sobre sus piernas. Sus manos no lo detuvieron cuando comenzó a retirar su Babydoll y mirar el conjunto rojo sobre su piel.
Sus intenciones se reflejaron en sus ojos cuando se oscurecieron por el deseo de poseerla una vez más, calmando sus ansias de romperle esas prendas por impedirle ver lo que quería y celando el momento por una simple lencería.
— Me aseguré de traer algunas lencerías de este color — gimió cuando la mano de Meliodas acarició sus muslos y enterró sus dedos en su carne, causándole satisfacción e incrementando su deseo.
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Prometidos Desafortunados (Pausada)
RomanceEn el corazón del vibrante mundo empresarial, Meliodas, un influyente y exitoso empresario, vive una vida que muchos envidiarían. Sin embargo, su destino da un giro inesperado cuando se compromete con Elizabeth, una enigmática joven con un secreto p...