— Amh Zel...— un suave vaivén sobre sus caderas dejaban temblando a la rubia, — ¡Mi amor!
Que mejor que un despertar placentero junto a la mujer que el pelinegro amaba, demostrandole su amor de esa y mil maneras más. Teniendola bajo su pecho, aruñando su espalda hasta marcar territorio y creer que era lo suficiente.
— Gelda... — gruño zeldris y las piernas de su esposa se enredaron sobre su cadera, empujando más profundo su miembro y haciendo que ambos temblaran de deseo.
No había necesidad de apuros, era temprano, y ese día habían decidido llegar un par de horas más tarde a su trabajo para cumplir con sus deseos carnales y procurar amarse con más intensidad con la que estaban por llegar en su orgasmo.
A la ojirojo le comenzaron a temblar las piernas, y conforme los segundos pasaban, las penetraciones de su esposo se daban a basto con fuerza. Haciéndola gritar de placer y euforia para terminar de manera maravillosa. No contó los segundos que tardó para recuperar su aliento, o incluso abrir los ojos, pero el chico tomo un largo respiro y se recostó a su lado.
— Aún falta mucho para trabajar — miro sobre su reloj en el pequeño mueble al lado de su cama y talló sus ojos— Seguro que Meliodas aún no estará en la empresa.
— Hablando de tu hermano — la rubia se recostó sobre su pecho y acarició suavemente su piel — ¿Has notado su cambio?
— Es muy evidente — murmuró mirando hacia arriba — ¿Por qué Elizabeth lloraba aquella vez?
La rubia lo miro por breves segundos. No quería contar los problemas que la peliplata le había hecho prometer que no lo haría, pero su esposo esperaba una respuesta y ella lo hacía más difícil.
— Ya sabes, las mujeres somos muy sensibles cuando estamos en nuestro periodo — sonrió y se incorporo. Dejo un beso en los labios de su marido y se levantó llena de energía de la cama— Tomaré un baño, ¿Quieres venir?
Las caderas de su esposa se movieron cuando dio su oferta, pero zeldris solo soltó una pequeña risa por tan original manera de llevar la situación, que termino asintiendo con su mirada verde en el trasero de Gelda.
.
Aunque la mañana para otros fue de lo mejor, para Elizabeth fue una eterna condenación en el baño. No sabía que era lo que su cuerpo había ingerido para estar casi media hora arrodillada frente al inodoro, sacando el amargo sufrimiento de esa manera. Estaba comenzando a creer que ese día no iría a la empresa, pero después de haberse hidratado y relajado un poco, comenzó a sentirse mejor. Su cara estaba lo suficientemente pálida para saber que necesitaria un poco de maquillaje ese día, pero sus ánimos, no había con que tapar su cansancio.
Su relación con Meliodas no había sido del todo mala. Desde que habían ido a visitar a ban, comenzo de dejarla ver de una manera indiferente, ahora intentaba hablar con ella un poco, depende de la situación o lugar, pero eso ya era más que un paso para Elizabeth. No habia podido darle una verdadera explicación de la verdad de aquella foto, solo las cosas se habían calmado más y esperaba que llegara el punto de ser tan tranquila su relación para hacerlo.
— ¿Quieres quedarte?— la voz del rubio hizo que ella mirara rápidamente sobre el reflejo.
— Tranquilo, solo necesitaba devolver lo que comí ayer— la ceja de el se alzó, haciéndole saber que no había entendido su sarcasmo — Estoy bien, me siento mejor.
Solo le basto que su esposo entrecerrara los ojos y la mirara por breves segundos, después asintió y se retiró del espacio que ella necesitaba.
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Prometidos Desafortunados (Pausada)
RomanceEn el corazón del vibrante mundo empresarial, Meliodas, un influyente y exitoso empresario, vive una vida que muchos envidiarían. Sin embargo, su destino da un giro inesperado cuando se compromete con Elizabeth, una enigmática joven con un secreto p...