XXVII

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Solo restaban tres días para que Meliodas pudiese descansar tranquilamente. Y es que en cuestión, esa semana había estado un poco más presionado a trabajos dobles, porque el aniversario de la Empresa Demon se llevaría a cabo en pocos días, y eso implicaría muchas cosas, desde tener que dar a conocer a su heredero y hablar con los abogados para tener en cuenta que ya no estaban en necesidad de un divorcio después del año.

Por otro lado, Elizabeth ayudaba a su esposo con documentos del pasado aniversario de la empresa, algo que necesitaban para poder asegurarse que las firmas de David Demon serían reemplazadas por su hijo mayor, en parte, Jericho, su asistente, le ayudaba con esa labor para facilitarle la búsqueda.

— Elizabeth, no te fuerces tanto, recuerda que estás embarazada — la albina rio suave y asintió, después de todo, además de que la peli morada fuera su asistente, también era una de sus amigas.

Después de casi una hora en busca de esos papeles, las dos mujeres jadearon de felicidad al encontrarse con los documentos que habían hecho una tortura para ambas.

— Diosas, necesito cambiar de calzado — exclamó en un agudo chillido y su amiga solo rio por sus expresiones.— Oh mujer, tu eres joven y sin los problemas físicos de una embarazada.

— Elizabeth tengo 20 años, tu eres solo meses mayor que yo, pronto estaré a tu edad — ambas rieron y la peliplata solo negó con diversión. — Te acompañaré hasta tu oficina, no quiero que Demon me regañe por dejarte sola.

— Ambas sabemos que nunca pasaría eso— respondió caminando a su lado y cerrando  la puerta con discreción.

Pasar tiempo con la chica era divertido una vez que encontrabas comodidad para hacerlo, pues para ambas, las primeras semanas que la peliplata comenzó como ayudante personal de su prometido Meliodas, que ahora su esposo recuerda de manera graciosa, estuvo casi mendigando por la manera en la cual podía perderse fácilmente en esa empresa, y su única salvación fue Jericho y Gelda.

Por otro lado, la peli morado fue paciente y cuidadosa con su amiga, quien por mérito propio y recomendación de su doctora, caminaba sin prisa para no lastimarse por el embarazo. Eso fastidiaba a la albina, cual horario para ella era estricto, con el propósito de no perder tiempo, pero sabía que era por ella y su bebé, así que no le quedó más que obedecer.

— Hoy es mi último día de esta semana, ¿lo recuerdas? — murmullo la ojimiel con una sonrisa.

— Irás a la boda de tu hermano, no podría olvidar eso— sonrió de vuelta — Espero que te la pases bien estas dos semanas de vacaciones para ti, le das mis felicitaciones a Gustaf.

— Claro que sí, Ellie— ambas llegaron hasta la oficina de la albina y con sorpresa, la de ojos bicolor abrazó a la chica.— Nos veremos en dos semanas, seguro que para ese entonces ya sabrás que género es.— acarició el vientre de su amiga y esta rio.

— Intentaré sobrevivir sin tu ayuda estas semanas que estarás fuera. Y te prometo que cuando regreses, te haré saber.

Un último abrazo y Jericho salió de la vista azul de su amiga. Elizabeth sabía que en ese mismo instante, la mujer tomaría sus cosas y saldría de la empresa, porque desde semanas atrás, había reservado sus vacaciones y se los hizo saber con tiempo, ahora solo le quedaría acostumbrarse a su recluta, un chica que no conocía pero su expediente estaba escrito con grandiosas palabras de otros.



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— ¡Ugh! Disculpa...— la ojimiel hizo una reverencia avergonzada al chocar con alguien y siguió caminando con pasos torpes, la realidad era que tener que hacer cambios de trabajo era realmente agotador, y la de pelo azul estaba en el borde del colapso. Por eso, intentó llegar rápido a la recepción principal, donde al parecer, Jericho estaba a punto de irse.

Prometidos Desafortunados (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora