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Rosé salió del auto tanteando con las manos al frente, intentando evitar caerse en la penumbra que la venda le imponía.

─ ¿Por qué te gusta vendarme los ojos cada que salimos? ─comentó divertida.

Jennie la tomó de la mano para ayudarla. ─ Porque es una sorpresa. ─respondió con una sonrisa que, aunque invisible para Rosé, se reflejaba en su voz.

─ Lo sé, pero ¿era necesario hacerlo durante media hora?

La castaña le había vendado los ojos todo ese tiempo explicándole que reconocería fácilmente el lugar a donde se dirigían solo con ver la autopista.  Y tenía razón en cierto sentido, pues Rosé experimentó una sensación de familiaridad instantánea al bajarse del auto.

Caminaron unos cuantos pasos hasta detenerse frente a una pequeña construcción de madera.

─ Espera, voy a abrir la puerta. ─Jennie sacó unas llaves de su cartera.

Al abrir completamente la puerta, tomó de nuevo la mano de la chica rubia y la guió con cuidado hacia adentro. Deteniéndose en la sala, se colocó detrás de Rosé y desató lentamente la venda, esperando impaciente la reacción de la más joven.

Una ola de emociones y recuerdos inundó a Rosé en cuanto sus ojos se acostumbraron a la luz. Sus orbes se iluminaron y algunas gotas cristalinas se acumularon rápidamente. Dio unos pasos más alrededor de aquella sala, recorriendo con la mirada cada detalle que tanto había extrañado.

─ Pensé que la habías vendido. ─musitó en voz baja, con un leve quiebre al final.

─ También es tuya, necesito tu permiso si quiero hacerlo.

─ Pero está a tu nombre...

─ Sí, pero la compramos juntas. Además ─Jennie se acercó a la más joven, abrazándola por la espalda y apoyando su barbilla en su hombro─ tampoco es que quisiera deshacerme de este lugar.

Dos años y medio después de haber iniciado su relación, comenzaron algunos problemas entre las dos amantes. La fama de Blackpink como grupo había escalado mundialmente, lo que implicaba más actividades, no solo grupales, sino también individuales, ya que cada miembro era muy solicitada por varias empresas. Apenas tenían tiempo para disfrutar de su mutua compañía, y en pocas ocasiones llegaron a discutir por eso.

Harta de no poder estar junto a su australiana favorita tanto como quería, Jennie le propuso comprar una pequeña cabaña lejos de la ciudad (alrededor de dos horas para ser exactos) para que tuvieran más privacidad. Rosé aceptó sin dudar, pero para evitar especulaciones, solo la mayor de ambas puso su nombre, aunque Chaeyoung había aportado la mitad del dinero.

Pasaban allí sus vacaciones o simplemente los días sin mucho trabajo, pero principalmente en fechas importantes, como su aniversario, cumpleaños y, si podían, Navidad y Año Nuevo. Lo que más disfrutaban era cocinar juntas, pasear cerca del río, ver películas y, sobre todo, compartir la cama de dos plazas en el piso de arriba.

Rosé añoró mucho ese lugar mientras estaba en Melbourne. Y para Jennie fue el único vínculo que mantuvo con la joven rubia cuando se fue a Australiana.

─ ¿Jisoo y Lisa han venido?

─ No, sigue siendo nuestro lugar secreto. Solo lo conoce la persona que contrato para que la limpie de vez en cuando.

Rosé asintió y se acercó a la pared donde colgaban varios marcos de fotos, observándolos detenidamente. Habían llenado la cabaña de recuerdos, capturando momentos que, aunque nunca compartieron en redes sociales durante su tiempo juntas, sí se guardaron para ellas en privado.

Última OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora