Jennie bufó por lo bajo al sentir los primeros rayos de sol acariciando su rostro. Parpadeó lentamente, luchando contra el peso del sueño que aún se aferraba a ella. Al incorporarse, un dolor en sus músculos le recordó la intensidad de la noche anterior, y un calor familiar inundó su pecho mientras los recuerdos regresaban a su mente.
Una sonrisa involuntaria curvó sus labios, girando la cabeza hacia su derecha y allí estaba Rosé, todavía profundamente dormida. La joven rubia se veía tan serena, acurrucada en una postura relajada, como si el mundo entero fuera un lugar seguro. Una de sus manos descansaba cerca de su mejilla, mientras la otra yacía extendida hacia donde ella estaba, como si inconscientemente buscara su cercanía. Sus labios entreabiertos emitían pequeños suspiros, y el movimiento rítmico de su pecho marcaba un compás tranquilo.
Jennie sintió su corazón llenarse hasta desbordarse. Lo de anoche había sido más que perfecto. Tener a Rosé nuevamente así, tan cercana y amorosa, era como estar en un sueño del que no quería despertar.
Con movimientos cuidadosos, apartó unos mechones que caían sobre el rostro de la rubia y depositó un beso delicado en su frente. Luego, envolviéndose en una cobija, se levantó con cuidado.
Un poco más de media hora después, Jennie subía contenta las escaleras. Al llegar nuevamente a la habitación, encontró a Rosé aún profundamente dormida, enredada entre las sábanas.
Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios mientras se acercaba sigilosamente a la orilla de la cama. Se inclinó y comenzó a repartir pequeños besos por todo el rostro de la australiana.
─ Rosie, despierta, es hora de levantarse.
La joven rubia se removió ligeramente, dejando escapar un murmullo adormilado.
─ Cinco minutos más... por favor... ─rogó, aferrándose a las cobijas como si fueran su último refugio.
Jennie dejó escapar una risita y negó con la cabeza.
─ No, no, señorita Park. Es hora de despertar. ─dijo, jugueteando con las sábanas para impedir que Rosé volviera a esconderse.
Con un suspiro resignado, la australiana se incorporó lentamente, se sentó en la cama, cubriéndose con las mantas con gesto adormilado. Hizo un puchero que Jennie encontró absolutamente adorable.
─ Oh, ¿my Rosie Posie aún tiene sueño?
Rosé asintió débilmente, con los ojos aún entrecerrados mientras se encogía en las sábanas. La mayor no pudo resistirse y comenzó a repartir más besos por todo su rostro.
─ Te dejé ropa en el baño, no te preocupes, está limpia. Arréglate, ¿sí? Ya está el desayuno listo, te espero abajo. ─Le dio un beso rápido pero lleno de cariño en los labios antes de levantarse y salir de la habitación, dejándola sola.
Cuando Jennie desapareció, Rosé permaneció sentada en silencio con la vista en el balcón frente a ella. Aun luchando por despertar por completo, el eco de la noche anterior seguía reproduciéndose en su mente. Pero a medida que la realidad la alcanzaba, una profunda culpa comenzó a invadirla.
Sabía que no debería haber dejado que las cosas llegaran tan lejos. No cuando era consciente de que en unos días regresaría a Australia. No cuando tenía tan clara su incertidumbre sobre lo que realmente quería con Jennie. Había cruzado un límite que jamás debió tocar, y ahora sentía como si hubiera traicionado algo dentro de sí misma.
Agachó la cabeza, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos y resbalaban lentamente por sus mejillas.
─ ¿Cómo pudiste...?

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Última Oportunidad
DiversosUna relación secreta algún día ve la luz, Jennie lo sabía, pero no estaba lista para enfrentar la verdad y admitir públicamente que lo que compartía con su compañera de grupo iba más allá de una simple amistad. El miedo fue su peor aliado al cometer...