5

441 52 3
                                    

Las cuatro chicas llegaron a casa de la maknae y unnie del grupo después de una cena bastante incómoda. Rosé estuvo evitando a toda costa cruzar miradas con Jennie y dirigirle la palabra. Mientras que la castaña, por su parte, permaneció en silencio la mayor parte del tiempo, siendo Lisa y Jisoo quienes llevaban la mayoría de la conversación.

- Que bueno estar en casa. -expresó Lisa apenas abrió la puerta de su morada, para luego echarse en el primer sillón que visualizó.

- Pero que excelente anfitriona eres. -dijo Jisoo con tono sarcástico rodando los ojos. Abrió más la puerta para que su invitada entrara-. Pasa Chae, siéntete como en tu casa.

- Gracias Chu -respondió Rosé, mirando con detenimiento el interior del domicilio sorprendiéndose por lo bien arreglado que estaba-. Es muy bonita.

Levantándose, Lisa se puso enfrente de Rosé con una expresión de orgullo.

- Verdad que sí. Yo la escogí, Jennie la decoró y Jisoo... pues Jisoo está bien de salud.

La mayor le dio un golpe en la cabeza. - Oye, el hermoso patio de afuera es crédito mío.

La residencia fue adquirida por Jisoo y Lisa después de seis meses de confirmar su relación públicamente. Consistía en dos pisos: en el primero se encontraba una gran sala con ventanal con vista al patio, donde Jisoo había desarrollado una afición por las plantas. Seguido estaban la cocina y el comedor, y en un pasillo continuo dos habitaciones para invitados, separadas por un cuarto de estudio y de limpieza. La habitación principal, que era de la pareja, y otro estudio se hallaban en el segundo piso.

- Vamos amor, no soportas una bromita. -respondió Lisa entre risas, abrazando a Jisoo para intentar darle un beso.

- No Lisa, suéltame. -La azabache se lo impidió girando su rostro hacia el lado contrario mientras la empujaba, como solía hacerlo en sus conciertos como parte de su actuación en Really.

Rosé intentó contener la risa al ver la escena.

Jennie, por otro lado, después de cerrar la puerta, se dirigió cautelosamente a su habitación. Sus compañeras estaban muy ocupadas como para notarla.

Lo único que deseaba en ese instante era que el día terminará. No quería experimentar más indiferencia por parte de la joven australiana. El hecho de que continuará ignorando su existencia de manera tan fría, era devastador para su corazón.

Apenas estuvo en la privacidad de su cuarto, las lágrimas que había estado conteniendo salieron sin restricciones. Le dolía ver en los ojos de Rosé vacío y frialdad cuando antes solían brillar con afecto y complicidad cuando se encontraban con los suyos.

Mientras se dejaba caer en la cama, su mente se llenó de recuerdos de los tiempos más felices con aquella hermosa rubia.

Como la vez que la sorprendió en su departamento después de no haberse visto por dos meses seguidos debido a sus tan apretadas agendas individuales. Fue recibida por Rosé con un fuerte abrazo y una lluvia interminable de besos.

O cuando le confesó tímidamente sus sentimientos a su menor. Jennie recordaba cómo su corazón había dado un vuelco de alegría al darse cuenta de que Rosé sentía lo mismo por ella. Fue como si un peso se hubiera levantado de sus hombros, sintiéndose ligera, libre y profundamente feliz.

En aquellos momentos, se sentía completa, como si todos sus preocupaciones se disiparan al estar en los brazos de Rosé.

Pero ahora, mientras yacía sola en su habitación, esos recuerdos parecían distantes y dolorosos. La indiferencia de Rosé le recordaba lo lejos que habían llegado desde esos días de cercanía y complicidad.

Última OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora