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Jisoo entró cansada a su casa, había sido extenuante la filmación a pesar de sólo haber grabado tres escenas, pero agradecía a todos los Santos que el director le permitiera irse temprano.

Caminó por el pasillo que conduce a la sala y mientras más se acercaba unos leves sollozos se hacían audibles, lo que la alarmó apresurando su paso.

Al entrar completamente a la sala vio a su novia llorando en el sillón.

─ Lily, ¿qué sucedió? ─Se sentó y no dudó en abrazarla apenas la tuvo cerca.

Lisa se apoyó en el hombro de su mayor. ─ Jennie no está. ─respondió en un susurro.

Jisoo la tomó de los hombros angustiada ante la noticia. ─ ¿Se llevó cosas? ¿Ya la llamaste?

─ No se llevó nada y si la llamé, pero dejó su celular aquí.

─ ¿Y Chae?

─ Tampoco está y no contesta.

La azabache soltó todo el aire que no se percató estaba reteniendo, no había peligro.

─ Entonces deben de estar juntas. ─Pasó sus dedos por la mejillas de la tailandesa para borrar las gotas saladas─. No llores, Jennie está bien. ─O al menos eso esperaba.

─ Lo sé, sólo que cuando llegué y no la encontré, pensé que volvió a irse. Después recordé que Rosé estaba aquí, pero igual me preocupe. ─sollozó.

─ Tranquila, ya pasó. ─Jisoo le sonrió y la besó dulcemente por unos segundos, luego la atrajó nuevamente a sus brazos.

Se quedaron un tiempo en esa posición disfrutando la compañía de la otra.

─ Oye, te das cuenta que tenemos la casa sola para nosotras. ─La azabache tenía una sonrisa divertida.

─ ¿Y? ─Lisa se acurrucó más en los brazos de Jisoo, disfrutando la sensación de calma que le transmitía.

─ ¿Qué hacemos cuando está sola? ─Jisoo musitó, mirando fijamente los ojos de la tailandesa.

Los orbes de Lisa se iluminaron cuando comprendió a qué se refería su novia y una gran sonrisa apareció en su rostro.

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Mientras tanto en un restaurante cercano al río Han una pequeña castaña miraba sorprendida toda la comida servida en la mesa, una variedad infinita de platos se mostraban a la vista, eran suficiente como para alimentar a una familia entera.

─ ¿Vas a comer todo eso tú sola? ─preguntó, con los ojos abiertos de par en par, mirando a la chica sentada frente a ella.

─ No, vamos a hacerlo las dos. Pero si no quieres, no tengo problema. ─expresó Rosé con un destello de emoción en sus ojos, ante el festín que estaba por degustar.

Originalmente estaban a punto de regresar a casa, pero dada la hora, Jennie decidió invitar a Rosé a almorzar. Aunque al principio la rubia estaba reticente ante la idea, Kim insistió en que no iba más allá de un gesto de disculpa. Claro que no imaginó que su acompañante pediría tanta comida y sobre todo la más cara del menú. Por lo visto su error no lo pagaría solo emocionalmente, sino también económicamente.

Sin embargo, al ver a Rosé disfrutar de la comida con tanto placer, con su mejillas rellenas y una sútil sonrisa por el sabor de la comida, Jennie decidió que cada centavo valdría la pena. Así que se dispuso a comer igual que la australiana.

Pasaron unos minutos y el silencio que las rodeaba no resultaba incómodo, sin embargo, la mayor de ambas sentía la necesidad de romperlo.

─ ¿Y qué tal Melbourne? ─cuestionó tímidamente. Rosé le había perdonado, pero eso no significaba que todo volvería a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos, por lo cual se sentía un poco cohibida de hablar.

Última OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora