Capítulo 4. Escorpio.

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La salud de mamá no había mejorado, le di la sopa que me dio Capricornio y los medicamentos, pero no sucedía nada. Para la mañana siguiente la fiebre de mamá había empeorado y mis manos comenzaban a temblar. Corrí para encontrarme a Rosa, necesitaba que ella fuera a ayudar a mi madre, tenía que hacer algo, pero en el lugar había más personas que se robaban la atención de Rosa.

–¡Rosa! Mi mamá necesita– alce mi voz, pero los gritos del lugar apagaron la mía.

–¡Es solo un niño!-- escuche decir a Rosa. –Por favor, es un niño... no me lo quiten.

–¡Arien fue un regalo de Cáncer para ti, si ni siquiera eso puedes apreciar, entonces no mereces estar en la Zona! – la voz del segundo al mando. Deslice mi mano por mi chamarra, agradecido de haber tomado las nudilleras antes de salir de casa.

–¡Suelten a mi madre! – sentí el alivio al escuchar a Arien. Corrí para encontrarlo arrodillado, dos hombres lo sujetaban por los brazos y lo obligaban a permanecer en el suelo. –¡Hijos de puta! ¡¿saben a cuántas personas ha salvado mi madre?! todos ustedes le deben la vida, cabrones de mierda.

Sin dudar me fui sobre el más cercano, encestando un golpe en su mandíbula con mi nudillera, fue lo suficientemente fuerte como para tirarlo al suelo aturdido. Con un brazo libre, Arien pudo arrastrar al otro sujeto al suelo, subiendo su rodilla al pecho para que no se moviera, Arien comenzó a golpearlo en el rostro sacando una gran cantidad de sangre se la nariz del agresor. Fui yo quien lo detuve para que pudiera ir a socorrer a su madre. Si yo me quedé quieto fue por la sorpresa de ver al sujeto en el suelo, poco a poco reaccionaba, levantándose sobre sus codos y luego pasando su mano por su rostro, en su sangre cubierta de escarcha. Ambos nos miramos impresionados por unos segundos y yo tuve que actuar, una patada en la cabeza del sujeto lo dejo noqueado.

Para cuando llegué a la oficina de Rosa, esta estaba sobre la espalda de su hijo, rogando que se detuviera, pues este mantenía a un hombre sobre el escritorio de su madre, golpeando tan fuerte que no sabía si sus nudillos eran solo la sangre del golpeado o del propio Arien. El Segundo al Mando tuvo la estúpida idea de acercarse a Rosa al verla desprevenida, ni siquiera pudo rozar sus dedos en el cabello de la mujer cuando Arien ya tenía su palma abierta sobre el rostro del hombre. Una respiración pesada fue lo único que se escuchó por unos segundos. Con cada exhalación, un poco de vaho salía de la boca de Arien. Desde donde estaba solo podía ver su perfil y solo eso necesitaba para sentir miedo.

–¿Con qué derecho? – la pregunta de Arien fue ronca. –¿Con qué jodido derecho creen que pueden entrar a mi hogar y hacer esto?

La habitación se sentía helada.

–Arien, hijo, ven– pidió Rosa, pero yo la sujeté para alejarla.

Jamás había visto a mi mejor amigo depender tanta furia, yo conocía a Arien, mejor que nadie podría conocerlo jamás. Es mi mejor amigo. Pero frente a mi no puedo ver a nadie más que a un monstruo.

–Chico, chico, hablemos– rogó el segundo al mando.

La sangre escarchada de la mano de Arien comenzó a crujir. Avanzando y reclamando la piel del Segundo al Mando como suya. Tenía que sacar a Rosa de la oficina. No puedo dejar que Arien pase la línea, él no puede ser un asesino, pero si no lo detengo.

Una silueta pasó a mi lado, tan veloz que a mí vista solo fue un borrón, la misma se estrelló contra Arien y aterrizó contra la pared. Escuché el grito de la madre rogando por su hijo y ví al segundo al mando caer al suelo de rodillas, temblando de miedo y yo seguía sin moverme.

–Tranquilo, detente.

Las palabras firmes ya las había escuchado antes, pero está vez la voz era tan dura que tarda en entender quién hablaba. La última vez que escuché la voz de Piscis había sido calmada, cuando la escuché por primera vez pensé que era una voz sería, pero esta es la segunda ocasión que escucho, entiendo que está es una verdadera voz firme.

El Territorio del CangrejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora