Capítulo 17.5. Teresa.

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No siempre fue tan malo.

No siempre pasé mis noches en la calle esperando sentirme un poco viva.

No siempre estuve con Michi y Dayana.

Tenía un padre, tenía una madre.

Mamá era una bailarina de ballet, ella era de Zona Alcaudón, era una creyente fiel a Sagitario, pensaba que lo mejor era enfocarse en crecer, en dar un paso en los momentos de incertidumbre, o bueno, dar el mejor baile. Mamá inició bailando en las calles, daba sus espectáculos en las plazas, bailaba entre los faroles y con la lluvia. Decía que las noches eran frías, pero que cuando se levantaba sobre las puntas de sus pies la sensación desaparecía. Mamá era hermosa.

Papá fue quien la encontró. Él no dio su punto de vista, pero él no era un hombre de muchas palabras. Mamá dice que él fue quien se acercó en uno de sus espectáculos, donde había juntado una buena cantidad de monedas, se presentó como un caballero refinado, pero para ella era raro de ver, Zona Alcaudón se caracterizaba por las lentejuelas y los colores brillantes, mientras que este hombre vestia todo de negro, un traje formal que solo podia indicar que era de las partes altas de la ciudad. Para mi madre fue amor a primera vista.

Él consiguió papeles importantes en funciones de ballet, mi madre protagonizó en los teatros más lujosos, convirtiéndo se en una estrella. Enamorada del hombre que era su representante, no se daba cuenta de las estafas, del poco dinero que llegaba a sus manos. Ella vivía en su cama, era atendida por sus médicos, sin nada a su nombre, se convirtió en el juguete favorito de mi padre. Pero tan enamorada que confío plenamente en él.

Fue en invierno, cuando el frío de la noche congeló hasta el corazón y las aves que sobrevolaban la ciudad. Donde había una tormenta obligaba a todos a resguardarse en las casas y templos para sobrevivir del tormentoso frío. Mi madre había quedado atrapada en el templo de Sagitario, pero no se había dado cuenta del helado ambiente pues estaba muy concentrada rezando a su constelación, rogaba por la noticia que los doctores le habían dado: la vida que se estaba desarrollando en su vientre.

Rezaba por la salud, por el futuro, para que su esposo estuviera feliz por las nuevas nuevas. Rogaba sobre todo porque no se molestara por tener que tomar un descanso del ballet.

Madre volvió a casa cuando la tormenta disminuyó, ella dio pequeños indicios de su embarazo, pero él se molesto, decía que un niño solo traería desgracia al negocio, su cuerpo jamás se recupera de aquel cambio, la convertiría en una mujer inservible y ningún seguidor de Virgo conservaba lo que no sirve. Mi madre callo, pero no importaba lo que hiciera, su esposo se daría cuenta. Desconozco si la razón fue por el crecimiento del vientre o si fue el doctor quien le dijo a mi padre. Así las peleas iniciaron. Fueron golpes e insultos lo que mi madre recibió.

Mi madre estaba cansada de rezarle a Sagitario, pero atrapada entre las cuatro paredes, no sabía qué más hacer. Estaba atrapada, adolorida por los golpes y deseando que el bebe en su vientre estuviera a salvo. De gran bailarina a una mujer atrapada.

Mi madre fue liberada cuando la primavera iniciaba, contaba que miraba por la ventana, donde el mar se alcanzaba a ver, deseaba ser como las aves, así de libres como aquellas palomas. Entonces una serie de gritos llenó el lugar.

—No hay lugar para discusiones, me llevaré a mi seguidora— ella reconoció la voz.

¿Cómo no hacerlo? si era su Constelación la que hablaba, pero estaba tan adolorida que no podía levantarse. Lloro de felicidad, su sufrimiento llegaría a su fin.

—Sagitario, estás saltando mi autoridad en mi propia Zona— fue un hombre, Virgo.

Ambos discutieron, pero cuando la puerta se abrió, era mi padre quien estaba ahí. —Puede llevarsela, ya no me es de utilidad.

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2024 ⏰

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