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Capítulo 3

Como en todos sus casos, se ponen manos a la obra. El día jueves se reúne con Mónica, dispuesta a obtener todos los antecedentes.

Se retiran los adornos navideños de la cafetería, dejando un ambiente mucho más informal, que Vanesa agradece con creces.

—Gracias por aceptar reunirnos aquí. —Mónica se pasa el antebrazo por la frente y golpea la visera, mientras coloca una taza frente a Vanesa antes de deslizarse frente a ella. —Cojo dobles todo lo que puedo mientras Abbie está en el colegio, lo que me da una hora de descanso entre medias. Y Jo, mi jefa, es muy buena cuando necesito algo de tiempo.

Vanesa cruza la mesa y coloca su mano sobre la de Mónica, sintiendo la piel cálida y suave flexionarse bajo su palma.

—Oye, no tienes que darme las gracias.


Espera que la tranquilidad que tanto desea transmitir se refleje en su rostro. Se le da bien eso de calmar a la gente durante lo que suele ser una de las peores experiencias de su vida, y es lo que le ha ayudado a progresar en el trabajo en la última década.

Mónica sigue dándole café gratis cada vez que viene, negándose a aceptar dinero porque: "Vanesa. Haces mucho por mí. Lo menos que puedo hacer es comprar tus bebidas". A medida que sus reuniones se intensifican, descubre que disfruta con The Bean Dream: su pedido es perfecto siempre, y los dulces también.

Mónica es buena en su trabajo, observa en los momentos de descanso. Después de todo, las reuniones de trabajo son el único momento en el que llega pronto.

Mónica es educada con los clientes, con una sonrisa perfectamente pulida en la cara que Vanesa está acostumbrada a verla dar a los abogados en las fiestas de empresa, pero es encantadora independientemente del entorno. Y, observa con cierta diversión, sabe que la gente viene aquí por algo más que su café, dadas las segundas miradas que Mónica suele recibir de la mayoría de los hombres y de algunas mujeres después de ayudarles.

Mónica la mira con una interesante combinación de cautela y amabilidad, deslizándose siempre frente a ella o a su lado, según la mesa que elija. A veces, las dos veces que Vanesa llega unos minutos tarde, ve a Mónica ya sentada, con dos copas delante, dibujando en un cuaderno de dibujo. Era el mismo que había llevado en la comida, pero ella lo había confundido con un cuaderno normal.

Como tienen que reunirse en periodos de tiempo tan cortos, ella acude con bastante frecuencia -un par de veces por semana-, pero obtiene de Mónica toda la información que necesita, pelando una a una las capas de su matrimonio.

—Nos conocimos en la universidad. Él estudiaba Derecho y yo Arquitectura. Y era encantador. Hizo todo lo posible; nos llevó en avión a París en nuestro aniversario de tres meses, y yo... nunca había hecho nada parecido. Ni siquiera había salido del país antes. No crecí con todo ese dinero. Entonces, justo antes de mi último año, me quedé embarazada. Y cuando me propuso matrimonio y me preguntó qué pensaba de ser ama de casa, pensé que sonaba como la vida de la gente que envidiaba tanto... Sabía que me engañaba; no soy inconsciente. Si tuviera que adivinar, ha tenido aventuras durante al menos seis años. Estuvimos casados casi diez, y yo... estaría dispuesta a apostar en retrospectiva que él tampoco fue fiel al principio. Pero nunca me lo habían echado en cara como con Mindy. No es fácil dejarlo. Lo he pensado muchas veces. Se me ocurrieron todos estos planes, pero él tiene temperamento. Y no hay muchas cosas que me asusten que no estén directamente relacionadas con mi hija, pero Diego en su peor momento... era aterrador. Y... Quiero que Abbie tenga todo. Todas las oportunidades que yo nunca pude tener. Incluyendo tener dos padres que estén ahí para ella. Pero ya no podía quedarme para eso. No es que alguna vez quisiera pasar tiempo con ella, de todos modos.

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora