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Capítulo 30

El caso es que debería haber sabido que todo iba demasiado bien. Las vacaciones han sido sospechosamente tranquilas este año.

Es oficialmente el primer día de invierno y su solsticio ya está repleto, incluso antes de la conversación que había tenido con Mónica la noche anterior...

Un suspiro agravado llegó a través del teléfono y Vanesa hizo una pausa mientras empacaba su maleta.

—¿Estás bien?

—Sí. Yo sólo... –Mónica suspiró de nuevo. —Diego, por supuesto, cambió nuestros planes, en el último minuto. Ahora quiere que lleve a Abbie a su casa mañana por la mañana, en lugar de recogerla esta noche. Tengo trabajo a primera hora, pero por supuesto eso no le importa.

Vanesa se sentó en el borde de la cama y alzó las cejas, sorprendida. Mónica no solía hablar de Diego con ella. Sabía que no hablaban mucho, que Diego no era un elemento fijo en su vida cotidiana, pero aún así. Hace "planes" con Abbie quizá una vez al mes, que rompe o cambia en el último minuto la mayoría de las veces. Pero incluso cuando eso ocurre, Mónica no se desahoga con ella más allá de declaraciones superficiales y breves. Aunque Vanesa en realidad quiere estar a su lado en esos momentos. Ayudarla cuando está estresada o se siente agobiada.

—Es sólo que es Navidad. No aparece la mitad de las veces que promete y eso lastima a Abbie cada vez. Pero esta noche estaba tan destrozada. Por una vez, durante las vacaciones, él podría simplemente...ugh. –Sonó como si Mónica golpeara su puño contra el colchón en señal de frustración. —Y ahora tengo que organizar mi horario para que funcione, porque Abbie en realidad está deseando que llegue. Aparentemente, él compró -debería decir, su asistente compró- un pase de un día para que ella vaya a esquiar, y ella tiene tantas ganas de ir...

—Puedo llevarla. –La oferta la dejó antes de que realmente pudiera pensar en ello más allá de sólo querer hacer la vida de Mónica un poco más fácil y querer asegurarse de que Abbie pudiera ir a esquiar con su padre. Incluso si su padre era un idiota.

El silencio de Mónica había sido ensordecedor antes de que finalmente dijera: "No quiero agobiarte...".

—No es una carga. Me levanto temprano para preparar los temas de debate de mi presentación y luego tengo que pasar por la oficina antes de ir al aeropuerto. De todas formas, ya estaré levantada.

Al final, Mónica había cedido, pero le había costado mucho más convencerla de lo que pensaba. Está subiendo por un largo camino de entrada, su coche se mueve lentamente mientras se une a Abbie en una interpretación de Last Christmas. La casa de Diego es... jodidamente enorme e imponente. Y mientras la mira, trata de imaginar a Mónica viviendo aquí. No se lo imagina. Nada en este lugar dice cálido y acogedor, no como Mónica.

Al detenerse y aparcar en la entrada, se vuelve para mirar a Abbie. Abbie mira por la ventanilla, adorable con su chaqueta de invierno y su gorro sobre las ondas rubias.

—Aquí vivía yo. –le dice a Vanesa mientras se desabrocha el cinturón.

—Sí, lo sé. ¿Es divertido, tener dos dormitorios? –Vanesa le dedica una sonrisa amable.

Abbie se encoge de hombros y coge su mochila del asiento de al lado.

—No pasa nada. Pero en mi habitación ya no tengo la mayoría de mis cosas, no como en casa. Pero tiene un montón de juguetes que pone mi padre. Y los abuelos también. Son todas las cosas que mamá dice que no debería tener porque se supone que no deberían mimarme.

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora