|24|

428 16 2
                                        


Capítulo 24

Las dos manos de Mónica sostienen su mandíbula, sus labios son suaves y buscan los de Vanesa, a pesar del precipitado comienzo del beso.

La mente de Vanesa se tambalea, confusa hasta lo indecible, pero no importa. Lo único que siente es la boca de Mónica contra la suya. Todo lo que puede oler es el aroma a su alrededor. Desliza un brazo en la cintura de Mónica y el otro en su pelo.

Dios. Tan suave como se ha visto toda la noche. Igual que sus labios. Tan suaves como Vanesa siempre ha pensado que serían.

Uno de los pulgares de Mónica le acaricia la mandíbula en círculos y vuelve a rozar los labios de Vanesa. Vanesa gime en el fondo de su garganta y empuja hacia delante, hasta que la espalda de Mónica choca contra la pared. Desliza la mano que tiene en el pelo hacia abajo hasta que le toca la nuca y le acaricia los labios suaves y rosados con la lengua.

Mónica gime, los labios se separan, y los pensamientos de Vanesa se aceleran.

¿Cómo? ¿Y cómo? ¿Y es real?

Pero entonces los dedos de Mónica recorren su cuello, quemando el camino que dejan a su paso, y ella se olvida de preocuparse. Solo sabe que quiere más.

Agarra la cadera de Mónica lo mejor que puede con la mano, maldiciendo su estúpido corsé, rodando sus propias caderas y apretándola más firmemente contra la pared. Siente la respiración agitada de Mónica y su jadeo hace que a Vanesa le tiemblen las rodillas.

Los dedos de Mónica se deslizan hasta sus hombros, clavándose, y Vanesa puede sentir la fuerza de los mismos por encima de su abrigo.

Vanesa cree oír un golpe, pero queda amortiguado por el latido de su corazón en los oídos, por la excitación que recorre su cuerpo.

Pero entonces ocurre de nuevo, más fuerte, y ella se da cuenta: alguien está en realidad llamando a la puerta, dos pies a la izquierda. Mónica se congela, con las manos en los hombros de Vanesa, y está tan cerca de ella que puede sentir la tensión recorrer su cuerpo mientras sucede.

Aun así, no se mueve. Se queda allí, respirando el mismo aire mientras la cabeza le da vueltas. Mónica no la empuja, como hizo cuando casi se besaron en agosto. En lugar de eso, se desploma contra la pared, sus manos se deslizan lentamente desde los hombros de Vanesa y echa de menos su calor.

"¿Mónica?" La voz de Carol suena desde el otro lado de la puerta, antes de murmurar algo que no pueden oír y dos segundos después, el teléfono de Mónica zumba donde yace olvidado sobre la mesa de la cocina.

Vanesa suelta las manos a regañadientes y se queda mirando a Mónica. Las mejillas sonrojadas, los labios amoratados por los suyos, y ella tiene tan buen aspecto. Su respiración es agitada y lo único que desea es volver a besarla.

Mónica echa la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos con fuerza.

—Supongo que está fuera de la caja.

Vanesa abre la boca pero no sabe qué decir. Todo lo que creía saber está patas arriba y su corazón sigue latiendo con fuerza en su pecho.

—Si vas a aparecer con tres tandas de la receta de brownies de mi madre a esa venta de pasteles mañana, ¡tenemos que empezarlas pronto! –Carol llama de nuevo.

Los ojos verdes buscan los suyos antes de que Mónica parezca encontrar su voz. Es suave cuando dice: "Tengo que cogerlo".

Ella asiente, relamiéndose los labios mientras da un paso atrás. Y siente un destello de calor recorrerla cuando los ojos de Mónica siguen el movimiento. "De acuerdo".

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora