Capítulo 22
Un esguince de muñeca y una fractura nasal, acompañados de la manifestación física de unos horribles hematomas faciales, y cuatro horas más tarde, Vanesa está tirada en su sofá. Con el mismo traje que llevaba todo el día, se despierta de la siesta con el peor dolor de cabeza del mundo.
Debería cambiarse, piensa vagamente, ya que su sangre -las narices rotas realmente sangran como una perra- está empapada en su camisa, además de que huele a... hospital.
Pero le habían dado Vicodin antes de darle el alta, y a Vanesa nunca le han sentado bien los analgésicos. Es decir, le hacen sentir la cabeza confusa y el mundo se mueve un poco más despacio. Chanelle había enviado a uno de sus chóferes personales para llevar a Vanesa a casa, en un giro inesperado pero apreciado, y una vez que el chófer había ayudado a Vanesa a llegar hasta su puerta, ella se había dejado caer rápidamente en su sofá y se había desmayado por completo.
Parpadea cuando oye unos golpes en la puerta. Debe de haber sido eso lo que la ha despertado. Suelta un profundo suspiro y se levanta, pero gime y vuelve a caer en el sofá. Maldita sea, le duele todo el cuerpo y siente náuseas, además del dolor y la confusión en la cabeza.
Se congela cuando se abre la puerta de su apartamento, porque ¿quién demonios...?
—¿Vanesa? Tu puerta está abierta. ¿Cuántas veces tengo que recordarte que cierres la puerta aunque estés en casa? –es Mónica, sólo que no suena como suele sonar Mónica. Piensa que si no sintiera que la cabeza le da vueltas, podría fácilmente poner el dedo en la llaga. —Lo que me pregunto es qué haces aquí cuando... le prometiste a Abbie estar en su fiesta hoy. ¿Sabes lo disgustada que estuvo toda la tarde?
Se da cuenta de que es ira. Posiblemente la mayor rabia que ha oído en el tono de Mónica, dirigida a ella.
Oh, joder. Echa un vistazo al reloj que hay debajo de la televisión y... sí, se había perdido la fiesta de Abbie. El remordimiento se retuerce en su estómago, enrollándose alrededor de todo lo demás.
Sinceramente, en la calamidad total de la tarde -ser llevada de urgencia al hospital, tratar con la policía que luego se había reunido con ella en el hospital para discutir los cargos que su bufete estaba presentando contra Shawn, antes de ser tratada y desmayarse en casa-, todo lo demás se le había olvidado.
La voz de Mónica se acerca, mientras Vanesa puede oír su tormenta por el pasillo.
—Le dijiste a Abbie tantas veces que estarías allí, y sé que tenías una gran reunión hoy, pero no deberías haberlo prometido. Ella ya tiene un adulto que nunca cumple sus promesas; no puedes hacerle eso. ¡Y esto es justo lo que me temía! En cuanto lo supieras... –Mónica dobla la esquina hacia la sala de estar, cortándose bruscamente y sin terminar ese pensamiento cuando sus ojos se posan en Vanesa, que se sienta, intentando engranarse para impulsarse y ponerse de pie.
—Lo siento. No quise dejar a Abbie colgada, lo juro, sólo... –se queda sin palabras, impotente, y además de la sensación de aturdimiento inducida por la Vicodina de la que no puede deshacerse del todo y el dolor y el agotamiento, está completamente atormentada por la culpa, pero se siente impotente en términos de cómo excusarla.
Mónica tiene las mejillas sonrojadas, ya sea por el frío exterior o por la rabia que la ha traído hasta aquí, o por ambas cosas. Pero sus ojos verdes se abren de par en par al ver a Vanesa, y sus manos vuelan para taparse la boca en señal de asombro.
—¡¿Qué te ha pasado?! –De cabreada a presa del pánico en sólo unos instantes, el tono de Mónica es más agudo que nunca.
Vanesa sabe que tiene un aspecto horrible; había visto los moratones en el espejo del hospital, y ahora que han pasado unas horas para que se fijen de verdad, se imagina que son aún peores.
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Cuando menos te lo esperas
FanficCuando menos se lo esperaba, Vanesa Martín aceptó el caso más importante de su vida. Historia adaptada. Créditos a la autora