Capítulo 15
El cumpleaños de Abbie, a principios de agosto, se convierte en su propia fiesta para Vanesa, sobre todo porque durante las dos semanas que preceden al mismo, apenas ha oído hablar de otra cosa.
—Dios mío, ¿de quién fue la idea de que Abbie y sus amigas hicieran una fiesta de decoración de guerra de cupcakes?
Vanesa gime, usando su antebrazo para echarse el pelo hacia atrás porque sus manos están ocupadas vertiendo la última tanda de cupcakes en la sartén.
Es la una de la madrugada y la fiesta de Abbie -guerra de magdalenas por la tarde, que se transforma en su primera fiesta de pijamas en toda regla- es mañana. O, técnicamente, ¿hoy? Mónica no le había pedido ayuda para hacer la cantidad insana de cupcakes que los niños van a necesitar para su concurso de decoración, pero Vanesa sabía que Mónica iba a tener que hacer cientos de ellos por su cuenta esta noche.
Y el alivio, el agradecimiento y, lo que ella creía que era, la pura felicidad de verla que se apoderaron de la cara de Mónica cuando llegó a su apartamento valieron más que la pena. Abbie había estado ayudando cuando llegó, pero hacía tiempo que la habían mandado a la cama, dejándolas a las dos terminando las tandas de chocolate.
Mónica se ríe, se cruza de brazos y se apoya en el mostrador.
—Ah, sí, me pregunto por qué quería hacer esto. No puede ser porque su ídolo le contó que su cumpleaños favorito era una fiesta de decoración de cupcakes de cuando era niña.
Vanesa mira a Mónica con toda la seriedad que puede. La verdad es que no es muy buena, porque Mónica tiene una pequeña mancha de chocolate en la mejilla y sus ojos parecen casi plateados por la sonrisa.
—Tú eres su heroína. Yo no soy más que una amiga de tamaño adulto. –corrige en su lugar porque... bueno, Abbie había sacado de ella esta idea de las guerras de magdalenas, pero sabe que Mónica es su heroína. ¿Cómo podría no serlo?
Cierra el horno después de meter la última hornada con un chasquido y se limpia las manos con el paño de cocina que lleva colgado del hombro toda la noche. Cuando por fin vuelve a mirar a Mónica, se detiene bajo una de sus intensas miradas. Intensamente dubitativa, pero aún así: la mirada escrutadora de Mónica tiene la capacidad de hacer que se sienta vista por dentro y por fuera de una forma que es a la vez maravillosa y aterradora.
—Vanesa. Abbie toma todo lo que dices y haces como la pura verdad. Cuando no estás con nosotras por las tardes, me paso al menos la mitad del tiempo oyendo hablar de ti. Tienes que saber eso.
No hace nada para impedir que el calor complacido florezca en su estómago.
—No me había dado cuenta. –Agacha la cabeza y se gira para apoyarse en el mostrador, mirando a Mónica.
Es una sensación extraña, pero buena. Algo así como lo que siempre ha imaginado que sería ser madre: totalmente amada por uno de los niños a los que quiere. Pero también la hace sentir un poco culpable. Mónica debería ser la destinataria de ese sentimiento de Abbie, en todo caso.
—Bueno, es verdad. Si le preguntas a Abbie, el sol sale y se pone en Vanesa Martín. –se burla Mónica mientras da un paso más cerca, alcanzando su copa de vino detrás de Vanesa.
Todo en su interior se pone en alerta máxima, como cuando Mónica está tan cerca. Esta noche ha sido especialmente especial, porque la cocina del apartamento de Mónica y Abbie es todo lo contrario de espaciosa. Al lado de la mesa hay un rincón con encimeras y armarios. Los fogones están a un lado, el fregadero al otro y entre las encimeras hay medio metro de ancho.

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Cuando menos te lo esperas
Fiksi PenggemarCuando menos se lo esperaba, Vanesa Martín aceptó el caso más importante de su vida. Historia adaptada. Créditos a la autora