|21|

447 19 3
                                    


Capítulo 21

No dicen nada por la mañana. Y Mónica no había estado en la cama, otra vez, cuando se había despertado. Lo cual es bueno. Porque Vanesa puede haber estado borracha, pero recuerda cada segundo de la conversación con total claridad.

Mónica hace una mueca cuando la radio se enciende en cuanto arrancan el coche, después de recogerlo, y extiende inmediatamente la mano para bajar el volumen.

—Creo que tengo un poco de resaca. –admite Mónica en voz baja, con un poco de rubor en las mejillas.

Vanesa le ofrece su propia sonrisa, entregándole el frasco de píldoras que guarda en el coche para los días duros en el trabajo. Mónica murmura su agradecimiento con una sonrisa sincera, antes de acomodarse en el asiento del copiloto y cerrar los ojos. Permanece así la mayor parte del paseo. No es incómodo entre ellas, exactamente, pero no es del todo normal. La mayor parte del tiempo es tranquilo, el suave zumbido de la música como principal fuente de sonido. Y no está segura de si es por la resaca de Mónica, o porque siente que Vanesa cruzó la línea después de haber prometido que se aseguraría de que nada se saliera demasiado de control.

Se siente aliviada cuando pasan por casa de los padres de Diego para recoger a Abbie, de modo que el parloteo de ésta llena los silenciosos espacios del coche.

—Y la abuela nos llevó a ese restaurante asqueroso que sólo sirve marisco. Pero el abuelo me trajo pizza para después. De Giovanni's. De lujo. –se ríe mientras Vanesa se detiene en la acera del edificio de apartamentos de las Carrillo. —Tengo que hacer pis. –anuncia antes de desabrocharse el cinturón y entrar corriendo en el edificio, dejando las bolsas en el asiento trasero.

Mónica y Vanesa la miran antes de intercambiar miradas interrogativas. Mientras Mónica se baja y va a la parte trasera del coche para sacar su propia maleta, Vanesa se baja para recoger las cosas de Abbie.

—Gracias. Por traerme este fin de semana y... –Mónica se aclara la garganta. —Sólo gracias por todo.

—Me alegro de que lo pasaras bien. Lo pasaste bien, ¿verdad? –Vanesa cierra la puerta del coche, se acerca a Mónica en la acera y le sonríe. Los nervios en el estómago al hacer la pregunta la sorprenden, pero en realidad está esperando el momento en que Mónica le eche la bronca por todo lo que había dicho.

—Lo hice. –es todo lo que dice Mónica. —Aunque probablemente debería subir, porque Abbie se va a dar cuenta muy pronto de que la puerta está cerrada.

—De acuerdo. –Vanesa asiente, observando a Mónica de cerca. ¿Tal vez ella no recuerda la noche anterior?

Le ofrece la mochila y la bolsa de Abbie a Mónica. Y cuando se la da, sus dedos se rozan, y como siempre, Vanesa lo siente. Nada nuevo. La novedad es la risa torpe y avergonzada de Mónica, que aparta rápidamente las bolsas. Sus movimientos son más bruscos de lo normal y no mira a Vanesa a los ojos mientras se dirige rápidamente hacia el interior.

Sí. Definitivamente se acuerda.

***

Está tallando calabazas en la cocina con Abbie la semana siguiente después del colegio, cuando Abbie se vuelve hacia ella y le pregunta:

—¿Crees que puedes quedarte a dormir en mi casa en Halloween, después de venir a pedir caramelos con nosotras? Sería divertido, ¿verdad?

Vanesa deja de concentrarse en su calabaza y lanza una mirada burlona a Abbie. La calabaza de Abbie ya está lista, con el fantasma estarcido tallado y esperando a ser iluminado, mientras que Vanesa sigue trabajando atentamente en la suya; es realmente la única manualidad que disfruta haciendo.

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora