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Capítulo 25

Lo más descabellado para Vanesa es que sus vidas realmente no cambian mucho en las dos semanas siguientes, aunque Vanesa siente que todo es diferente.

Mónica Carrillo la desea. Mónica se siente atraída por ella, sí, pero también... la quiere. Mónica ha sentido lo mismo que Vanesa ha sentido durante meses y no ha estado sola en esto. El mundo entero es diferente con ese conocimiento.

Y sin embargo, no lo es.

Va a trabajar todos los días y recoge a Abbie del colegio varias veces por semana. Mónica trabaja en la cafetería y continúa con sus clases. Han construido una rutina que a Mónica le aterra cambiar y Vanesa tampoco quiere que cambie necesariamente. Le gusta esta vida.

Los cambios que sí experimenta son estos:

El deseo que tiene de besar a Mónica cada maldita vez que la ve es más agudo y fuerte. Sobre todo ahora que Monica la mira diferente.

Se da cuenta de cómo Mónica le mira la boca cuando habla. Se da cuenta de que sus ojos verdes se detienen en ella cuando sale de una habitación y que Mónica aparta la mirada apresuradamente porque la ha estado observando. Lo más loco para Vanesa es darse cuenta una noche, de que tal vez Mónica siempre la ha mirado así y Vanesa simplemente no lo ha visto por lo que es.

Abbie está tumbada en su nido de almohadas en el suelo, con la atención absorta en el episodio de Masterchef que están viendo, mientras ella y Mónica están en el sofá.

El cuerpo de Vanesa está en alerta máxima, como siempre que están tan cerca. El calor de Mónica apenas la roza, porque Monica -que siempre ha sido muy libre con sus caricias- es muy consciente de ello ahora. Casi da un respingo cuando siente la mano de la morena sobre su muslo. Es un roce tentativo y Vanesa aspira un suspiro mientras su corazón late con fuerza. Se vuelve para mirar a Mónica, que la observa a ella y no al espectáculo.

Sus dedos acarician los leggings de Vanesa y no dejan de moverse cuando Vanesa no puede controlar la forma en que se entrecorta su respiración. No es nada inapropiado, no realmente, pero con la forma en que el calor se instala entre los muslos de Vanesa, Mónica bien podría estar besando y chupando los puntos sensibles del cuello de Vanesa.

Dios, ojalá.

Vanesa se pasa todo el resto del episodio excitándose progresivamente mientras piensa en todas las veces que Mónica ha hecho esto en los últimos meses. ¿Desde cuándo es para ella algo más que un toque amistoso?

Su mano no deja de moverse.

***

El mayor cambio, en realidad, se produce en forma de sus llamadas telefónicas nocturnas.

Primero, porque ahora Vanesa nunca se pierde una. No tiene por qué reprimirlas ni obligarse a no esperarlas, y se siente increíblemente bien. También duran mucho más que antes, los quince o veinte minutos antes de acostarse se convierten en una hora, a veces dos.

A Mónica también parece resultarle más fácil hablar por teléfono. Tal vez sea algo de no poder ver a Vanesa lo que hace que le resulte más fácil sincerarse. Realmente no lo sabe, pero tampoco le importa. Siempre y cuando esté sucediendo.

Sus conversaciones van de lo tonto a lo serio, y ella devora cada pequeña información que obtiene sobre Mónica y se deleita en la libertad que tiene al poder hablar más libremente.

—No estoy preparada para que la gente sepa... esto. –dice Mónica en cuanto Vanesa coge el teléfono, con voz tranquila pero firme. Seria.

—¿Esto?

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora