|19|

308 15 2
                                    

Capítulo 19

En su último año de licenciatura, con el objetivo de aprovechar el fin de semana largo para ayudar a mantener su amistad incluso cuando tenían que vivir sus vidas fuera de la universidad y en el mundo real. Todas -Vanesa, Ana, Rocio, Bea y Sole- van a casa de la familia de Rocío, en Tarifa, y se dejan llevar durante dos días.

Son las últimas en llegar el sábado, y todas sus amigas la aclaman cuando la ven. "¡Ay! Siempre la última en llegar a la fiesta". Sole es la que declara riendo mientras corre desde su posición en la cubierta para echarle los brazos por los hombros. Vanesa pone los ojos en blanco.

—Después de traer la mayor parte del alcohol para el fin de semana, siento que debería estar recibiendo menos mierda.

—Sabes que te quiero. –Sole le guiña un ojo. Pero su atención ya está en Mónica. —¡Has venido! Estoy tan contenta.

La sonrisa tentativa que Mónica tiene en la cara se transforma en una más real, aunque sorprendida. Rocio les informa de que los dormitorios ya están preparados cuando llegan, mientras les lleva por la casa hasta la segunda planta. Les hace un breve recorrido, destacando aspectos de la espaciosa y confortable casa en la que Vanesa ha pasado más tiempo del que puede recordar. No está escuchando realmente hasta que Rocío dice:

—Ustedes dos van a tomar la habitación habitual de Vanesa. Ana y Bea siempre se quedan en la habitación de los niños, el único dormitorio con dos camas. Creo que esta está bien, es una queen cama. –le lanza un guiño a Mónica. —Quiero decir, Vanesa y sus tendencias de acurrucarse, ¿verdad?

Vanesa se detiene en seco al oír esas palabras, aunque siente que el corazón le va a mil por hora. ¿Están compartiendo cama? Jesucristo. Ella sabía que todo su plan de distanciamiento iba a ser un tiro, pero no un tiro como en literalmente a través de los ojos y muerto en el acto. Es una niña que se desparrama y se acurruca mientras duerme. Y eso significa, sin duda, despatarrarse y abrazarse a Mónica, lo cual... sí, vale, le encanta la idea. Tanto que lo odia.

Se da cuenta de que los pasos de Mónica también se detienen un segundo y, aunque siempre se ha considerado afortunada por tener la segunda habitación más grande después de la de Rocio, piensa que tal vez debería negociar las literas de los niños para este viaje.

Mónica se aclara la garganta mientras sus mejillas se sonrojan un poco y mira entre Rocio y Vanesa antes de hablar despacio.

—La verdad es que no sabía que a Vanesa le gustaran los mimos. Pero está bien, por supuesto. Gracias por recibirnos.

Rocio se ríe, su atractiva y rica risa que siempre hace que todo el mundo quiera unirse a ella.

—Dios, eres la persona más educada que ha puesto un pie aquí. Todavía te gusta cotillear, ¿verdad? Este fin de semana siempre es para cotillear.

La risa de Mónica es más ligera mientras sigue a Rocio por el pasillo.

***

Y está bien después de unas horas y unas copas, cuando ha conseguido olvidarse del hecho de que comparte la cama con Mónica.

Es fácil cuando Vanesa puede recostarse y observar, después de la cena, la forma en que sus amigas incluyen a Mónica en sus historias, la forma en que las sonrisas tentativas y los nervios se desvanecen fácilmente y ella simplemente se une. Ella y Sole hablan de sus cursos, antes de que la conversación gire en torno a la familia y los hijos, y Bea -como madre de tres hijos- se une a ella.

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora