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Capítulo 20

Al día siguiente descubre que estaba gratamente equivocada, pues se da cuenta de que ni siquiera tuvo su típico despertar a las cinco de la mañana.

Tarda unos instantes en darse cuenta de que Mónica ya no está en la cama con ella, pero está completamente impregnada de su olor porque tenía la cara hundida en la almohada. Y no se da el gusto de volver a enterrar la cabeza en la almohada un minuto más antes de incorporarse. Autocontrol al máximo.

—Buenos días. –la voz de Mónica es tranquila, y el corazón de Vanesa da un vuelco al darse la vuelta y encontrarla sentada en una de las sillas que dan a la ventana que va del suelo al techo.

Está cómodamente instalada en la silla extragrande, con el bloc de dibujo apoyado en las rodillas y el pelo recogido en una coleta, claramente sin cepillar. Y Vanesa no se da cuenta de que la está mirando durante treinta segundos. Pero, Dios, Mónica se ve tan bien a primera hora de la mañana.

—Buenos días. –ella mira hacia otro lado, estirando los brazos por encima de su cabeza antes de ponerse de pie. —¿Llevas mucho tiempo levantada? ¿Qué hora es?

La mirada de Mónica sigue clavada en ella cuando Vanesa se vuelve para mirarla de nuevo, con una pequeña sonrisa en los labios.

—Son más de las diez. Llevo levantada un par de horas y he hecho algunos dibujos de la vista desde aquí. –señala su bloc de dibujo mientras lo cierra lentamente. Los ojos verdes vuelven a posarse en Vanesa cuando Mónica se reclina en la silla y arquea una ceja en señal de pregunta. —Bajé a tomar un café hace un rato y Ana me informó de que más me valía estar lista para esta noche.

Se pone una sudadera y un par de calcetines de lana -en la casa del lago hace corriente por la noche- mientras contempla su respuesta.

—Eh... bueno. La noche del domingo significa que generalmente nos excedemos con el alcohol.

—¿Más que anoche? –pregunta Mónica, y la incredulidad en su voz es tan fuerte que hace reír a Vanesa.

—Oh, sí. Quiero decir, anoche nadie estaba realmente borracho. Esta noche... bueno, fue algo que empezamos cuando teníamos veintiún años: no tener restos de alcohol del fin de semana. –Vanesa recorre con sus ojos los de Mónica antes de asegurarle. —No tienes que beber. Ana lo dijo más como una especie de advertencia... pueden ser un poco pesadas esta noche.

—No creo que haya estado más que achispada en al menos diez años. –le informa Mónica en voz baja, frotándose las manos sobre los muslos de los vaqueros antes de levantarse. A diferencia de Vanesa, se había vestido para el día, los vaqueros y el suave jersey oversize que lleva le dan un aspecto... perfecto. —No desde la universidad. Antes de Abbie.

Está a punto de asegurar de nuevo que no debe sentirse presionada a hacerlo esta noche, e incluso va a ofrecer no beber nada ella misma. Pero Monica tiene una pequeña arruga entre las cejas mientras dice: "Supongo que esta noche sería la noche para darse un capricho". Una pequeña sonrisa se posa en sus labios mientras asiente. "Siempre y cuando estés allí para asegurarte de que las cosas no se salgan demasiado de control, por supuesto".

Hay un tono burlón en su voz, que Vanesa no pasa por alto. Pero asiente seria.

—No pasará nada en mi guardia.

***

Mónica se da el gusto esa noche. Igual que Vanesa. Y todas las demás, pero Vanesa vigila a Mónica por si acaso, según su promesa.

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora