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Capítulo 4

Vale, puede que esté un poco más involucrada en esto que en todos sus casos. Vanesa puede admitirlo a principios de febrero.

Siente cierto apego por casi todos los clientes que contrata. Claro, algunos son los de siempre: sus clientes más ricos, por lo general, suelen ser los que el bufete le asigna. Pero para conseguir su mejor caso, siempre encuentra el ángulo que necesita para luchar por ellos. Para sentir por ellos. Pero también hay un muro contra el que tiene que chocar. No puede implicarse a nivel personal, o nunca tendrá la cabeza despejada.

No está tan hundida, tiene la cabeza despejada. Pero lo cierto es que nunca ha soportado a Diego y puede imaginarse todos y cada uno de los actos de indiscreción, manipulación e intimidación que describe Mónica.

Piensa en las docenas de veces que ha visto a Mónica después de su primer encuentro, sabiendo que la había descartado tras ver que había estado casada con Diego. Y, lógicamente, sabe que no puede culparse por no haber visto sus problemas matrimoniales. Pero se siente culpable por haber metido a Mónica en el mismo saco que Diego, confundiendo su distanciamiento y sus sonrisas que nunca llegaban a sus ojos con juicio o frialdad. Ahora que sabe lo que realmente ocurría bajo esa superficie, puede ver lo atrapada que se había sentido Mónica. Desesperada y sola.

Hace preguntas porque tiene que hacerlo, para conocer todos los detalles. Pero también hay un deseo muy real de conocer la respuesta.

—¿A quién tienes de apoyo? ¿A la familia? ¿Gente que pueda vigilar a Abbie o actuar como testigo?

Mónica respira hondo y se encoge de hombros.

—Al crecer, éramos sólo mi madre y yo. Ella es...–traga saliva. —Murió hace casi dos años. Jo, mi jefa, podría ser un testigo de carácter. No tengo muchos amigos. –ella admite, mirando, culpable y avergonzada, como lo hace a menudo—Estaba bastante aislada cuando nos casamos... Carol, que cuida de Abbie la mayor parte del tiempo si no estoy en casa. Es mi mejor amiga, supongo. Y, um, ella era nuestra ama de llaves. Así es como nos conocimos.

El interés de Vanesa se despierta.

—Y no sólo es un testigo de carácter para ti, sino que también podría serlo contra Diego.

Rápidamente anota la información como recordatorio para sí misma. Pero cuando levanta la vista, Mónica niega con la cabeza.

—Treinta y dos años, una licenciatura inacabada, madre soltera que lucha por la custodia, trabajando de camarera... –se interrumpe, la risa brota de sus labios. —No es lo que pensaba que sería.

Vuelve a reír, pero es una carcajada vacía, y la mirada de sus ojos hace que a Vanesa le duela el corazón. Es ese sentimiento el que empuja las palabras fuera de su boca.

—Sé lo que quieres decir.

La risa de Mónica se interrumpe, al igual que su mirada, lo cual es una bendición. En su lugar, arquea una ceja incrédula hacia Vanesa.

—Dame un respiro.

No lo dice de forma grosera, sino totalmente dubitativa y algo despectiva. Lo que en cierto modo eriza a Vanesa, porque Mónica no la conoce. Aunque eso forma parte del trabajo: tus clientes no te conocen y los límites son una prioridad.

Pero Mónica continúa mirando a Vanesa con escepticismo.

—Quiero decir... –se sienta recta en su silla, dando una mirada a Vanesa —Eres hermosa, eres joven, tienes una carrera bien remunerada que te apasiona...

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora