Pasé los siguientes días encerrado en aquella celda aislada, sin contacto con nadie y sin ningún otro entretenimiento más que mis pensamientos.
No podía dejar de imaginar qué testigos acudirían a mi juicio, ni qué dirían sobre mi. Alexa no podía ir a mi juicio. Si yo estaba encerrado, ella debía estar en la misma situación que yo en algún lugar. Después del asalto policial al laboratorio, supuse que Alexa debía estar detenida o muerta, más aún sabiendo que Igor había muerto también.
-Alex no puede ser - Me dije a mi mismo.
¿Mi padre? Mi padre no sabía nada de mis actos delictivos, él pensaba en todo momento que trabajaba como jardinero con Tony para pagar su deuda y jamás le mostré mis propiedades ni nada que pudiera meterme en un lío, en ese sentido fui fiel a Tony.
¿Tal vez sobrevivió algún Calabresi el día del asalto a la mansión y ha decidido traicionarme para salvar su culo? Eso podía ser, pero juraría que todos murieron, al menos todos los que estaban en la mansión aquel día.
No podía pensar con claridad, no alcanzaba a encontrar nadie que pudiera incriminarme salvo las chicas que engañé y drogué para coleccionar sus prendas como premio por follármelas. Pero si estaban drogadas era imposible que pudieran recordar lo sucedido, no tenía sentido.
-¡Mierda, Lucy! - Exclamé de forma repentina al llegar a la conclusión de que tal vez pudiera ser ella una de las testigos.
Tenía sentido que Lucy pudiera declarar en mi contra. Después de la caída de la mafia Calabresi, probablemente Alexa e Igor liberaron a todas las chicas de los clubes igual que hicieron aquella noche en la mansión.
Lucy podía contar todo tipo animaladas que le hice, cómo la traté y cómo la obligué a abortar cuando la dejé embarazada y cómo acepté que la llevaran a un centro para ser castrada y aunque todo fue orquestado por Tony, la iniciativa fue mía y solo yo podía haberlo evitado.
-¡Joder, joder, joder! - Exclamé sin parar de dar vueltas en mi celda pensando que tal vez era Lucy la persona que podía hundirme de por vida.
Aquellos tres días en la celda fueron un infierno en los que no pude pensar otra cosa. Pensé que Lucy iba a joderme la vida y llevar a cabo su venganza contra mi, fuer una tortura que no me dejó dormir hasta que llegó el día de la resolución de mi juicio.
Aquella mañana fui de nuevo llevado hasta el juzgado, no sin antes pasar por la galería de celdas, donde de nuevo todos los presos comenzaron a gritar y silbar a mi paso para insultarme por ser un hombre con pechos de mujer y deseando que todo terminara para tenerme al alcance.
Al llegar al juzgado de nuevo accedí a la sala, que como el primer día, estaba vacía, así que los guardias me invitaron a tomar asiento y tan solo unos segundos después apareció mi abogado.
-¡Tengo buenas noticias Jack! - Dijo Albert sonriendo.
-¿En serio? - Pregunté aliviado.
-¡Sí! Según tengo entendido las declaraciones de los testigos no se sostienen del todo, tal vez tengamos una posibilidad de librarte de esto.
-¿Una de las testigos es Lucy? - Pregunté preocupado
-¿Lucy? No... no me suena, han declarado varias chicas pero estaban muy nerviosas y no hablaban bien nuestro idioma y el único que declaró en tu contra de forma más explícita fue un tal Marco.
-¿Marco? ¿Marco Calabresi? - Pregunté alzando la voz ligeramente.
-Sí... eso me temo... - Respondió el abogado.
-¡Qué hijo de puta! Pensé que había muerto y ahora para librarse quiere meterme toda la mierda a mi... - Dije indignado.
-Las chicas acusaron directamente a la organización, no a ti directamente y él fue el único que habló de ti como alguien manipulador, agresivo y demás, ya sabes... - Respondió el abogado para ponerme al día de todo lo ocurrido en esos tres días.
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Cómo me convertí en Jackeline
Ficción GeneralJack era un joven estudiante que, de un día para otro, por culpa de su padre, se metió en un gran lío en el que, para salir, deberá traicionar a su mejor amigo, y a partir de ese momento todo se complicará...