Caminé unos cientos de metros, hasta la parada del bus, sobre esos zapatos de tacón que después de utilizar las zapatillas de la cárcel durante los últimos meses, resultaron ser tan incómodos como la primera vez, pero no tanto como la sensación de estar en la calle vestido con ropa de mujer con un traje corto rojo y marcando un llamativo escote.
Al llegar a la parada estuve unos minutos esperando hasta la llegada del bus 63 que me llevaría al centro de la ciudad. La temperatura era agradable a pesar de estar ya en otoño, y el viento ondeaba mi largo pelo que en esos instantes ya caía por debajo de mis hombros.
A pesar de todo y la incomodidad de vestir como una chica, me sentía bien. Después de tanto tiempo volvía a respirar el aire de la calle y podía volver a sentirme libre. Ahora debía encontrar la mejor forma posible de salir de la prisión corpórea en la que estaba encerrado mi ser.
Mientras esperaba el autobús, pensé en todas las posibles alternativas que tenía para tratar de reconducir mi vida. ¿Recurrir a Alexa y arrastrarme ante la mujer que un día fue mi amigo para que exigirle que me devolviera mi cuerpo? Era una opción, pero después de saber que me había liberado de la cárcel imaginé tal vez querría obligarme a ello o aprovecharse de mi situación y aunque los consejos de mi amiga la enfermera me invitaban a ceder ante Alexa, preferí buscar otras alternativas en busca de una opción mejor.
También pensé en la opción de volver a casa con mi padre, pero él no lo iba a entender, no quería tener que explicarle cómo su único hijo había terminado siendo una mujer transexual después de traicionar cruelmente a su mejor amigo por trabajar para la mafia italiana para terminar traicionando a toda la organización, solo de pensarlo me hacía sentir ruin, pero es que además mi padre siempre me educó en un entorno machista y homófobo, así que no iba a ser capaz de entender por qué ahora su hijo tenía tetas de mujer y vestía como una prostituta de lujo. Por tanto, volver a casa no era una opción, al menos, no en esta situación.
Pensé en buscar trabajo, algo rápido para salir del paso durante mis primeros días de libertad, en alguna cafetería, algún bar o alguna de las casas en las que trabajaba de jardinero cuando estudiaba, pero ¿Quién iba a confiar en un hombre con tetas que vestía como una mujer y con mis antecedentes? Buscar trabajo tampoco era una opción.
Justo en ese instante, mientras caminaba de un lado a otro de la marquesina de la parada, a lo lejos llegó el bus. Al verlo, salí del letargo en el que estaba sumergido y alcé mi brazo para indicarle que se detuviera para poder subir.
Se abrieron las puertas del autobús y con alguna dificultad por llevar esos tacones, mientras me agarraba de la barandilla, subí al autocar.
-¡Buenas tardes, señorita! - Sonrió el conductor, lo que hizo que me estremeciera al ver que me trataba como una mujer cualquiera. - 1,20, por favor - Dijo para indicarme el precio del billete.
Automáticamente saqué de mi bolso los veinte dólares y se los entregué.
-¿No tiene un billete más pequeño? - Dijo el conductor con seriedad tratando de no mirarme directamente a la cara.
-Lo... Lo siento... No llevo más dinero encima... - Dije con voz temblorosa.
-Está bien, no se preocupe, aquí tiene... - Dijo el autobusero mientras recogía varios billetes pequeños y monedas par darme el cambio.
-Mu...Muchas gracias - Titubeé guardando el dinero en mi bolso de nuevo.
El conductor simplemente sonrió amablemente e inició la marcha mientras yo apoyándome en las agarraderas recorrí el pasillo del autobús en busca de un asiento libre.
Justo en ese momento levanté la mirada y noté como todos los pasajeros me miraban fijamente, como si fuera una atracción de feria. Por alguna razón, sentía la envidia de las mujeres que me miraban de arriba a abajo para juzgarme y después de examinarme cuchicheaban entre ellas o con la persona con la que estaban sentadas. Pero lo peor fue ver cómo los hombres me comían con la mirada, sus ojos se clavaban en mis pechos que se movían de un lado al otro mientras el autobús se ponía en marcha. En ese instante sentí cómo un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, haciéndome sentir completamente avergonzado.
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Cómo me convertí en Jackeline
Ficción GeneralJack era un joven estudiante que, de un día para otro, por culpa de su padre, se metió en un gran lío en el que, para salir, deberá traicionar a su mejor amigo, y a partir de ese momento todo se complicará...