50 | BIENVENIDA AL ÉXTASIS

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Desperté aquella mañana, con energías renovadas. La alarma sonó, como todos los días con los primeros rayos de sol entrando en mi ventana e iluminando mi habitación.

Como todos los días miré a mi izquierda y en la mesita ya no había medicación, ni ningún consolador, tan solo una nota, que como era habitual, no dudé en leer:

Buenos días, Jackeline.

Como podrás ver, de ahora en adelante no será necesario que sigas pinchándote hormonas ¡Has llegado al final de tu tratamiento! ¡Ya eres una chica! ¡Enhorabuena!

Además, tampoco quiero que me sirvas como esclava. Creo que has entendido todo y ahora eres una persona nueva, más buena y generosa y no mereces que te maltrate.

Después de ver tu cambio, he decidido que de ahora en adelante además de tu dueña, también seré tu amiga y como amiga quiero que bajes a desayunar conmigo.

Tómate el tiempo que necesites, nos vemos en un rato.

Tu amiga: Lucy Richards.

-¿Mi amiga? - Me pregunté en voz alta sonriendo.

Me levanté ilusionada tras leer aquella carta, fue una liberación no tener que pincharme ni tener que ponerme un incómodo dildo en el ano para acabar frustrada por no tener un orgasmo.

Me di una ducha rápida, deseando bajar y volver a ver Lucy por primera vez como una amiga, salí de la ducha desnuda y abrí el armario. Estaba tan contenta que no sabía qué vestido ponerme. Definitivamente, elegí un bonito vestido de color vainilla con un imponente escote cruzado y falda de campana que era precioso y que adorné con un cinturón blanco. Me puse unas braguitas blancas con transparencia, encajes y lacitos que adornaba a la perfección mi entrepierna completamente rasurada y suave. Para terminar me puse unas medias altas y me calcé unos grandes tacones blancos. Antes de salir, peiné mi cabello rubio y liso y decoré mi cabeza con una pinza rematada con un bonito lazo blanco. Me maquille de forma suave y antes de salir por la puerta para encontrarme con Lucy de nuevo, me miré ante el espejo y sonreí como una colegiala enamorada que se preparaba para ver a su novio.

Me veía guapa, me sentía sexy y por primera vez salí de la habitación y recorrí el pasillo con una sonrisa. No me importaba que los guardias me observaran, de hecho, en el fondo me gustaba. Me sentía libre, al fin me había aceptado y eso me hacía feliz.

Al bajar las escaleras, vi a Lucy esperando en el sofá. Al verme sonreír ella hizo lo propio y se puso en pie para recibirme y darme un abrazo.

-¡Estás preciosa, cielo! Me encanta tu modelito - Dijo tomándome de la mano.

-¿Le gusta, señora? - Pregunté emocionada dándome la vuelta y haciendo volar mi falda.

-¡Me encanta, cielo! - Exclamó.

-¿Quiere que vaya por el desayuno? - Pregunté sonriente mientras me daba la vuelta.

-No, toma asiento en el sofá, por esta vez iré yo a recogerlo - Respondió Lucy señalándome el sofá y caminando hacia la cocina haciendo sonar sus zapatos de tacón mientras movía las caderas con sensualidad.

Me senté en el sofá con las piernas cruzadas. Observé que sobre la mesa había un sobre blanco en el que ponía mi nombre. Tuve la tentación de cogerlo y abrirlo, pero no había recibido el permiso de mi dueña, así que esperé pacientemente unos minutos hasta que Lucy de nuevo llegó al salón con una bandeja enorme con fruta, bollería y dos zumos de naranja que dejó sobre la mesa.

-¿No has cogido el sobre? - Preguntó Lucy extrañada.

-Quería esperar a tener su consentimiento para hacerlo, señora - Respondí.

Cómo me convertí en JackelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora