13 | MISERABLE

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Llegué a casa tan rápido como pude, estaba deseando encontrarme con Alex de nuevo. Quería saber lo que le habían hecho en aquel laboratorio, quería sacarle toda la información posible para aprovecharla en mi favor. Tenía una oportunidad gloriosa para convertirme en el nuevo capo de la mafia italiana y tenía que asegurarme que Alex podía ayudarme.

 Tenía una oportunidad gloriosa para convertirme en el nuevo capo de la mafia italiana y tenía que asegurarme que Alex podía ayudarme

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Jack antes de encontrarse con Alexa

Abrí la puerta y de casa y con paso firme pero lento hice sonar mis zapatos italianos para hacerle saber que había llegado. De pronto comencé a oír como hacía ruidos tras su mordaza. Tal como había planificado lo chicos dejaron a Alex tirada en el sofá completamente atada, amordazada y con una bolsa en la cabeza.

-Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí... Tú debes ser la hermosa señora Shevchenko ¿Verdad? - Dije en italiano para que pudiera escuchar mi voz.

Automáticamente aquella chica se cayó. Reconoció mi voz, lo noté en el acto, pero solo unos segundos después volvió a retorcerse y a gritar sobre su mordaza. Alex había sido entrenado para fingir, pero no esperaba oír mi voz tan pronto.

-Cálmate, putita... - Dije en italiano con voz relajada y suave mientras acariciaba el cuerpo de esa chica que era mi amigo Alex.

De pronto agarré la bolsa de su cabeza y la saqué para que pudiera verme después de tanto tiempo.

Alex se quedó cayado, sorprendido al verme, no pudo evitar observarme de arriba a abajo fingiendo estar terriblemente asustado.

Sus ojos eran los mismos que siempre, podría reconocerlos entre un millón, pero su cara había cambiado, su rostro era angelical, sus labios eras tiernos y jugosos, sus pómulos parecían los de una auténtica chica y su cuerpo... Su cuerpo había sido perfectamente moldeado para ser el capricho de cualquier hombre... Si realmente esa mujer era mi amigo, nadie diría que algún día había sido un hombre.

Tenía que ponerle a prueba... No podía demostrar que sabía quién era y quería ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Así que sin mostrar ninguna debilidad agarré a aquella chica del pelo y con violencia la lancé al suelo para ponerla de rodillas frente a mí. Acto seguido ante su sorpresa, bajé mis pantalones y me senté en el sofá mostrando mi pene y abriendo mis piernas ante ella. Agarré mi polla y rápidamente la puse dura.

-¡Chúpame la polla, zorra! - Grité en italiano mientras señalaba mi miembro.

La chica siguió fingiendo estar atemorizada, así que sin mostrar ningún tipo de sentimiento hacia ella, la agarré con fuerza del pescuezo y la acerqué hasta mi pene para obligarle a chuparlo.

Ella abrió su boca y comenzó a chuparlo tímidamente mientras yo presionaba su cabeza con mi mano para obligarla a hacerlo más rápido.

Después de unos segundos, al ver que ya seguía sola, decidí soltarla para relajarme en el sofá mientras disfrutaba de la mamada de la chica que algún día fue mi mejor amigo.

Cómo me convertí en JackelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora