Dosis de realidad

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Las luces de la mañana iluminaban tímidamente la terraza del acogedor piso de Martin, filtrándose entre las rendijas de las persianas y tiñendo el ambiente con una suave tonalidad dorada. El aire fresco de la mañana acariciaba sus rostros, anunciando el comienzo de un nuevo día tras la intensa noche de fiesta.

Martin, Bea y Violeta, sentados alrededor de una mesa de madera, empezaban a dejar atrás los estragos de la resaca, con las mejillas sonrojadas por la calidez del sol y una ligera brisa que les acariciaba suavemente. En el centro de la mesa, una taza humeante de chocolate caliente desprendía un delicioso aroma que inundaba el ambiente, reconfortándolos con su dulce fragancia.

Entre sorbos de la reconfortante bebida, compartían confidencias sobre la noche anterior, recordando con risas y comentarios cómplices los momentos más divertidos y extravagantes que habían vivido en el club nocturno. Bea, con su característico sentido del humor, relataba anécdotas divertidas sobre sus interacciones con los miembros de Ecos del Abismo, destacando las peculiaridades de cada uno de ellos.

Violeta, con una sonrisa pícara en los labios, añadía sus propias observaciones sobre los chicos de la banda, compartiendo sus impresiones sobre su actitud y personalidad. Los recuerdos de la noche anterior se entrelazaban en una conversación animada y llena de complicidad entre los tres amigos.

Los gritos resonaron abruptamente en el aire, rompiendo la tranquilidad de la mañana y sacando a los chicos de su relajado momento en la terraza. Se miraron entre ellos con sorpresa y curiosidad, preguntándose qué podría estar ocurriendo en la calle para generar semejante alboroto.

Sin dudarlo, se dirigieron hacia la barandilla de la terraza y se asomaron, buscando el origen de los gritos. Lo que descubrieron los dejó atónitos: tres de los miembros de Ecos del Abismo estaban discutiendo ruidosamente en la acera, sin importarles en lo más mínimo que sus voces pudieran ser escuchadas por los vecinos.

Ruslana y Chiara, visiblemente frustradas, discutían con Juanjo mientras este intentaba recordar la ubicación exacta del piso de Martin. Sus expresiones reflejaban claramente su disgusto por la falta de precisión de su amigo, mientras él se excusaba diciendo que anoche estaba borracho y que era difícil recordar con claridad en medio de la oscuridad de la noche.

- ¡Pero Juanjo, cómo no te acuerdas! -exclamó Chiara, agitando los brazos en señal de frustración-. ¡Si estuviste allí mismo anoche, no puede ser tan difícil!

Ruslana asintió, añadiendo su propia queja a la conversación.

- Exactamente, Juanjo. No puedes simplemente echarle la culpa a la borrachera. Necesitamos encontrar a Violeta, y no podemos perder más tiempo dando vueltas por la ciudad.

Juanjo se encogió de hombros, dando a entender que no tenía más información que ofrecer.

- Lo siento, chicas. Mi mente está en blanco, joder. No recuerdo ni que comí ayer, pues menos aún cuál era el puto piso de Martin.

Mientras tanto, desde la barandilla del balcón, Martin, Bea y Violeta observaban la escena con asombro y risas contenidas. Les resultaba divertido ver a los chicos discutiendo en la calle, especialmente cuando estaban teniendo dificultades para recordar algo tan básico como la ubicación de un piso.

- ¡Hola, chicos! -gritó Martin desde arriba, saludándolos con entusiasmo-. ¿Qué tal va la búsqueda?

Bea y Violeta se unieron al saludo, riendo ante la divertida situación que se estaba desarrollando abajo.

- Parece que Juanjo está teniendo problemas para recordar cómo llegó aquí anoche -explicó Ruslana, entre risas-. ¡Parece que la resaca le está pasando factura!

Choque de acordes ★ JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora