XXII

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Desperté cuando los primeros rayos de sol asomaron por la ventana de la habitación de Nanami y me dieron de lleno en la cara deslumbrándome. La cabeza me iba a matar del dolor y estaba seca. Esos seis margaritas iban a pasarme factura. ¿O fueron más de seis?

Me levanté torpemente del colchón y miré a Nami, que dormía como un lirón a pesar de que la luz del sol le iluminaba por completo la cara y la mitad de su cuerpo. Con una manta por encima fui a la cocina a por algo de agua y busqué desesperadamente por mi bolso algún medicamento para el dolor de cabeza incesante.

Una vez había recuperado algo de humanidad con el agua, revisé mi móvil. Eran las nueve y veinte de la mañana, había dormido lo justo. Pero no quería tampoco hacer esperar a Yomo una eternidad. Me lavé la cara y adecenté el pelo en un moño. Recogí el salón que estaba hecho una mierda, con varias copas usadas, restos de la cena y un desorden general importante.

Mientras preparaba algo de café, despertó Nanami. Le ofrecí una taza y le conté que me iría en poco tiempo por mis movidas familiares. No dudó por un momento de mi explicación. 

Tras el desayuno, avisé a Yomo y me vestí. Estaría aquí en diez minutos. Lo justo para lavarme los dientes, recoger mis cosas y despedirme de Nanami. Bajé la basura de la noche y esperé a Yomo dentro del portal, como me había especificado.

Puntual como siempre, allí estaba justo a la hora que había previsto. Me puse la capucha de la sudadera que llevaba, como me indicó Nishio cuando me dio los detalles del plan y salí del portal para entrar en el coche.

- Buenos días Yomo -sonreí débilmente a causa de la resaca. Intenté que no se notara mucho pero debí fracasar, puesto que Yomo se giró hacia mi y me miró de arriba a abajo.

- ¿Resacosa?- me miró serio, imponía mucho con lo grande y alto que era. Asentí suavemente algo asustada por su expresión.

- Sí...Nami...preparó margaritas y...-Yomo rio brevemente y se volvió de nuevo hacia delante, arrancando el coche.

- Pasaremos por una cafetería para conseguirte un buen café y algo de comer, no te preocupes - sonrió a través del retrovisor y puso en movimiento en coche. Era la primera vez que le veía en un estado no neutral o serio. Sonreí aliviada y me puse el cinturón.

- Muchas gracias, Yomo. ¿Tanto se me nota?- Yomo volvió a reír.

- No te preocupes por eso, conozco un sitio que sus cafés reviven a un muerto casi tan bien como los de Anteiku -sonrió a través del retrovisor sin quitar los ojos de la carretera- Relájate, estamos para cuidar bien de ti.

Sonreí al escuchar sus palabras. Realmente no hacía tanto que vivía sola. Siempre había contado con Nanami y su familia, incluso más que con la mía. 

Cuando mis padres se divorciaron hace siete años, nos quedamos solas mi madre y yo, y a pesar de que mi padre nunca desatendió sus obligaciones económicas conmigo ni había fallado en toda su vida como padre, en lo afectivo desapareció. No supe de él hasta después de cinco años después del divorcio, cuando mamá tuvo el accidente. Y aunque estuvo medio año viviendo conmigo, no funcionaba, habían pasado muchos años sin él. Volvió a marchase, esta vez con visitas más asiduas, pero no más de dos o tres al año, y yo viajaba a donde él vivía en épocas como Navidad o algunos días de verano. 

No hacía ni dos años que vivía sola, pero se echaba de menos tener a quien te cuide, o que se preocupe por ti al llegar a casa, o donde sea. Mamá seguía en el hospital, en coma hasta que mejorase de salud y se sopesasen las opciones de que pudiese despertar, que por cada día que pasa son menos. No había reparado en lo sola que me había sentido en algunas fechas. Siempre ocupada con los estudios, o trabajos voluntarios y asistencias opcionales a conferencias para subir nota. Todo para mantener distraída mi cabeza constantemente durante casi dos años sin parar. ¿Y el ofrecimiento de un desayuno en un mal día de resaca va a hacer que reflexione todo esto? Venga ya.

Watashi o sukuimasu (Tokyo Ghoul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora