XXIII

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El primer día de convivencia en la casa del bosque había sido muy agradable. Antes de venir había estado un poco insegura pensando en cómo podría ser vivir con Ayato, pero el cambio de contexto me ha mostrado una nueva versión de él. Sí, solo ha sido un día, y ni siquiera completo, pero aún así aliviaba saber que mis preocupaciones eran infundadas.

Desperté varias horas después del amanecer, pero no demasiado tarde. El sol entraba por mi ventana, deslumbrándome. Me giré hacia el lado contrario, en busca de mi móvil. No había noticias por la radio o el walkie, así que supuse que el tema de los inhibidores seguía en proceso.

Suspiré y fui directa a la ducha. Tras esta, espabilé un poco, y me hice la skincare para después bajar a la cocina a tomarme mi primer café del día y ser persona por fin. A medida que bajaba las escaleras, empecé a oler a café recién hecho encontrándome al llegar a la cocina con Ayato. Estaba de espaldas, apoyado en el marco de la puerta trasera. Llevaba una sudadera con cremallera y unos pantalones de chándal, parecía haber estado haciendo ejercicio o iba a hacerlo.

-Buenos días -dije mientras me acercaba a la cafetera para servirme una taza.

-¿Ya despertaste? -se giró hacia mi, tenía una taza de café en la mano, y para mi sorpresa, la sudadera tenía la cremallera bajada, no del todo, pero lo suficiente para que, inconscientemente (o eso quiero pensar) mi mirada se centrara en esa vista, más rato del que debería al parecer - ¿Natsu? ¿Sigues dormida?- Ayato rio suavemente y yo parpadeé rápidamente volviendo en mi.

- Sí, de hecho sí -reí algo nerviosa, notando como mis mejillas empezaban a enrojecerse. ¿Por qué no soy capaz de disimular ni un poquito? Ayato me miró y sonrió de lado, acercándose a mi. Mientras lo hacía terminó de bajar la cremallera de la sudadera repentinamente, lo que provocó a mi mirada.

- ¿Dormida? -dijo sonriendo provocativamente y colocándose frente a mi poniendo ambas manos apoyadas en la encimera, dejándome sin salida - ¿o es otra cosa, hmn? -Ayato sonrió y humedeció sus labios, su cuerpo estaba pegado al mío, sin hacer ningún tipo de presión pero manteniéndome cerca. Lo suficiente como para hacer que mi corazón se acelerase instantáneo.

Su mirada no se separaba de mis ojos. Vale, definitivamente el coqueteo de ayer no era broma. ¿Y yo estaba de broma? ¿Sí? o...¿no? Mi respiración empezó a acelerar y mis mejillas ardían. 

No. No bromeaba ayer. Me gustaba, me encantaba el tonteo que habíamos tenido, había disfrutado cada momento. ¿Por qué achantarme ahora? 

- Puede que sí... me haya un puesto un poquito... nerviosa -sonreí devolviéndole la mirada, a lo que él reaccionó con asombro. ¿Lo he interpretado mal?

- ¿Ah...sí? -sonrió y volvió a humedecer sus labios, acercando su rostro cada vez más al mío- ¿y eso por qué? ¿Te pone nerviosa verme por las mañanas o qué?- me susurró a escasos centímetros de mi oreja y rio provocadoramente. Yo negué con la cabeza.

- No me pone nerviosa verte por las mañanas... me pone nerviosa verte... así -dije, pasando suavemente mi dedo bajando poco a poco desde su cuello hasta un poquito más abajo de su ombligo, notando como se estremecía- son demasiadas emociones para no haberme tomado ni un solo café aún -le dediqué una sonrisa provocadora, la cual me devolvió, pero de repente no se le veía tan seguro, ¿no esperaba que le siguiera el juego? ¿o creía que iría más...despacio?

Tras unos segundos de tensión, sin previo aviso, las manos de Ayato pasaron de la encimera a mi cadera, agarrándome firme pero sin hacerme daño. Noté como hundía su cara en mi pelo, aspirando mi olor y bajando poco a poco hasta mi oreja, rozándola con sus labios.

Watashi o sukuimasu (Tokyo Ghoul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora