XIV

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Permaneció dormido casi veinticuatro horas. Su respiración era débil y seguía hambriento. Para mi sorpresa, Kaneki lo llevó a Anteiku y dejó que se recuperara en una de las habitaciones de invitados. Probablemente esto se debiera a mi insistencia en que no iba a dejarlo por ahí tirado.

Permanecí sentada a su lado; acariciando su pelo, acomodándole las sábanas...

Yo también necesitaba descansar y que me curaran algunas heridas; tenía todo el cuello morado por la presión de las manos de Eto, entre otras heridas en mis piernas y brazos, leves. Pero no quería alejarme de él. Necesitaba saber que iba a estar bien, y sentía que si dejaba de mirarle se rompería...

- Natsuki...

- ¡Ayato!- sonreí cuando le oí. Tenía los ojos levemente abiertos pero aún inyectados en sangre.

- ¿Dónde estoy?

- Anteiku- él me miró extrañado- no iba a dejar que te quedases ahí, Ayato. Llamaré a Kaneki, tienes que comer-sonreí y salí de la habitación, sin darle la oportunidad de protestar.

Probablemente Touka estaría furiosa. Sabía cuanto odiaba a Ayato, así que estaría muy enfadada conmigo.

Llamé a la puerta de la habitación de Kaneki, y entré tras un "pasa" prácticamente en susurro. Estaba sentado en la cama, de espaldas a mi.

- Ha despertado-musité.

- Genial, ahora avisaré a Yomo para que le dé de comer. Espérame aquí, ¿quieres?

Y salió. Parecía ausente, no estaba centrado. Me senté en la cama y me dispuse a mirar por la ventana. Anochecía. El sol ya no se veía pero sus rayos seguían formando colores entre las nubes, colores cálidos y brillantes en un cielo que pronto sería oscuro y frío. Anochecía pronto para ser primavera.

- Listo.

Kaneki había vuelto. Su voz me sobresaltó y di un pequeño brinco sobre la cama. Me giré hacia él y tras cerrar la puerta, se sentó a mi lado. Miraba al suelo, estaba apesadumbrado, no parecía tener fuerzas.

- Yo...-suspiró frustrado pasando la mano por su pelo- lo siento. Lo siento muchísimo. No debí dejarte sola... Aogiri acechaba, quería herirme...

-Kaneki, basta. No te mortifiques y culpes así. Gracias a que me llevaron allí, pude salvar a Ayato, quien sabe lo que le hubieran hecho de no ser por mi y por ti... Además, viniste a por nosotros y eso es lo que realmente cuenta.

Permaneció en silencio unos minutos. Era obvio que se sentía horrible y que probablemente solo ayudó a Ayato para compensarme a mi.

Acaricié su pelo y él dirigió su mirada hacia mí. Era increíble como Kaneki me transmitía tanto con solo una mirada, me ocurría desde la primera vez que le vi. Ya era la segunda vez que me salvaba la vida, me faltaban palabras de agradecimiento para él.

¿Qué me pasaba con Kaneki?

Podía sentir como su cuerpo se acercaba poco a poco, yo también al suyo. No era consciente de mis movimientos, y me encantaba. Su respiración chocaba con mis labios los cuales humedecí instintivamente. No. No iba a ser la primera vez que besaba a Kaneki, pero por razones que desconocía se me hacía como tal.

Segundos después sus labios hicieron presión a los míos, pegando mi cuerpo por completo a él. Le rodeé con mis brazos. Nadie iba a separarme de él, no ahora. No quería dejar de sentirle. Su brazo derecho rodeó mi cadera tumbándome poco a poco en la cama, quedando él sobre mi. Su lengua buscaba la mía con desesperación, y la mía deseaba encontrarse con la suya.

Podía sentir como mi cuerpo se estremecía con el juego, como mi respiración se agitaba e intensificaba. Había perdido el control de mis sensaciones, lo ideal. Kaneki era lo ideal, no necesitaba nada más.

Sus manos se deslizaron por mis costados colándose por debajo de mi camiseta. Sus caricias me volvían loca, en el mejor sentido de la palabra.

-No permitiré que nadie te haga daño-susurró sobre mis labios, obligándome a abrir mis ojos y mirar directamente a los suyos- nunca Natsuki. Nunca.

Volví a besarle. Y aunque todo parecía tan obvio ahora, no quería afirmar nada ni pensar demasiado ya que sabía que si lo hacía, Ayato sería lo primero que me vendría a la mente.

Watashi o sukuimasu (Tokyo Ghoul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora