15. Lo extraordinario de la danza

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Era un miércoles por la mañana y el fresco ya se notaba en las calles de Madrid mientras Martin iba esquivando a la gente para salir apresuradamente del metro, pues llegaba ligeramente tarde al trabajo. El viento le recorrió el cuerpo y maldijo por no haber cogido chaqueta ese día, pero con las prisas no se había parado a coger ni si quiera su mochila, únicamente el abono de trasporte, su cartera, el móvil y por supuesto la ropa que llevaba puesta.

Sacó su móvil del bolsillo trasero del pantalón para ver la hora que era, y se dio cuenta de que llegaba quince minutos tarde. Desde que Rafa lo había echado del casting por ese mismo motivo sentía tal pánico a no llegar a la hora que solía salir de casa con mucha antelación para que no le volviese a suceder. Sin embargo, esta vez había pospuesto la alarma sin apenas darse cuenta unas tres veces porque no había pegado ojo en toda la noche. Sus compañeros de piso habían organizado una fiesta en el salón y la música llenaba todos los rincones de la casa, haciendo que Martin se desesperase por no poder dormir.

Sumido como estaba en sus pensamientos mientras miraba la pantalla del móvil y se movía con paso rápido, terminó por chocarse con un transeúnte con tan mala suerte que se desestabilizó y su pie no vio venir el bordillo que separaba la acera de la carretera. Cerró los ojos cuando fue capaz de comprender que iba a caer sin poder remediarlo, pero no sintió el golpe, solo unas manos que le tomaron de los brazos para impedir que cayese en la carretera justo cuando pasaba un taxi.

—Te chocas conmigo y encima te tengo que salvar el culo, anda que...—dijo en tono burlón una voz que Martin conocía demasiado bien, pues se había instalado en lo más profundo de su ser.

El vasco abrió los ojos para encontrarse con Juanjo y descubrió que el café que llevaba el chico en la mano había quedado desparramado en el suelo, con la mala suerte de haber manchado su sudadera azul.

—Ay lo siento, por el café Juanjo—dijo y de pronto fue de nuevo consciente de la hora y de por qué todo ese incidente había sucedido por lo que terminó despidiéndose del chico— llego tarde, tengo que irme. ¡Gracias por salvarme por cierto! —gritó una vez había empezado a andar mientras se giraba para observar por última vez al maño y dirigirle una sonrisa que hizo estremecer al maño.

Juanjo se quedó allí parado aún asimilando tal encuentro. Cuando había sentido como su café se derramaba por su sudadera nueva había estado a punto de montar un pollo a la persona con quien se había chocado por no ir con más cuidado y sin embargo, al ver a Martin ese malhumor repentino se había esfumado como por arte de magia. Negó con la cabeza divertido mientras aún lo observaba correr esquivando a gente para meterse lo más rápido posible en el bajo de la compañía de baile. No sabía por qué, pero allí se encontraba él con su sudadera hecha un asco, una sonrisa pegada en sus labios y unas ganas irremediables de que llegase esa misma tarde.

Cuando Martin llegó se disculpó de inmediato con todo el equipo y en especial con Vicky, pero ninguno más hizo ningún comentario al respecto simplemente siguieron ensayando. Bailaron y bailaron por lo que se sintieron para Martin horas y ese día en especial se le estaba haciendo demasiado cuesta arriba, su cabeza no era capaz de concentrarse para memorizar los nuevos pasos, sentía que se descoordinaba al más mínimo cambio de ritmo y que entorpecía al resto del grupo. La frustración aumentaba con cada fallo que cometía, hasta el punto de que Vicky paró la canción antes de tiempo y se acercó al chico a quien ya le estaban saliendo las lágrimas sin poder contenerlas.

—Vicky lo siento mucho, no sé qué me pasa hoy.

—Ay Martin—dijo la coreógrafa incapaz de poder echarle ninguna bronca al pequeño que lloraba enfadado consigo mismo frente a ella. —¿Salimos fuera un segundo?

Martin asintió mientras se secaba las mejillas con el dorso de la mano y siguió a Vicky hacia la puerta. Cuando pasó por el lado de Pol este le dedicó una sonrisa para tratar de tranquilizarle y le estrechó fugazmente la mano.

Lo que no ves de mí - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora