Lo que no ves de mí - Juantin

23. A tu vera

Juanjo se despidió del público tras una gran ovación y lluvia de flores azules. Cogió todas las que pudo emocionado por haber podido llegar a toda aquella gente con el tema. No era la primera vez que cantaba El Patio en aquel estadio, lo había hecho el día anterior y sin embargo, sentía que aquel día lo había dado todo. Se había vaciado completamente, dejando parte de su alma sobre el escenario, pero sin duda por muy doloroso que le resultase en ocasiones interpretar aquella canción que tanto le removía, ver la reacción del público ante eso valía la pena. Cada recuerdo triste, la imagen de aquel niño asustado en el colegio, se hacía más pequeña al ver que todos sus esfuerzos no eran en vano.

Aún conmocionado llegó al vestuario para cambiarse tranquilamente para las siguientes actuaciones. No había ni terminado de cerrar la puerta cuando alguien se abalanzó sobre él sin mediar palabra. Su corazón latía desenfrenado ante el miedo, lo primero que pensó fue que fuese un fan que se hubiese colado allí pese a toda la seguridad que había en el Wizkink, los acontecimientos vividos en el escenario aún se sentían demasiado vívidos y le costó procesar aquella situación. Sin embargo, los nervios desaparecieron en cuanto le embargó un olor conocido, no era uno cualquiera. En los últimos meses se había convertido en su favorito, aquel que le recordaba que no estaba solo ante las adversidades, aquel que era capaz de evadirle de todos sus problemas. Mientras su cabeza asimilaba a gran velocidad lo que estaba sucediendo, sus brazos actuaron casi por voluntad propia correspondiendo aquel abrazado improvisado. Cerró los ojos ya mucho más calmado y dejó apoyada su cabeza en el hueco del cuello del pequeño como si eso fuese lo único que necesitase para ser feliz.

—Has estado... Uf no tengo palabras—dijo Martin al cabo de unos instantes tras separarse y fue entonces cuando Juanjo advirtió que el joven tenía los ojos más brillantes de lo habitual y no pudo contener su cara de sorpresa.

—Ay Martin, no me digas que has llorado—dijo haciendo un puchero y poniendo las manos sobre sus mejillas mientras le admiraba, pero al vasco le dio vergüenza admitirlo y bajó la vista hacia el suelo. Tomó su mentón con tal suavidad que recompuso por completo al bailarín y antes de que pudiese responder cualquier cosa le besó.

Fue el beso más dulce jamás le habían dado a Martin. Apenas duró unos segundos pero se sintió cuidado. Era como si los labios de Juanjo le estuviesen acariciando, prometiendo sanar heridas aún abiertas, fue un roce suave como si el mayor tuviese miedo de que Martin se rompiese ante aquel contacto. También le supo a perdón por lo que su actuación había provocado en el pequeño. Toda esa amalgama de sentimientos depositados en un inocente beso terminó por conmover a Martin quien tras apartarse ligeramente rozó con su nariz la de Juanjo, aún sintiendo los ojos llorosos por la emoción.

—Siento haberte hecho llorar—susurró el mayor mirándole a los ojos y dejándole completamente desarmado.

—Juanji, has estado increíble. No lo sientas. El momento ha sido precioso, la forma en la que has interpretado la canción, tu voz, el público con las linternas...todo. Has hecho magia y te he visto a ti en la esencia más pura —le respondió mientras deslizaba sus manos de la nuca de Juanjo hasta sus mejillas.

—Como sigas diciendo esas cosas el que se va a emocionar soy yo, ¿de verdad lo crees?

Martin asintió sonriéndole y Juanjo se derritió por completo y volvió a besarle. Esta vez el beso fue más intenso, el maño no se pudo controlar al escuchar aquellas palabras se sintió como un ramalazo de amor en toda regla. No solía expresar afecto físico muy a menudo, pero aquellas personas realmente importantes para él sabían que podía pasar de cero a todo en cuestión de segundos, activado por una simple frase o gesto que le hiciese volverse loco y demostrar el cariño hacia la otra persona. Sin embargo, le asustó la facilidad con la que se dejaba llevar con Martin.