22. Dilo sin hablar

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A la mañana siguiente Juanjo se despertó con un terrible dolor de cabeza. Sentía los pinchazos y como esta le palpitaba con fuerza antes incluso de abrir los ojos y se maldijo por no haber sabido parar de beber cuando ya estaba bastante contento. Sin embargo, escuchó la suave respiración de Martin sobre su pecho y en cierto modo le sirvió para evadirse de su malestar.

Al abrir los ojos pudo ver al pequeño dormir apaciblemente y pensó que se veía tan tierno que le dieron ganas de que el tiempo se parase justo en ese momento. Empezó a acariciarle suavemente el cabello sintiendo como Martin se acomodaba más aún sobre su pecho ante aquel tacto y su corazón se sintió en paz. No supo cuánto rato se mantuvo en esa posición, no podía apartar la vista del chico, aunque por dentro todo su cuerpo gritase que se tomara un Paracetamol. Al cabo de un rato escuchó como Martin bostezaba y se incorporaba lentamente haciendo que Juanjo tuviese que parar sus caricias.

—Dios que mareo—fue lo primero que dijo el vasco antes de volver a tumbarse está vez más despacio.

Juanjo trató de asentir pero no sé encontraba mejor que él, por lo que terminó dándole la razón con un "hum" que fue lo único que atinó a decir. Siendo consciente de que si no ponían de su parte, la resaca solo iba a empeorar necesitó de toda la fuerza de su voluntad para levantarse y coger de su mochila una botella grande de agua y un par de pastillas. Tras volver, vio que Martin seguía en la misma posición y lo tomó con cuidado para incorporarle pese a sus quejas.

—Venga tómate esto, luego me lo agradecerás —le dijo pasándole el blíster y la botella y finalmente le hizo caso.

—Gracias

Tras hacer lo propio y después de terminarse el agua entre los dos, Martin se volvió a tumbar al lado de Juanjo enroscando sus brazos y piernas a los del maño casi por acto reflejo, como si lo natural fuese permanecer en aquella posición.

—¿Podemos seguir durmiendo un rato más?

Juanjo soltó una suave risa y lo atrajo todavía más hacia él para abrazarlo antes de volver a caer rendido por el sueño. Lo último que pensó con claridad es que podría acostumbrarse a esto.

* * *

Horas más tarde, Martin entró en el recinto donde iban a tener lugar los dos próximos conciertos. Finalmente, los chicos habían conseguido salir de aquella casa entorno a las dos de la tarde sintiéndose mucho mejor. La resaca había disminuido en gran medida, aunque el cansancio físico todavía seguía allí.

Había sido una mañana silenciosa, todos tenían que asimilar demasiadas cosas y junto con el cansancio, ninguno de los cuatro tuvo las fuerzas necesarias para formular cualquier conversación seria. Tras dejar al vasco en su piso, los tres cantantes pusieron rumbo al Wizink pues llegaban justos para las pruebas de sonido, sin embargo, el bailarín pudo tener un pequeño respiro de unas dos horas puesto que primero ensayaban todas las actuaciones que no implicaban números de baile.

Los ensayos en aquel lugar tan grande fueron abrumadores para todo el mundo, sin embargo, quitando de ese sentimientos de nervios que había flotando en el ambiente, todo trascurrió con normalidad. Juanjo se había mantenido al lado de Sofía y siempre rodeado de cualquier otro compañero y había evitado mirar demasiado al bailarín, especialmente cuando el público comenzó a entrar en el recinto. Aquella noche no hubo beso en Unholy. Juanjo sabía que cualquier paso en falso podría desatar de nuevo una ola de hate. Fue por ello, que tras su actuación con su "novia" se acercó a ella y le dio un corto pero significativo beso en los labios, sin embargo para ninguno de los dos fue memorable únicamente atinaron a escuchar como el público gritaba como loco ante aquel gesto.

Una vez se dio por finalizado, Martin salió del recinto con ganas de descansar por años. Salió solo, estaba demasiado cansado como para quedarse a la fiesta o a la tertulia y además, al día siguiente repetirían concierto por lo que su cuerpo le gritaba que descansase. Caminó por un par de calles observando su pantalla del teléfono hasta la indicada y allí se sentó en un banco, no había ni un alma pese a estar tan cerca de toda la vorágine del Wizink, apenas había tráfico más allá de los taxis. Observó lo bonitos que se veían los árboles de la calle, la luz de las farolas les daba una tonalidad marrón a sus hojas muy especial. Aquella imagen junto con el sonido de las mismas provocado por el viento lo hizo relajarse hasta que al cabo de veinte minutos divisó como el coche verde botella se paraba a su lado y se levantó para entrar en la parte de atrás.

Lo que no ves de mí - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora