Capítulo 3

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Cogió la bandeja de la comida, y con una mesa móvil me la acercó. La recibí gustosa.

-¿Tú no comes?- pregunté, y cuando ella negó, le acerqué el puré. - Toma, anda. Que a mi no me gusta.

-No, claro que no. Debes alimentarte bien. Come al menos un poco, por favor.- dijo, haciendo una mueca que me convenció al instante.

-Vale, como. Sólo si tu comes lo que deje.- sonreí cuando ella asintió. Probando un poco del puré. Comí un cuarto de la bandeja, acercando el restante a mi acompañante, que me miraba resignada. Le di mi tenedor y agarré la milanesa con la mano, lo que le causó gracia.

Al terminar de comer ella quitó la mesa, y en ese momento mi mamá entró.

-He vuelto, chicas.- dijo, saludando. Revisó el ambiente y exclamó al ver la comida.- ¿Puré y milanesas? Anda ya, tu comida preferida. No la pasarás tan mal después de todo.- aquello causó que enrojeciera y que Violeta me mirara sorprendida primero, y luego algo enojada, por que le había mentido. Vamos, había sido por una buena causa.- Bueno, hija. Con tu padre hemos llegado a la conclusión de que se quedará él la primera noche, y yo mañana. ¿Estás de acuerdo?

-Claro, mamá. Genial.- le contesté, aunque en realidad me daba bastante igual. Lo único que pedía es no tenerlos a los dos juntos.- ¿Dónde está Aaron?- le pregunté.

-Me dijo que vendría en media hora aproximadamente. Yo ya me voy a ir yendo. ¿Quieres que te traiga algo más de casa?

Unas piernas nuevas y que mis costillas no duelan tanto, ¿te parece?- le dije, en broma. Ambas mujeres rieron, Violeta con una pizca de lástima en sus ojos. Aquello no me gustó.

-Lo intentaré, hija. Aunque no prometo nada.- dijo acercándose a mi y dándome un beso en la frente. - Pórtate bien. Y tú, muchacha, no dudes en darle un buen golpe si no te hace caso. O pensándolo mejor, no.- le dijo a Violeta y ella río, contestándole que me vigilaría.

Se fue segundos después, sumiendo a mí y a Violeta en un profundo silencio.

-¿Por qué me has mentido? - preguntó haciéndome sonrojar. Yo sólo me encogí de hombros regalándole una de mis mejores sonrisas de inocente. Ella suspiró con resignación. - Ayúdame a levantar un poco tu camiseta.- dijo, y le hice caso.

Ella se alejó en busca del hielo. Los envolvió en algo que no sé que es y los puso sobre mi estómago, haciéndome sentir su frío. Sentí como todo mi cuerpo se erizó, incluso mis pechos, lo que me hizo sonrojar fuertemente. Ella los miró por un microsegundo, antes de voltear otra vez en busca de la crema. Se puso un guante, y comenzó a esparcirla sobre los puntos, sin tocarlos demasiado. Luego agarró una gasa, la colocó, y empezó a vendarme.

El frío estaba empezando a quemar, además de que el hielo pesaba sobre los moretones y me lastimaba, y así se lo hice saber. Ella los quitó rápidamente de ahí, aliviándome al instante.

-Bueno, si no quieres los hielos puedo ponerte una pomada, ¿te parece mejor?- dijo y yo asentí. Ella salió, supongo, en busca de la pomada. Volvió diez minutos después con una caja lila en sus manos. Hizo que la camilla quedara acostada, y el movimiento me dolió, pero no me quejé.

Ella se inclinó sobre mí cabeza para alcanzar el suero y acomodarlo, y yo respiré su perfume. Era rico y notablemente caro, ya que persistía en ella aún después de una jornada de trabajo.

Hueles bien.- dije, debajo de ella, casi sobre su cuello. Noté como los vellos de esa zona se erizaron levemente, pero supuse que estaba incómoda por la cercanía, así que no volví a hablar. Ella tampoco dijo nada, y cuando tuvo su trabajo terminado, se enderezó.

-Tengo que levantar un poco más la camiseta. ¿Te parece bien?- me preguntó, buscando mi permiso.

-Claro, lo que necesites.- dije sonrojada, ya harta de que todo con ella me avergonzara. Había estado desnuda con mis amigas miles de veces, y nunca había reaccionado así. Maldije internamente al darme cuenta de la razón.

Ella levantó la camiseta hasta mi cuello, dejando a la vista los pequeños moretones que terminaban en esa zona. Ella se puso otro guante y desparramó la pomada sobre mi pecho y estómago. Empezó a empujarlo con su mano, cubriendo todas las zonas visiblemente afectadas. Empezó debajo de mis pechos, y luego subió, pasando muy rápidamente por encima de ellos. Supuse que venía la peor parte cuando me miró con lástima. Empezó a bajar la mano y a mí me empezó a doler toda la zona baja, y mis ojos empezaron a lagrimear, pero no solté ni un quejido. Cuando terminó, se quitó un guante y acercó su mano para quitar las lagrimas de mi mejilla derecha.

-Mañana podemos probar con calor, si esto no te convence.- yo asentí, agradecida que haya dicho 'no te convence' en lugar de 'no lo puedes aguantar'- Eres muy fuerte, Chiara. La mitad de mis pacientes hubieran gritado con el primer toque. Estoy muy orgullosa de ti.

Agradecí su sinceridad, en silencio. Ella dijo que debía esperar a que la crema se seque, y que luego podía quitarla.

-¿Puedes quitarla tú, o quieres que yo lo haga?

Lo pensé un momento.

-Si hacer que tú lo quites te hace quedarte aquí un ratito más, hazlo tú.

Ella sonrió y se sonrojo, dejando de mirarme al instante.

-Entonces puedes tú sola, me alegro que seas tan independiente.- dijo, sin llevarme la corriente. Chasqueé la lengua, decepcionada.- Ahora, tomate esto.- dijo, pasándome un vasito con tres pastillas.- El rojo es el calmante, el azul es un antibiótico y el celeste es un corticoide.

Hice lo que me dijo, y ella desechó la basura. Luego, se acerco despacio a mí. Supuse que se iba a despedir, pero alguien entró a la habitación. No pude ver quien era ya que la cortina me tapaba la visión, pero el desconocido habló:

-¿Chiara?- me llamaron. Pegué un grito de emoción.

-¡Aaron! Ven aquí. Pasa, pasa.- vi una rara expresión en la cara de Violeta ya que yo estaba totalmente desnuda, pero a mi no me importó ni un poco. Me intenté incorporar en la cama, pero, al no poder, ella vino en mi rescate. Aaron ya se encontraba a mi lado para ese entonces. Hizo una mueca cuando intenté abrazarlo.

-Ni lo sueñes. No me acercaré ni un centímetro más mientras estés llena de crema.

-Oh, eres tonto.- le dije, dándole un golpe en el brazo y haciendo un gesto del dolor. Miré a Violeta, que nos observaba con una mueca.

-Bueno, yo me ya me iba. Ya sabes, Chiara. Cuando se seque, lo quitas. Si necesitas cualquier cosa, solo aprieta ese botón y tendrás una enfermera aquí al segundo. Intenta no moverte mucho, por ejemplo subiendo y bajando la camilla.- dijo, mirándome con reproche.- 

De repente comenzó a sonar el teléfono de Aaron antes de que Violeta saliera por la puerta.

-Ahora vengo Chiara, tengo que contestar-dijo saliendo de la habitación. Dejándonos a Violeta y a mí solas de nuevo.

Se acercó para darme un beso en la mejilla, no importándole que su bata se llene de crema. La tomé del brazo cuando se estaba yendo.

-¿Qué hora es?- le pregunté, con una sonrisa traviesa.

-Casi las nueve.- dijo, sin entender mi sonrisa.

-¿Y a qué hora volveré a verte?

Tras tus ojos (kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora