Capítulo 1

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Cómo iba a saber yo, que tenía que frenar, cuando ese maldito semáforo me indicaba lo contrario? Vamos, que el hombrecito en verde siempre ha indicado avance, de toda la vida. ¿Cómo iba a saber yo, que en realidad, el aparato estaba roto y que marcaba verde todo el rato? Bueno, podría haber prestado atención en si había algún coche cerca, pero, insisto, yo no soy adivina.

Y ahí estaba ahora, estirada en el suelo en medio de la avenida con un dolor infernal en mi parte baja, es decir, estómago para abajo. Me resultaba un poco increíble estar todavía despierta, sabiendo que volé unos cuantos metros por culpa de ese coche. O por mi culpa, yo qué sé.

Sentí unas personas gritar al lado, pero no pude moverme. Escuché un '¿está viva?' a la lejanía y un 'LA AMBULANCIA, LLAMAD A LA AMBULANCIA' un poco más cerca. Me dio un poco de gracia la situación, pero me pareció que no era momento para reírme. Intenté hablar, decir que estaba bien, aunque me dolieran las piernas, pero no me pude mover ni un centímetro, y las palabras no salían de mi boca.

Sentí alguien correr a mi lado, y sostenerme la cabeza. ¿Estás bien?, creo que preguntó, pero mi mente no entendió y, no sé qué pasó, pero me quedé dormida.

Eso fue lo que le expliqué al doctor que estaba en frente de mí junto a mi madre, que me miraba como si quisiera asesinarme y regalarme diez cajas de chocolates al mismo tiempo. El hombre me miró sin expresión alguna, solo algunos asentimientos mientras yo continuaba mi monólogo.

-Bueno, supongo que podemos estar agradecidos de que no hay ninguna herida expuesta, y de que sus golpes no trajeron ninguna consecuencia demasiado grave. Aún así, se quedará internada hasta que pueda moverse con completa independencia, lo que está pronosticado para unas tres semanas, quizás menos. ¿Está bien?- dijo el doctor tan rápido que tardé tres segundos en procesar todo mientras asentía, y mi madre decía que sí, que no me movería un centímetro del hospital hasta tener el alta.

El doctor dijo unas cosas más, pero encontré más interesante mi compañero de cuarto, que ahora estaba sacándose los mocos, que lo que él decía. Luego de que se retirara, mi madre me miró fijamente. Tragué saliva.

-Eres una inconsciente, Chiara. ¿Cómo puede ser posible que no hayas visto una camioneta de color azul chillón? ¿Es una broma?- hablaba en voz baja, intentando no llamar la atención de mi compañero de cuarto, que ahora se estaba limpiando las orejas.- ... y tu padre, que lo llamé hace una hora y todavía no se dignó en aparecer- dijo sentándose a mi lado mirando su celular con las manos temblorosas. Sentí un poco de lástima. Estiré los brazos en su dirección, para que me abrace, y ella enseguida lo hizo, empezando a llorar en mi hombro.

-Está bien, mamá. Estoy bien. Mírame, vivita y coleando. Aún soy muy joven para que te libres de mí. - dije, ya un poco dolorida por la posición pero sin intenciones de separarme.

-Lo siento, no sé que haría si algo te sucediera, a ti o a tu hermano. No lo soportaría. - dijo, muy despacio. La entendí, yo tampoco sé que haría si algo le sucediera a ella. La apreté aún más fuerte, intentando transmitirle lo que sentía. De reojo miré a mi compañero, que ahora se chupaba los dedos.

Alguien tocó la puerta, muy despacio. Tanto, que si estuviésemos hablando en ese momento, no lo hubiera escuchado. Mi madre tomó aire y se separó, muy lento, intentando no lastimarme. Lo agradecí. Pronunció un 'adelante' con la voz algo tomada, sin recuperarse del llanto aún.

- Permiso - dijo una voz femenina - Buenas tardes. ¿Chiara Oliver? - habló, recorriendo con la mirada todos los presentes hasta que cayó en mí. Pude notar, incluso a varios metros, que sus ojos eran de color marrón, más bien un color miel precioso que se acentuaba por la luz que entraba a través de la ventana de la habitación. Quedé hipnotizada. Escuché a mi mamá afirmar que sí, que esa era yo, y presentarse.

Llevaba puesta una de esas batas típicas de médico, y un instrumento salía por uno de sus bolsillos delanteros. También tenía colgado la ficha con su nombre, pero desde aquí no podía leer nada. Observé como compartió unas palabras con mi mamá, mientras le daba la mano. Me extrañé por el gesto y supe que mi madre también por su mirada, pero ninguna dijo nada.

La chica aún desconocida se acercó a mí, rápido. Noté que me dijo algo, pero mi mente no lo captó porque estaba demasiado ocupada mirando sus perfectas facciones hasta qué entré en razón y decidí prestar atención a lo que estaba diciendo.

-... y voy a ser quien cuide de ti básicamente todo el día, ¿está bien? Si tienes alguna urgencia, o cualquier cosa, solo pulsa este botón- dijo, señalándolo en la delantera de la camilla. Me sentí una tonta por no haber escuchado el principio, pero sin vergüenza dije:

- Lo siento. ¿Cómo te llamas? - escuché a mi mamá soltar una risita a lo lejos, lo que me hizo fruncir el ceño. La mujer, sin embargo, sólo sonrió, y me sentí mejor al instante.

En ese momento, la puerta se abrió de manera estruendosa, y por ahí entró mi padre, todo desaliñado, por lo que reí fuerte. Se acercó rápidamente a la camilla, del lado contrario a la que estaba la mujer de ojos miel. Sin esperar un segundo empezó a examinarme.

-Chiara, por dios. ¿Cómo estás? ¿Tienes mareos? ¿Dolor de cabeza? ¿Vómitos? - dijo muy rápido, sin respirar. Nuevamente me reí en su cara.

- Creo que me veo mejor que tú. Sabes que los botones están para usarse, ¿no? - dije, sin parar de reír. Escuché una risita de su parte.

-Incluso con una pierna quebrada sigues siendo tonta. ¿A que sí?- dijo, haciéndome reír más fuerte si se podía. Escuché a mi mamá soltar un gemido de indignación.

-Estoy bien, papá. Gracias por venir, pero mamá exagera demasiado.

Mi padre era médico, cirujano. Trabajaba en un hospital a una hora de aquí.

-Ya, pues no creo que exagere tanto, mira como estás. -dijo levantando la sábana, revisándome. La mujer a mi lado no había soltado palabra, pero veía nuestra interacción con una sonrisa en la boca.

-Una hora y media desde que te llamé. Dos desde que tu hija ha tenido el accidente. ¿Y te presentas así? - reprochó mi mamá, cuando se hizo el silencio. Me intenté mover, incómoda por la situación, pero solté un gemido de dolor. Al momento la mujer a mi lado puso la mano sobre mi estómago, ya seria, mientras negaba. Mi padre solo me guiñó un ojo cuando terminó su inspección.

- Lo siento, Emma. Tuve un turno de noche, y estaba descansando. Tomé lo primero que vi y vine lo más rápido que pude. - dijo, mirando seria a mi madre, y supe que se avecinaba una pelea, por lo que hablé.

- Mamá, ¿por qué no vas a casa y me buscas unos pijamas?. Con lo que tengo puesto se me ve todo- dije, causando que mi padre y la mujer sin nombre rieran, mientras que mi madre, a los pies de la camilla, me mirara de manera acusatoria. Sonreí inocente. Pedí también unos libros, y cualquier otra cosa que pudiera entretenerme, y luego de unas palabras mi mamá salió. Mi padre también se fue en busca de café y comida para mí, dejándome a solas con aquella chica.

Volví a recorrerla con la mirada, deduciendo que no tendría más de 25 años. Era muy guapa.

- Lo siento otra vez, nos interrumpieron. ¿Cómo te llamabas? - dije, deseando volver a escuchar su voz, ya que no había dicho palabra desde que mi padre había llegado.

Ella soltó una risita, casi tan hermosa como ella.

- Soy la doctora Hódar. Como te dije, soy residente de primer año y voy a ser quien cuide de ti de día. Por las noches tendrás a una enfermera, que sólo te vigilará. - dijo, sin quitar nunca una sonrisa dulce de sus labios gruesos. Sonreí con ella sin razón.

-Hódar es tu apellido. ¿Como te llamas? - dije, curiosa, mirando con atención sus ojos.

-Soy Violeta. Violeta Hódar , encantada. - dijo extendiendo la mano en forma de saludo, acercándola lo más posible a la mía, para que yo hiciera el mínimo movimiento

Tras tus ojos (kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora