Capítulo 10

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Me ignoró por los próximos cuatro días y medio.  Cuidaba de mí e incluso me bañó, pero ya no era lo mismo de antes. Apenas posaba sus ojos en mí y ya no existía la complicidad que teníamos anteriormente. Por lo que, esa misma tarde, me decidí a cambiarlo.

Yo no había dejado de observarla, y en los largos períodos en los que me aplicaba hielo, la dibujaba. En diferentes poses, haciendo diferentes cosas. Había acumulado un total de cinco dibujos terminados completamente, y miles de bocetos. Le había pedido a mi hermano, que era quien me estaba cuidando, que esperara fuera de mi habitación y que golpeara la puerta cuando la viese venir.

Eso sucedió exactamente a las seis y treinta y siete de la tarde. Yo, que estaba dibujando, me quité todo de encima -la mesa móvil y el cuaderno con los bolis- y en la repisa que tenía a mi lado, coloqué los cinco dibujos en un sobre que decía "LLÉVAME". Y una pequeña rosa de origami arriba.

No estaba segura de qué quería lograr con todo esto, pero no tenía nada que perder. O nuestra relación volvía a ser la de antes, o nada cambiaba y cuando me fuera de aquí no la volvería a ver en mi vida. Mi hermano apostaba por la segunda opción, y fue por eso por lo que aceptó a ayudarme.

La puerta se abrió de golpe y por allí entró Violeta de espaldas, cargando consigo una silla de ruedas. Mis ojos se abrieron con emoción al verla.

-¡Sí!- grité, emocionadísima.- ¿Ya puedo?- casi lloro cuando la vi asentir. Incluso me había olvidado de lo que había sobre la repisa, pero ella no.

-¿Y esto?- me preguntó a mi, pero no me miró. Así eran todas nuestras conversaciones.

Yo no le contesté, sino que dejé que lo mirara. Ella tomó la rosa con cuidado, y luego el sobre. Hizo el amago de abrirlo, pero yo la paré.

-¡No, no!- le dije, y ella por fin me miró, confundida. Yo me aclaré la garganta.- Es decir, quizás debas llevártelo y mirarlo en tu casa. Por algo dice 'llévame' y no 'ábreme'.- le dije, pero ella seguía observándome sin decir nada.

-¿De qué va esto?- me preguntó, mirándome sospechosa. Yo levanté mis hombros.

-Supongo que ya lo sabrás.- le dije, sin más. Quité mi mirada de ella y la puse sobre la silla de ruedas.- ¿Puedo?- le dije, y ella afirmó con la cabeza.

-Pero tendrás que cambiarte primero. No querrás que todos te vean...- tragó saliva, y yo me sonrojé, esperando lo inevitable.- desnuda.- yo asentí, y le pedí que me trajera la ropa que estaba en los cajones de la repisa. Me sonrojé aún más al verla con uno de mis tangas en la mano, y odié a mi madre por esa elección de ropa interior. ¿A quién se le ocurriría traer un tanga al hospital?. Violeta sin embargo no hizo ningún comentario.

Ésta bajó la manta primero. Luego, con mucho cuidado, pasó el pie enyesado por un lado del tanga, y luego el otro. Así fue subiéndolo, hasta que llegó a mi culo. Me hizo ponerme de costado, dejando todo mi culo a su alcance. Lo acomodó muy rápido, sin tocar nada de más. Luego me acosté normal, y yo sola me acomodé la parte delantera. Demás está decir que yo tenía el color de un tomate. Hizo el mismo recorrido con el pantalón, sólo que fue menos incómodo. Me hizo sentar en la camilla, dejando la pierna que no estaba enyesada colgando de la misma.

-Pasa tus brazos por mi cuello, y por ninguna razón te sueltes.- me dijo, y yo temblé totalmente pegada a ella cuando me levantó. Era media cabeza más alta que ella, y eso que no estaba bien parada.- Intenta pisar bien con el pie derecho.- me dijo, y yo me avergoncé porque ella sostenía todo mi peso. Apoyé completamente el pie en el suelo, y toda mi pierna dolió. Quise quitar uno de mis brazos de su cuello pero ella no me lo permitió, volviendo a ponerlo donde estaba. Se acercó un poco más cuando me vio tambalear.- Te dije que no te sueltes.- me regañó. Yo dejé de mirar el suelo para mirarla a ella, y nuestros ojos se unieron. Así, tan cerca, podía notar como sus ojos marrones tenían tonos verdes alrededor de la pupila..- ¿Te sientes lo suficiente segura para moverte a la silla?- yo asentí.- En serio, no te sueltes.- dijo, y se comenzó a mover. Me arrastró unos pasos hasta que pude sentarme.

Estaba exhausta, y supuse que eran las consecuencias de pasar una semana acostada. Violeta se agachó a mis piernas, e hizo que estirara mi pie enyesado sobre la silla. Aquello sí había dolido. Me miró unos segundos desde su posición, y luego se levantó. Yo solté una risita.

-Esto es genial.- dije, y la miré acercarse a la rosa y al sobre. Se los guardó en su bolsillo derecho.

-Vale. ¿A dónde quieres ir ahora?- me preguntó, y yo me encogí de hombros ya que no tenía ni idea. No conocía el hospital para nada.- Bueno, supongo que podemos recorrer este piso y luego bajar a la cafetería por tu merienda.- dijo, y se puso detrás mío. Nos llevó de espaldas hasta la puerta, y así la abrió. Fuera vi a mi hermano y a su novia sentados.

-¡Aaron, mira!- dije, y me autoseñalé.- ¡Esto es genial!- vi como Aaron y Alba reían abiertamente, pero lo que más me gusto fue escuchar una risita a mis espaldas. Me giré bruscamente y busqué sus ojos, pero ellos no me miraron. Volví la vista al frente con una cara triste.

-Lo siento, chicos. ¿Les molesta llevarla a dar un paseo? Debo ir a atender a un paciente que me está llamando.- dijo Violeta, y Aaron solo asintió mirándome preocupado. No la miré ni un segundo mientras se iba. Ni siquiera se despidió.

-¿Todo bien?- preguntó entonces él, agachándose a mi lado. Yo le dije que sí y miré para otro lado, aguantándome las lágrimas.- Vaaale, Alba, ¿vienes?

-Si, claro. Kiki, ¿estás bien, cariño?- me preguntó ella. Oh, Alba. No me llames cariño.

-Todo genial. ¿Nos vamos?- dije, y empujé a mi hermano que seguía arrodillado, provocando que caiga sentado. Ambas mujeres nos reímos de él.

Luego de algunas bromas, comencé a empujarme a mi misma con las manos. Era realmente genial, aunque me golpee varias veces la pierna quebrada, y dolió mucho. Incluso solté algunas lágrimas. Dimos una vuelta por todo ese piso, y luego bajamos a la cafetería por el ascensor.

Nos movimos por alguna mesa, hasta que paré en seco. Tres mesas adelante, estaba Violeta con mi rosa en la mano y una expresión indescifrable en la cara. En la mesa también estaban todos mis dibujos.

-No lo puedo creer.- murmuró mi hermano, mirándola también.- Vas a tener que pagarme por esto, hermanita.- dijo, y me pegó en el hombro.- ¡Doctora Hódar!- gritó, acercándose rápidamente a ella. Yo lo miré horrorizada, y lo seguí de la misma manera. Alba se acercó mas despacio riendo. Violeta abrió los ojos al verme y juntó todos los dibujos y la rosa, escondiéndolos.- Que suerte que la encontramos, doctora.  Mi novia tenemos que ir a...- dijo, y se tomó un tiempo para pensarlo. Yo me golpee la frente sonoramente, y a mi lado Alba rió aún más fuerte.- ¡Nuestro gato! Si, eso. Llevamos a nuestro gato a pelar-

-Los gatos no se pelan.- le susurró Alba en su ayuda.

-¡A cuidar!- se corrigió Aaron rápidamente. Quise desaparecer en ese instante.- En fin, que nos tenemos que ir. ¿Puede acompañarla usted en la merienda? Digo, no quiero que se quede sola.- terminó, satisfecho con su trabajo.- Adiós, bichito.- me dijo, y yo le pegué por el apodo.

-¡Me las pagarás!- le grité, luego de que Alba me saludara también. Me arrepentí al ver la mirada de Violeta.- Siento todo eso, puedo volver a la habitación yo sola, no es necesario que te quedes conmigo. Es decir, no es que no quiera que lo hagas, sino qu- quise seguir excusándome, pero ella me frenó mientras se mordía el labio inferior.

-¿Puedes callarte un momento, petarda?- me dijo, y se paró. Yo sólo la miré. Se acercó a mi espalda, y empujó la silla hasta acomodarla en la mesa. Luego se alejó, y volvió tres minutos después con dos cafés y facturas. Dejó uno frente a mi, junto con el plato de comida. Luego se sentó, y me observó.- Come.- ordenó, y yo obedecí. Tenía un miedo que te cagas.

-Yo...- intenté decir luego de un rato, pero de nuevo me frenó.

-¿No te he dicho que te calles?- repitió, y a mi me dio miedo. No parecía estar enojada, pero con ella nunca se sabe. No había dejado de mirarme desde que Aaron se había ido, y cada tanto se mordía el labio. Cuando me cansé, le sostuve la mirada. Había extrañado sus ojos. Nos observamos profundamente mucho tiempo, y luego cambié de posición porque ya estaba incómoda. Cuando hice esto, Violeta bajó su mirada por prácticamente todo mi cuerpo. ¿Qué le habrá picado?- No sabía que dibujaras.- dijo, por fin. Casi me aliviaba que al fin dijera algo.

-Lo hubieras sabido si al menos me hablaras.- le reproché, y me arrepentí al momento. Pero contra todo pronóstico, ella soltó una risita.

-Volvamos a tu habitación.

Tras tus ojos (kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora